Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir. Nuestro conocimiento no tiene fin y mucho más si lo vivimos desde la fe, desde el acercamiento que queremos tener con Dios. Ninguno de los esfuerzos que realizamos con el corazón y en el nombre del Señor quedan sin recompensa. Hay veces que no vemos los frutos a nuestros esfuerzos, pero te aseguro que Dios no los deja sin premio. Dar sentido a todo lo que realizas es necesario para entrar en la dinámica del Señor y poder entregarte con toda tu alma al Evangelio y a hacerlo realidad en tu vida y en las vidas de los que te rodean. Hay veces que nuestra visión es tan corta que no vemos más allá de nosotros mismos; somos muchas veces esclavos de nuestras prisas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestras propias distracciones que hacen que convirtamos nuestra vida en una rutina y perdamos nuestro tiempo en acciones y actitudes banales y carentes de sentido.
Jesús nos llama a seguirle y a remar juntos en la misma dirección, sabiendo que el Evangelio sólo tiene un camino, que es el de la Cruz, entregar tu vida por amor, siendo obediente al Padre y sirviendo a todos sin esperar nada a cambio. Así podrás salir de tu mismo, de tu círculo, algunas veces vicioso en el que te sumerges, y dejar de pensar sólo en ti, en tu vida, en tus problemas y agobios… y pensar más en los demás y a darte cuenta de que en tu entrega es donde encuentras la capacidad de salir de ti mismo y de abrirte por completo a la acción de Dios en tu vida. Si quieres que Dios actúe en tu vida, ponte en camino, no te quedes parado ni quieto esperando, lamentándote o quejándote de lo mal que te van las cosas. Empieza a dar tú primero para que recibas de Dios. Dios se ha dado gratuitamente y la manera de poder seguirlo es dejando en primer lugar las redes y mostrar esa actitud de cambio y de conversión.
Es en tu día a día donde Dios se muestra, donde le haces presente. Piensa en todo lo que te ata, en lo que te impide ver con claridad, en los lastres que tienes enganchados en tu vida y que no te dejan caminar con mayor libertad. Es el momento de cambiar tendencias y actitudes en tu vida; durante mucho tiempo has vivido así, has actuado de la misma manera y tu vida no ha cambiado, no ha mejorado porque sigues con las mismas debilidades y flaquezas, que muchas veces te martirizan y te hacen no sentirte todo lo a gusto contigo mismo que te gustaría. ¡Ábrete al cambio! Déjate sorprender por la novedad que cada te ofrece y que Dios te tiene preparado. Recuerda que siempre hay algo por hacer en tu vida, en tu corazón y en tu interior. Cada momento que pasa sin que lo hayas disfrutado y saboreado no volverá. Es una oportunidad que has perdido. No conviertas tu vida en oportunidades perdidas, haz que sea una vida plena porque vives cada momento con dedicación exclusiva al Señor. Que Él sea tu modelo para seguir y que seas capaz de dar la vida siguiendo su ejemplo y sus pasos.
Jesús nos dejó pasar oportunidades, siempre tenía tiempo para Dios, para los demás y para Él mismo, y los días de su época tenían las mismas horas que los nuestros. Aprende a diferenciar lo fundamental de lo banal. Valora lo que te hace más persona, más creyente, más profundo interiormente y céntrate en ello que es lo que merece la pena. Es lo que te va a permitir avanzar en tu vida de ascesis y te va a hacer más grande interiormente para Dios. Dice el apóstol san Pablo: «Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo» (Ef 5, 15-20).Es más fácil dejarse llevar por el mundo, por los placeres de la carne y por la diversión y la vida superficial que entregarse al Señor y al Evangelio. Irse de fiesta es más apetecible que ponerse a rezar; por eso la llamada de atención que nos hace el apóstol san Pablo es a que entreguemos nuestro corazón y a que con sensatez seamos capaces de vigilar bien lo que hacemos y cimentar nuestra casa sobre la roca, para cuando vengan los días malos y no nos aturdamos ni dudemos del amor de Dios en nuestra vida.
Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir, porque la vida en Dios es la aventura más maravillosa que puedes vivir.