Tenemos claro como creyentes lo importante que es compartir y acompañar a Jesucristo en su Pasión y Muerte; también sabemos que hemos de asumir la cruz de cada día y cargar con ella para seguirle, pero, cuesta trabajo e incluso a veces da miedo cogerla porque tiene más peso en nuestra vida la comodidad, lo fácil… que lo complicado y auténtico. ¿Qué precio le pones al Señor en tu día a día? Quizás nuestras treinta monedas de plata son nuestro bienestar, la vida fácil, las seguridades que tanto esfuerzo nos ha costado llegar a conseguir; cada uno sabemos aquello a lo que no estamos dispuestos a renunciar; y nos planteamos si nos merece la pena seguir a Jesús o no. A veces es demasiado triste constatar en nuestras vidas que Dios no es tan importante, que hay situaciones que están por encima de Él, y terminamos dañando nuestra fe, debilitándola. La falta de ilusión, provocada por norma general por la falta de oración, hace que Cristo deje de ser el centro de nuestra vida, que nuestra pasión por Él se pierda y poco a poco comencemos a alejarnos de Él, casi sin darnos cuenta, enfriando nuestra alma y entrando en una dinámica de vacío de Dios que torpedea nuestra vida espiritual.
Month: abril 2019
La calma de la oración
El Señor Jesús nos invita a la calma y a la serenidad. En las últimas semanas antes de morir en la cruz se mantuvo en paz y tranquilidad, sabiendo que tenía que cumplir la misión que Dios Padre le había encomendado. Para eso todas las mañanas, antes de que saliese el sol, se iba a orar a la montaña, Él solo, para tener ese momento tan necesario de encuentro con el Señor. Dios es quien nos llena con su presencia; ésta es necesaria para el día a día, que trae también sus propios agobios, y que van llenando nuestra vida de alegrías y sinsabores. Hemos de encajar con rapidez cada vivencia, para que nuestra vida espiritual no se vea afectada por tantos sentimientos encontrados que experimentamos y vivimos cada día. Todo suma, tanto para bien como para mal. Si en la oración no descansamos en el Señor, siempre estaremos cansados, abatidos, sintiendo especialmente el vacío que va inundando nuestra alma, porque se va desgastando con el paso del tiempo y la acumulación de vivencias. Somos conscientes de la importancia de pararse, de llenarse nuevamente de Dios, de renovar nuestras esperanzas en Él, porque si no al final, nuestra vida deja de tener sentido y nos vemos envuelto en un círculo vicioso nada saludable para nuestra interioridad.
En Domingo de Ramos
Domingo de Ramos, Domingo para cantar de júbilo porque reconocemos a Cristo como nuestro Rey, como Señor de nuestra vida, de nuestra historia. Hoy gritamos “¡Hosanna!” porque queremos decirle a Jesús que nos salve, que nos libere de tantas ataduras y situaciones de pecado en las que nos vemos inmersos, y de las cuales en ocasiones nos cuesta bastante trabajo salir. Constantemente necesitamos la ayuda de Dios, queremos reconocer que sin Él no somos nada y estamos abocados a la perdición. Hoy Domingo de Ramos queremos decir también: “Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mc 11, 9), porque necesitamos, también, “bendecir” a Cristo, hablar bien de Él, por tantas gracias y regalos como nos concede, porque queremos compartir todo lo que hace por nosotros y cómo da sentido a nuestro caminar, a nuestra propia vida.
Llena tu alma del amor de Dios
Ante las dificultades con las que podamos encontrarnos a lo largo de nuestra vida y por muy complicadas que sean las circunstancias que vivamos, tenemos que comportarnos como servidores de Dios, que siempre está con nosotros y nos trata como verdaderos hijos suyos. Él no nos abandona, siempre está a nuestro lado, pendiente de nuestras necesidades y esperando para darnos a cada uno lo que más necesitamos. Es cuestión de fe, el poder llegar a esta experiencia vital, que nos permite afrontar cada adversidad con una esperanza única que nos sana. Dios siempre nos da trato de hijos, nunca se olvida de nosotros, nos mira con cariño y siempre nos está cuidando desde el cielo. Que esta certeza de fe sea siempre para ti un consuelo, pero sobre todo la seguridad que te hace sentirte en las buenas manos del Padre; en sus manos no has de temer porque te sentirás protegido y comprobarás como Él te da la paz, la serenidad y la confianza más absoluta en los momentos difíciles y cuando parece que todo está perdido.
Es Viernes de Dolores
Es Viernes de Dolores, Viernes de Pasión. Nos adentramos en las puertas de la Semana Santa con el deseo de acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo con que nos toque el corazón de una manera especial, transformando y cambiando nuestras vidas. Es el paso de Jesús y también puede ser tu paso, el salto definitivo del hombre viejo al nuevo, la llamada que Jesús te hace. ¿Eres fiel a Cristo? ¿Has dado pasos durante esta Cuaresma que te han acercado más a Dios? ¿Cómo vives tus actividades cotidianas? Es necesario dar pasos para no quedarse estancados, para que puedas decir que Cristo vive en ti, que eres reflejo de lo que vives y experimentas en tu oración personal con Él. Es Viernes de Dolores y es tu oportunidad. No la desaproveches porque el Señor Jesús, una vez más, está pasando delante de ti para invitarte a seguirle, a quitarte las máscaras, la ropa vieja que llevas… porque quiere renovarte, hacerse más presente y fuerte en tu vida y ayudarte a que tu conversión sea definitiva.
Unido a Dios
No es fácil ser cristiano; vivir el Evangelio con fidelidad es demasiado exigente y no basta solo con pertenecer a la Iglesia y estar mucho tiempo dentro de ella. La primera conversión que uno vive, que es la que te acerca en primer lugar al Señor, es importante, pero no puede ser la única; necesitamos muchísimas más conversiones para que nuestro contacto con el Señor sea fructífero y podamos estar en Gracia de Dios constantemente. Para ello necesitas tener tu alma bien preparada, siempre joven para escuchar lo que el Señor te está diciendo en cada momento; para poder invocarle y adentrarte en su presencia, que todo lo envuelve; para discernir qué es lo que anda mal en tu vida y necesitas convertir, transformar; para saber pedir perdón a través del sacramento de la confesión y a los hermanos, a los que, en la convivencia diaria, a veces, no tratas con amor.
Amar a Cristo
Si quieres amar a Cristo has de pasar tiempo con Él, has de hablar, has de tratarle con toda la dedicación del mundo, siendo consciente de que Él siempre quiere estar contigo, nunca se cansa de ti. Es una experiencia hermosa, darse cuenta de la necesidad que tienes de Dios. Es como vivir una relación muy especial con la persona más amada, que ha de ser Cristo, que se ha entregado por ti y se hace presente cada día, a través de la Eucaristía, para llegar a tu corazón, y así llenarlo de vida y de amor para que puedas dar sentido a todo lo que vives. No hacen falta grandes palabras ni discursos para dialogar con Jesús, lo más importante es que le abras tu corazón, para que Él pueda entrar y llene tu vida de verdadero amor y así te entregues a los demás siguiendo sus pasos. Jesús habla en el silencio, cuando eres capaz de hacer silencio en tu interior y no te dejas llevar por pensamientos, quehaceres, experiencias pasadas…, pues en la vida de fe, el encuentro con Cristo es vital para que todo fluya y tenga sentido. Deja que sea tu corazón el que hable, que te permite sacar lo mejor de ti mismo y entregárselo a los demás, y por ende a Dios.
Entregarse a Dios
«Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que imparte con rectitud la palabra de la verdad» (2 Tim 2, 14).
Jesús es el camino
Jesucristo es el único camino que nos conduce a la felicidad que no tiene fin. Todas las demás apariencias de felicidad que nos ofrece el mundo son perecederas. Seguramente que en lo profundo de tu corazón está el deseo de querer encontrarte con el Señor, de tenerle siempre presente, de no olvidarte nunca de Él, de dar testimonio a los demás de lo importante que es para ti, de actuar siempre en su nombre, movido y motivado por el amor que en ti ha suscitado. Jesús es el camino, ha dejado bien claras sus huellas para que le puedas seguir, bien señaladas e imborrables, porque Jesucristo está vivo. Por desgracia, son muchas las ocasiones en las que no vemos con claridad al Señor Jesús, no le reconocemos caminando a nuestro lado, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 11-34), aunque ardían sus corazones. Nuestra mirada se enturbia y se cansa por los desencantos, agobios, sufrimientos… de la vida, que hacen que miremos a otro lado y que pasemos de largo, porque no nos damos cuenta de que el Señor nos está llamando y quiere que nos paremos a descansar en su corazón lleno de amor.
Sé un C.A.S.O.
Entramos en la Semana de Pasión, la recta final del tiempo de Cuaresma que estamos celebrando. Hoy tienes la oportunidad de echar una pequeña mirada atrás, a lo que han sido estos más de treinta días de camino, de conversión. ¿Están siendo fructíferos? Espero y deseo que sí. Si no es así, todavía estás a tiempo de rectificar y darte una oportunidad con el Señor. Los días pasan rápido, hay veces que casi ni nos enteramos, por la velocidad con la que vivimos y tantas cosas como tenemos que realizar. El tiempo no se detiene y nos va consumiendo, nos permite aprovechar y desaprovechar oportunidades. ¿Cuántas has vivido con el Señor en estos días? El Señor te llama para que seas un hombre nuevo. Arriésgate y da el salto rompiendo con tu vida pasada, para darle cabida a Él y dejarte llevar por donde considere. No le preguntes, no le pongas trabas, demasiadas le has podido poner a lo largo de tu vida. Ahora es el momento de dar el paso definitivo, de lanzarte al vacío y dejarte coger por el Señor. No tengas miedo, Dios no defrauda. Déjate llevar.