Muchas son las veces en que callamos por miedo a lo que piensen de nosotros, por no contradecir ni buscar polémicas o para no comprometernos más de lo necesario. El silencio en muchos momentos no es bueno, pues deja que las injusticias y los abusos sigan ocurriendo a nuestro alrededor, mientras nosotros somos cómplices de estas situaciones, pues consentimos que sigan ocurriendo, ante nuestra pasividad. Que el silencio en tu vida no refleje pasividad ni falta de compromiso. Si algo necesita nuestro mundo son personas comprometidas decididas a dar ese paso adelante que comprometa su vida y comience de una vez por todas a transformar el mundo, cambiando la inercia de la injusticia, de la pasividad y del desencanto. Ya bastante hay en nuestro entorno para que nos contagie y nos haga perder las ganas de caminar contracorriente siguiendo las huellas de Cristo, que comprometió su vida hasta entregarla en la Cruz.
Siempre en nuestro entorno vamos a tener personas que resten y nos quiten los ánimos a la hora de comprometernos; y si no, nos dirán que ellos ya se comprometieron, ya estuvieron en su momento y que ya ha pasado su tiempo. ¿Cómo podemos decir que ha pasado nuestro tiempo de cambiar el mundo mientras vivimos? No podemos perder el Espíritu que nos impulsa a dar la vida y entregarnos en todo lo que hacemos. Es cierto que en nuestra vida vamos pasando etapas, pero que pases etapas no significa que tu vida deje de estar comprometida en la construcción de un mundo mejor y en la vivencia del Evangelio. Esto lo van a ir mostrando tus actitudes y comportamientos. Pasarán los años, cambiarán las vivencias, pero el empuje y la integridad de uno debe permanecer, pues lo que se lleva en el corazón es por lo que se lucha y se logra poner en práctica, o al menos se intenta, sin desfallecer. Que nada apague tus deseos de cambiar el mundo, aunque te veas solo caminando contracorriente. Seguro que en este camino alguno de los que se ven arrastrados por la corriente, encuentran tu mano tendida y se agarran fuertemente a ella, y con la ayuda del Señor y confiando en Él, verás que tu esfuerzo da su fruto.
Se lo dice el apóstol San Pablo a Timoteo: «Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús» (2 Tim 3, 14-15). Que todo lo que han sembrado en ti no se lo coman los pájaros, o lo queme el sol al estar entre piedras. Deja que lo sembrado nazca en tu corazón y que puedas separar la cizaña del fruto bueno, porque así es como se madura y se avanza en el camino de la vida. Lo que te hace fuerte son las dificultades, y cuando permaneces fiel a tus creencias y al Señor, tu fe se fortalece y encuentras, sin saber cómo, la sabiduría para afrontar las dificultades y dar los pasos correctos que hacen que salgas airoso de cada situación. Como Dios es fiel y nunca falla, siempre va a estar a tu lado guiándote y sosteniéndote.
Que hayas pasado etapas en tu vida no significa que las olvides, especialmente aquello que desde pequeño te han enseñado y transmitido. Sé consecuente con tu vida y aprendiendo de tu pasado, afronta el futuro con la confianza que te da estar en las manos del Señor. Que esta seguridad de estar con Cristo, te ayude a ser verdadero testigo, para que provoques en los demás el deseo de querer estar también con Jesús. Sigue siendo instrumento para Dios, no digas nunca que tu tiempo pasó, porque el Dios del Amor sigue presente en la vida del hombre, conduciendo su historia y dando a cada persona lo que necesita para que no desfallezca. Que no se muera tu fe, ni tu ilusión, ni tu esperanza. Siente a Dios a tu lado y no temas, porque está contigo siempre.