Dar un paso adelante es signo de compromiso, de determinación, de tener las ideas claras y saber lo que se pretende en la vida. Hay veces que cuesta, porque supone quedarse solo; tener que romper con una serie de comodidades de las que suele costar trabajo salir, porque nos hemos creado una forma de vida en la que nos sentimos más que acoplados, seguros y controladores de lo que tenemos entre manos. Hay veces que nos justificamos para no dar ese paso adelante diciendo que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, y nos resignamos a seguir haciendo las cosas como siempre con tal de no arriesgar, aunque lo que pudiese venir sea mejor de lo que tenemos.
Dar un paso adelante significa para muchos echar un pulso a la suerte o al destino, pensando si estará o no para nosotros. No queremos pensar ni vivir así. Queremos confiar en Aquél que nos llama por nuestro nombre y que nos ha dado la vida, el Señor de nuestra propia historia que siempre está velando por nosotros. Dios nunca nos va a proponer algo que sea perjudicial para nuestra vida. Hay veces que la vida no viene como nos gustaría, y Dios está ahí, presente, a nuestro lado para ayudarnos a sobreponernos ante los fracasos que tenemos que vivir y afrontar, dando sentido a todo lo que hacemos y haciendo que nuestro corazón no tiemble ni se preocupe.
Dar un paso adelante significa estar dispuesto a arriesgar, a lanzarte a la aventura más maravillosa que como creyente te puede ocurrir; porque Dios no defrauda, siempre cumple las expectativas y con creces. Es estar dispuesto a dejar las redes y una vida hecha, llena de seguridades, estando dispuesto a dejarte sorprender por lo que el Señor te va a ir poniendo delante en cada momento. Así es la vida del discípulo de Jesús, llena de grandes sorpresas y de situaciones de incertidumbre porque no sabes qué es lo que te puede ocurrir. Se me viene a la mente el pasaje del evangelio donde la tempestad arreciaba fuertemente contra la barca donde iban Jesús y sus discípulos y estos se asustan pensando que se van a hundir (cf Mc 4, 35-41). Despiertan al Maestro y les dice que son hombres de poca fe. Entonces increpa a la tempestad y esta se calma. Aunque todo se desbarate y perdamos el control, siempre estaremos a salvo con el Maestro a nuestro lado. No temas.
Así es el miedo y la inseguridad en la que nos vemos envueltos cuando hemos de dar el paso y lanzarnos a lo que Dios nos pide en cada momento y circunstancia de nuestra vida. Lo fácil es acobardarse y no comprometer nada de lo que nos hemos construido, amparándonos en la masa, porque es lo que hace todo el mundo, y uno no se quiere señalar, mucho más si se tiene un prestigio y un reconocimiento por parte de todos que hay que conservar. Dar el paso supone un riesgo, perder algo de lo que teníamos a favor de algo mucho más grande e importante, aunque en principio desconocido.
Lo que Jesús ofreció a los discípulos fue algo mucho más grande de lo que el mundo puede dar. Pero se tarda en adquirir. El Evangelio y la acción de Dios en nuestra vida no es cuestión de inmediatez sino de profundidad. Las prisas no sirven en los ritmos de Dios, lo que es eficaz es abandonarse en sus manos y dejar que sea el Señor quien marque el ritmo. Jesús siempre nos dice cuál es el camino que hemos de seguir. Distinguir las circunstancias nos dará mucha luz para actuar de la manera más correcta posible.
Dar el paso adelante es estar dispuesto a dejarse romper los esquemas. Que Jesús te ayude a saber fiarte de Él.