Es una alegría tener personas que te ayuden a sacar lo mejor de ti. Te invito a que en este rato que vas a ocupar en leer estas líneas pienses en esas personas que a lo largo de tu vida sacan lo mejor de ti y te hacen sentir bien. La verdad que somos afortunados al tener a nuestro lado familiares y amigos que nos ayudan a dar lo mejor que tenemos dentro, sacando nuestra ternura, nuestra capacidad de amar. Necesitamos expresarnos y ser felices en todo lo que hacemos y decimos, y no podemos quedarnos estancados en situaciones que no nos ayudan a caminar. Hemos de caminar dando lo mejor de nosotros mismos a quienes nos rodean. La alegría del encuentro con Cristo nos ha de ayudar a transformar tantas situaciones oscuras de nuestra vida que nos permiten ni crecer ni avanzar.
Son muchas las ocasiones que perdemos cada día para convertirnos y dar ese salto que necesitamos para vivir más auténticamente. Nos hemos convertido en especialistas en posponer situaciones y primeros pasos para convertirnos e iniciar nuestro cambio personal de vida de fe. Parece como si a Dios le fuéramos dando largas, porque los momentos en los que somos conscientes de que nos tenemos que convertir los vamos posponiendo. Es hora ya de dar el primer paso, al final terminamos demorando el punto de inflexión que marca el paso que hemos de dar y nos dejamos llevar por la rutina y por el mañana empezaré; sin darnos cuenta de que así nos estamos haciendo un flaco favor que no nos ayuda en nada y que nos provoca un malestar interior que a veces nos hace más daño del que debería.
Por esto necesitamos de las personas que sacan lo mejor de nosotros mismos. Son necesarias en nuestra vida, porque nos ayudan a crecer y a madurar, pero sobre todo nos completan. Estas personas siempre van a estar a nuestro lado, no solo apoyándonos, sino diciéndonos aquello que no nos gusta oír y que tanto necesitamos. Y si las personas son necesarias, como creyentes hemos de decir que Dios es imprescindible, pues hace que todo lo que hagamos sea desde el amor y desde el servicio. El don de la gratuidad es importantísimo, pues nos ayuda a vivir el compromiso cristiano de una manera más auténtica. No hay entrega sincera sin gratuidad y viceversa. Por eso el Señor Jesús quiere iluminar nuestro camino y nos quiere ayudar a sacar lo mejor que tenemos en nuestro interior. Si Cristo no es quien saca lo mejor de ti es porque algo está fallando en tu fe. Por eso dice Jesús en el Evangelio: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Sin duda alguna Dios se ha empeñado en sacar la perfección de cada uno, y no ceja en su empeño, porque sabe de las posibilidades que tenemos; y como bien sabemos que Dios nunca se equivoca, de nosotros sabe que podemos dar muchísimo más de lo que hacemos, pues sabe del camino que nos lleva a la santidad.
Dice el apóstol san Pablo: «Antes sí erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas» (Ef 5, 8-11). Para el Señor somos luz. Si todo lo que haces es desde el corazón ha de ser bondad, justicia y verdad (cf Ef 5, 9), porque siempre salen estos buenos sentimientos, buscando la autenticidad y la coherencia en cada palabra y gesto. Tu vida necesita de actitudes sinceras que dan lo muestran todo lo bueno que hay en ti. No puedes vivir al margen de Dios, porque quieras o no, tu vida necesita de Él porque es la Luz que ilumina y que está puesta en lo alto, para que veas con claridad que «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 15).