Siempre hay momentos en los que nos podemos sentir solos, abandonados… como si Dios se hubiese olvidado de nosotros o como si no nos escuchara, porque el problema o la situación que estamos viviendo es tan difícil y dura que parece como si Dios no estuviera a nuestro lado. Hemos de tener claro que si nos sentimos abandonados por Dios en algún momento o etapa de nuestra vida, es porque nos hemos alejado de Él, de tal manera que nos resulta difícil entablar una relación fluida con Él cuando lo necesitamos.
Month: octubre 2018
Cuando Dios habla
Muchas veces nos resulta difícil entender qué es lo que Dios nos quiere decir. Quizás porque no estamos en su sintonía; quizás porque no estamos preparados lo suficiente para entablar un diálogo fluido con Él; quizás porque el momento presente lo estamos viviendo tan intensamente que quedamos desconcertados ante lo que nos ocurre y no sabemos cómo afrontarlo. El caso es que la dificultad proviene de nosotros mismos, pues parece que no estamos lo suficientemente preparados para escuchar con claridad lo que el Señor nos está pidiendo. Dios no deja nunca de hablarnos, siempre nos está diciendo cosas para que demos sentido a cada vivencia nuestra; y nosotros que tenemos ese buen ánimo hemos de ser capaces de vivirlo así.
Dios te llama por tu nombre
El nombre es signo de identidad. Todos tenemos nombre y por norma solemos sentirnos muy orgullosos de cómo nos llamamos. Incluso muchas personas lo cambian y le ponen un diminutivo para ser llamados como más les gusta, porque se identifican mejor con él. Cada nombre tiene su origen y su significado y por norma suele estar relacionado con la impronta y el carácter de cada uno. Cuando escuchamos nuestro nombre, aunque no se dirijan personalmente a nosotros y lo hagan a otra persona que se llama igual, solemos mirar hacia el lugar donde lo hemos escuchado.
Merece la pena
Seguro que todos hemos tenido experiencias donde no nos ha importado pasar por un momento duro y difícil porque al final hemos tenido una recompensa gratificante. Los momentos de dificultad y de apuro nunca son agradables; tenemos que pasarlos, a pesar de que no los deseamos y preferimos estar siempre bien. En esos momentos de dificultad es cuando aflora la angustia, la tensión, la inseguridad que se nos crea al ver que todo se nos tambalea y que parece que el hogar que hemos cimentado no es todo lo resistente que creíamos, porque con mucha facilidad se nos vuelve vulnerable.
¿Quién saca lo mejor de ti?
Es una alegría tener personas que te ayuden a sacar lo mejor de ti. Te invito a que en este rato que vas a ocupar en leer estas líneas pienses en esas personas que a lo largo de tu vida sacan lo mejor de ti y te hacen sentir bien. La verdad que somos afortunados al tener a nuestro lado familiares y amigos que nos ayudan a dar lo mejor que tenemos dentro, sacando nuestra ternura, nuestra capacidad de amar. Necesitamos expresarnos y ser felices en todo lo que hacemos y decimos, y no podemos quedarnos estancados en situaciones que no nos ayudan a caminar. Hemos de caminar dando lo mejor de nosotros mismos a quienes nos rodean. La alegría del encuentro con Cristo nos ha de ayudar a transformar tantas situaciones oscuras de nuestra vida que nos permiten ni crecer ni avanzar.
Estar a la altura
A todos nos gusta estar a la altura de lo que esperan de cada uno. Queremos hacer las cosas siempre lo mejor posible para que no puedan decir nada de nosotros; para que estén contentos con lo que nos encomiendan y con nuestro trabajo. Son muchos los malos ratos que nos llevamos personalmente cuando no estamos a la altura y lo pasamos mal. Continuamente vamos buscando constataciones de los demás o de nuestro entorno para cerciorarnos de que estamos haciendo lo correcto y de que es de su agrado. Lo necesitamos.
No tengas miedo
Bien sabemos que el miedo paraliza y bloquea. Quien se ve superado por el miedo está totalmente vulnerable y a merced de este; puede hacer con nosotros, en esos momentos, lo que desee. Nos encontramos a su merced, totalmente vencidos. Tener la capacidad de escuchar a los demás en un momento de pánico, es una virtud que puede ayudarnos más de lo que imaginamos, pues tendríamos lucidez para discernir qué es lo más conveniente en un momento así. Muchos son los momentos donde los demás nos gritan, pero el pánico hace que estemos totalmente sordos y no escuchemos nada más que el latir de nuestro corazón atemorizado porque no siente nada, solo la inseguridad provocada por lo que tanto daño nos hace.
Un santuario en tu casa
¡Qué importante es tener un lugar habitual en el que pararnos! Para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos; para enriquecer nuestro espíritu y sanar nuestra alma de los roces del día a día, provocados por nuestra débil condición humana. Este lugar ha de ser nuestro “santuario” particular, ese rincón de nuestro hogar en el que nos situamos para encontrarnos con Dios, parándonos de nuestro ritmo ajetreado de vida y tener esa experiencia transcendental del encuentro con Cristo, que nos serena y nos da lo que más necesitamos en cada momento. Cuida ese rincón de tu hogar con especial cariño, no lo trates como algo más que adorna tu casa. Necesitamos de lugares especiales al igual que necesitamos de personas especiales en nuestra vida. Las personas nos completan y nos hacen sentir amados y felices; los lugares también, porque son los que construyen nuestro entorno material, y es ahí donde más a gusto nos tenemos que sentir.
En Dios
Sabemos de la dificultad que nos supone vivir nuestra fe de una manera coherente y permanecer fieles en la oración con perseverancia y dedicación. No dejarse llevar por el activismo y por los quehaceres cotidianos resulta complicado, porque son muchos los frentes que tenemos abiertos, que ocupan nuestro tiempo y también nuestra mente y que nos impiden pararnos para encontrarnos con Dios cada día, ante el ritmo frenético de vida que llevamos. Cuidar nuestra espiritualidad en los tiempos que corren es fundamental. No podemos descuidarnos porque rápidamente el mundo nos absorbe y nos somete a su voluntad y frialdad, y cada día que pasamos sin orar y contemplar el rostro de Dios, más daño nos estamos haciendo en nuestro interior, sin darnos cuenta, porque nos vamos alejando de Dios y vamos perdiendo esa frescura espiritual que necesitamos para darnos cuenta de lo necesario que es estar con Dios.
Una llamada al cambio
Solemos decir que el mundo está mal y que nuestra sociedad ha perdido los valores, aquellos que desde siempre se han vivido y son nuestras señas de identidad. Personalmente estoy abierto a los cambios y creo que el progreso llega a una sociedad cuando ésta es capaz de cambiar y avanzar, pero no a cualquier precio. Los cambios para que sean verdaderos no pueden ir contra natura, tampoco se pueden forzar. Todos tenemos claro que las prisas no son buenas porque hacen que todo se precipite y no siempre salen las cosas como queremos, pues estamos acelerando los procesos naturales del cambio y todo termina escapando de nuestro control. Para que una sociedad cambie es necesario respetar los ritmos, siendo pacientes y acomodando las nuevas ideas y formas de vida a las transformaciones que se van produciendo poco a poco con el paso del tiempo. Por eso cambiar las mentalidades cuesta tanto trabajo, porque no es un trabajo que se hace solo de palabra y en un momento puntual, sino que es un proceso lento que se va dando con el paso del tiempo y de los acontecimientos, que va calando poco a poco según las vivencias.