Cuando el ser humano está organizado en su vida personal siente una gran sensación de seguridad y de control que le permite caminar sobre seguro. Llegar hasta ahí no es fácil, pues hay que iniciar un proceso de construcción que nos lleva a más de un momento de tensión y de dificultad. A veces nos encontrarnos con lo inesperado y no es agradable, pues no supone un cambio de planes y tener que replantearnos las cosas de otra manera. Hay veces que a la hora de improvisar salimos airosos y “salvamos los muebles”; y en cambio en otras ocasiones las cosas no salen como queremos y todo es un caos y un sinsabor.
Todo proyecto personal exige una fidelidad, una constancia y un tiempo de dedicación en el que no podemos permitirnos el fallar. Henos de ser firmes, pues son muchas las situaciones que se nos presentan, algunas muy apetecibles, para abandonar rápidamente el compromiso, dejándonos llevar por lo inmediato y placentero. Además, no es un camino fácil porque exige. Y las exigencias nos llevan a tener que afrontar esas situaciones que no deseamos ni queremos y que se nos pueden hacer demasiado cuesta arriba, pues lo imprevisto en ocasiones es indeseable, y bien sabemos que vivir y afrontar lo que uno no quiere a veces es demasiado difícil. Por eso es importante perseverar, para que en los proyectos que llevamos a cabo podamos tener esa rapidez a la hora de cambiar lo que funciona y renovar constantemente las ilusiones y compromisos, evitando así caer en la rutina.
Para mantener esta dinámica es muy importante tener un proyecto de vida que nos ayuda a conseguir un orden personal en nuestras metas y objetivos y nos fortalece en nuestro proceso de maduración. El proyecto de vida nos centra en lo verdaderamente importante y no deja que divaguemos en la ambigüedad de la tibieza personal y espiritual. Con la revisión del proyecto de vida somos capaces de ver cuáles son nuestras debilidades y fortalezas y poder transformar las amenazas en oportunidades para seguir avanzando y no retroceder ni quedarnos estancados.
Jesús lo dice claramente:«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mi» (Jn 14, 6).Y es que si queremos alcanzar la plenitud en lo que hacemos hemos de pasar por el proyecto de vida que Jesús nos propone y que nos dice que hemos de «pasar por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición» (Lc 13, 24).Si algo nos dice Jesús es que lancemos nuestra vida hacia el futuro, hacia delante en un dirección muy concreta y determinada: dejando que sea Dios el que te mire y te vaya sugiriendo lo que tienes que hacer; siguiendo el ejemplo de Samuel, diciéndole al Señor en todo momento «habla Señor que tu siervo escucha» (1 Sam 3, 10).Así podrás mirar con honestidad a tu historia personal, viendo cuáles son los aspectos que debes mejorar y transformar, y cambiar la inercia de lo negativo. Sé fuerte y claro contigo mismo a la hora de marcarte los aspectos de tu vida en los que deseas mejorar; y mantente firme en tus propósitos, para que así lleguen pronto los primeros frutos de tu esfuerzo, y sintiéndote satisfecho contigo mismo veas que merece la pena y sigas en este proceso de cambio continuo al que te lleva tu proyecto de vida. Lo más fácil es rendirse, pero no consientas que tu vida sea siempre un lamento de lo que quisiste y no lograste. Al contrario, deja que el Señor te ayude y desde su presencia pasa por la puerta estrecha para llegar a lo fundamental de tu vida. Bastantes excusas hay ya en la vida para que encima nosotros nos demos a nosotros mismos más todavía. Que el Señor te inspire y te guíe hacia lo auténtico.