Hay situaciones que nos duelen y que en nuestro interior provocan impotencia, desazón, tristeza, dolor, sufrimiento… En nuestro día a día solemos constatar la fragilidad de la vida, la vulnerabilidad del ser humano; cómo la vida depende de un hilo débil y frágil, que nos advierte en todo momento de la amenaza que nos sobrevuela. Aunque queremos controlarla, sólo podemos hacerlo con nuestros actos, que dependen de nosotros. El resto se nos escapa de las manos. Parece como si estuviésemos a merced de la vida, “de sus tempestades y terremotos” que nos sacuden y debilitan. Lejos de nosotros estos pensamientos y planteamientos, pues Dios camina a nuestro a lado, a pesar de las dificultades y sufrimientos que nos abordan a lo largo del camino. Hemos de pasarlos con la ayuda del Señor que no nos abandona ni en los problemas, ni en la oscuridad de la noche, ni ante las pesadas cargas que en ocasiones hemos de llevar. Dios siempre está a nuestro lado para aliviarnos, para hacernos más llevadera la vida.
Month: diciembre 2018
Lo necesitan, aunque no te lo digan
¡Cuántas veces dejamos pasar grandes oportunidades de cambio en nuestra vida! Necesitamos dar los pasos adecuados que nos ayuden a ser más y mejores creyentes. No podemos conformarnos con ir haciendo las cosas como buenamente podemos, sino que cada día ha de ser especial y distinto. Sabemos que el inmovilismo termina apagando nuestra sed de Dios, nuestra ilusión por vivir de una manera distinta; nos vuelve más criticones porque empezamos a mirar a los otros con recelo, buscando justificar nuestra falta de actitud y de inacción. Entrar en esta dinámica es apagar el espíritu y terminar rechazando a Dios en nuestro corazón, porque no provoca en nosotros ese ardor que debería sacarnos de la apatía y de la desidia interior en la que nos sumergimos, porque nos dejamos arrastras por situaciones y vivencias mucho más cómodas y apetecibles que el mundo de hoy nos ofrece.
Señor, tú sabes que te quiero
¡Qué hermoso es alabarte y bendecirte, Señor! Pasar tiempo contigo, visitarte en el Sagrario, pararme en el ritmo ajetreado de vida que llevo y orar, contemplando tu rostro y descubriendo tu presencia en el Santísimo Sacramento. Como me conoces bien, sabes que muchas veces paso de largo, que no encuentro el momento para detenerme y estar contigo, hacerte una visita, dedicarte mi vida y toda mi atención aunque sea por unos minutos al día. Soy consciente de que estás esperándome, que quieres que vaya a verte y no me gustaría defraudarte en este día. Siempre me dedicas hermosas palabras y gestos a través de tu Palabra y de las personas que me rodean. Quiero descubrirlas y saborearlas como el mejor de los manjares, porque tú, Señor, haces que cada momento se convierta en algo único y especial. Que tantos ruidos y luces como me rodean no me hagan sordo ni ciego y así pueda ayudarte a transformar el mundo, porque sé que cuentas conmigo y quieres de mi parte dedicación plena. Ayúdame, Jesús, a saber pararme y no dejarme llevar por mis quehaceres que me sumergen en mi propio mundo y me impiden mirarte y abrirte mi corazón de par en par.
Sobre la pereza
Seguro que más de alguna vez a lo largo de tu vida te habrás dejado vencer por la pereza y no te han apetecido hacer cosas que normalmente realizas o arrepentido momentáneamente de haberte comprometido a realizar algo. La pereza hace que ralenticemos las cosas en nuestra vida y que las dejemos para el último momento o simplemente las dejemos pasar. Provoca en nosotros inmovilismo y poco a poco nos va volviendo más comodones y egoístas, pues pensamos en nuestros intereses particulares a costa de traicionar incluso nuestra propia palabra. El movimiento es necesario para el hombre porque hace que el hombre tenga motivación en su vida y pueda vencer la inercia, que en ocasiones se convierte en una gran tentación, ya que dejarse llevar es lo más cómodo y fácil.
De corazón
Seguro que conoces a personas que tienen un gran corazón y cuando estás con ellas disfrutas de su compañía y de la paz y tranquilidad que te transmiten. Son necesarias en nuestra vida, no solo por lo que nos aportan mucho bueno, sino por todo lo que hacen en su entorno, transformando tantas realidades y contribuyendo a que todo marche mejor. A menudo hemos escuchado, incluso experimentado, en primera persona, que hacer las cosas de corazón nos puede acarrear momentos de sufrimiento porque nos damos totalmente y en muchos momentos los demás no perciben la bondad con la que se actúa y miran más el beneficio personal y sacar el mejor partido de las situaciones que se les presentan. Quien actúa de corazón tiene un amplio sentido de la generosidad y de la entrega, sabiendo anteponer siempre lo común antes que lo personal, buscando ser fiel a sí mismo sin dejar que las circunstancias y el entorno le apaguen su autenticidad. Esto último, en mi humilde opinión, es lo que hace auténticas a estas personas, pues por encima de todo se mantienen fieles a sí mismas y son capaces de aceptar adversidades y caminar contra corriente para seguir siendo ellas mismas.
María se ha escogido la mejor parte
Es hermoso contemplar la ilusión de las personas cuando te hablan de Dios y de lo importante que son en su vida. Una vida en el silencio de un monasterio de clausura encierran multitud de experiencias gozosas de encuentros con el Señor. Una alegría especial que transmiten esos ojos inocentes, que no están maleados por el mundo ni por las relaciones humanas tan deterioradas, que a veces nos rodean y de las que también, por desgracia, somos cómplices. Hoy en día no está de moda hablar de Dios y en muchos círculos se desprecia a la Iglesia, se la juzga y descalifica, movidos por visiones y experiencias subjetivas desconocedoras de tanto bien como se hace en tantos rincones del mundo y de los que los medios de comunicación y las redes sociales no se hacen eco, porque no es noticia de portada ni interesa lo más mínimo.
Estamos en Adviento
Estamos en plena campaña de Navidad, los comercios ya se han encargado de meternos en esta dinámica de celebración, consumo, luces, villancicos… dejando a un lado todo lo que significa Adviento y preparación interior y espiritual, para celebrar el primero de los dos grandes misterios de nuestra fe: la Encarnación del Señor, su nacimiento. El segundo es la Resurrección, centro de nuestra vida cristiana. Es tiempo de Adviento y tiempo de austeridad, de encontrarnos con Dios para convertir nuestra vida y volver nuestra mirada a Dios, que quiere que lleguemos en plenitud de facultades espirituales a la noche santa de la Navidad del Señor. No podemos recibir a Jesús de cualquier manera, nuestro espíritu y corazón han de estar preparados, limpios y con su trabajo espiritual hecho para que podamos alegrarnos en medio de la noche y reconocer al Dios con nosotros.