Cuando éramos pequeños teníamos una serie de metas y propósitos, por ejemplo, que llegase el fin de semana para irnos a jugar al parque, con los amigos, a ver a los abuelos, irte con los amigos al banco de la avenida para pasar allí la tarde… esas simplicidades que eran tan importantes para nosotros en las que invertíamos todas nuestras energías y donde nos lo pasábamos tan bien que decíamos que éramos muy felices. Con el paso del tiempo los deseos han ido cambiando y vamos viendo que lo que antes para nosotros era tan importante, hoy quizás lo es menos, excepto cuidar a la familia y a los verdaderos amigos.
¿Qué es lo que te hace feliz? Hay veces que te pones a pensar en ello y no te llena nada, te das cuenta que la felicidad parece mucho más complicada de lo que pensabas cuándo eras más pequeño. Esperas unas vacaciones y cuando te das cuenta ya han pasado, y no sólo eso, sino que incluso parece que estás peor que antes de irte. Todo un año esperando y pensando en ellas y en lo feliz que vas a encontrar, que al menor contratiempo parece que la felicidad se evapora. A veces da la sensación que la vida se nos escapa de las manos intentando buscar esa felicidad que no encuentras. Te acuestas, te levantas, un día y otro, pensando y pensando, convirtiendo los días en rutinas y monotonías que hacen que no saboreemos la vida como se merece.
¿Qué es lo que esperas de la vida? Hay veces que no sabes qué esperar, porque parece que nada te llena ni te hace sentir feliz. Siempre hay un “pero”, un defecto que sacamos, algo que se puede mejorar, que impide saciar ese deseo de realización personal total y de ver experimentar que la felicidad es duradera en tu vida. Cambia tu pensamiento, déjate transformar por el Señor, mira al cielo con esperanza diciéndole al Señor: “Aquí estoy”, sin ponerle ningún “pero”, con la certeza de haber vivido cada momento de tu vida con tanta intensidad que al acostarte no digas: “otro día más”. Cambia ese chip, vive con pasión tu vida y agradécele al Señor la oportunidad que te da de vivir cada día dándolo todo y diciéndole al final de tu jornada: “Gracias Señor por un día más. Por poder saborear cada instante, cada minuto, como si fuera el último”. Pues Dios quiere que seas feliz y está empeñado en ello.
Jesús nos propone el camino de la felicidad. Así nos lo cuenta san Mateo:
«En aquel tiempo, al ver Jesús el gentio, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”» (Mt 5, 1-12).
Este es el camino de la felicidad que Jesús nos plantea y que es una verdadera revolución, porque lo que pretende es llegar a los más profundo del corazón del hombre, para provocar un choque donde seamos capaces de construir otro mundo, el Reino de Dios, y vivamos como hermanos ayudándonos los unos a los otros. Por eso aprovecha este tiempo de vacaciones para dejar que Dios transforme tu corazón. Por norma hacemos lo contrario, nos olvidamos de Dios y descuidamos nuestra vida espiritual, excusándonos en el tiempo de vacaciones para descansar, disfrutar de la familia, viajar… y tantas actividades que nos buscamos que llenan nuestro tiempo y difícilmente dejan un hueco para Dios.
No permitas que en estas vacaciones la vida de fe se te escape de la mano, y desandes todo lo que has caminado durante el año. No dejes pasar oportunidades para encontrarte con el Señor y que llegue a tu corazón, para que así puedas saborear mucho más y mejor cada momento de descanso y de encuentro con los que amas. Es necesario volver a las fuentes y darle una vuelta a nuestra vida, mucho más ahora que en vacaciones tenemos más tiempo, y así volver a vivir con toda la fuerza de nuestro primer “Sí” al Señor; esos momentos en los que nos sentíamos llenos de fe, en gracia de Dios, y con la fuerza de la experiencia del encuentro renovador con Cristo que nos lanzaba a por todas, sin miedo y sin ningún tipo de condición al Señor. Haz tuyas estas palabras: «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sal 27, 14). Esperarsignifica confiar en Dios, porque solo los valientes confían en Él y son capaces de fiarse plenamente. Si quieres ser un verdadero discípulo elige este camino de felicidad y deja que Dios siga tocando tu corazón.