Buscar al Señor en nuestra vida es una tarea intensa, es una iniciativa que no podemos descuidar para que la relación que tengamos con el Señor sea lo más cercana posible. Las mujeres, cuando el primer día de la semana se encaminaron hacia el sepulcro, iban a encontrarse con un hombre muerto, que había llegado al final trágico de su vida. Cierto que la muerte para el ser humano es una tragedia, pero Dios se encargó de transformar esta en un momento de esperanza y alegría. Las mujeres se encontraron el sepulcro vacío, porque los frutos de la muerte nos llevan al vacío, a la oscuridad, a la nada. Ante esto se encontraron con la pregunta del mensajero de Dios, a la entrada del sepulcro: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado» (Mc 16, 6). Las sorpresas que nos da la vida, como a las mujeres al llegar al sepulcro y ver la piedra corrida y al mensajero a su entrada, les produjo temor, incertidumbre, preocupación. Piensa por un momento cuáles son tus miedos, lo que te paraliza, te hace temblar. Pide a Dios que sea tu seguridad, el principal apoyo de tu vida que te haga caminar con ánimo y convencimiento, para que tengas siempre actitud de búsqueda, deseo de estar con Él. Para las mujeres y los discípulos la Cruz ya es pasado y la Resurrección, la vida en Dios es el presente, la actualidad.
Esta es la propuesta de Dios. Estamos llamados a resucitar, a entrar en la vida nueva en Dios. Es el mayor salto que el ser humano puede dar, porque entra en una nueva dimensión. Él era uno con Dios vivo, unido totalmente a Él, en una comunión perfecta, existencial al estar íntimamente insertados el uno en el otro. En un amor perfecto que da vida. El amor de Dios es lo que ha de provocar en nuestra alma y en nuestra fe: una vida nueva. No es un milagro más del Señor, es un salto cualitativo que nos lanza a la vida futura, a la vida en Dios, a sus brazos de Padre. Porque la Resurrección quiere impregnar nuestra vida totalmente de Cristo, pues es Él quien nos sostiene y alimenta. Igual que cuando tenemos hambre y sed, buscamos el alimento y la bebida para saciarnos, así tenemos que buscar a Dios en todo momento para calmar nuestra hambre y sed de Él. No te conformes pon poco. No dejes que tu fe se muera porque no quieras o te hayas cansado de buscarle. Persevera y mantente firme para reconocerle. Haz que tu fe no se debilite ni se apague.
«Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo» (Jn 14, 19). Si la fe no la cuidamos, dejaremos de ver con claridad, y Dios se convertirá en alguien prescindible en nuestra vida. Será un desconocido, te irás alejando de Él y tu relación se irá enfriando. Lejos de ti esta actitud, porque hay que mirar desde los ojos de la fe y no desde los de la razón. Para reconocer a Cristo vivo en la Eucaristía y en tu oración personal, debes realizar ese acto de fe y dejarte seducir por Él. Jesús sigue viviendo a tu lado, los que siguen con fidelidad el camino del Evangelio tienen esa facilidad para reconocer a Jesús. Que el Espíritu Santo te ayude a seguir caminando al lado de Cristo, viendo con claridad todos los caminos que te marca el Evangelio y llevando la alegría de sentirlo vivo y presente.
Busca tu calidad de vida en el Señor y no en lo que el mundo te puede ofrecer. Las cosas del mundo son pasajeras, tienen fecha de caducidad. Las cosas de Dios son eternas, permanecen en el tiempo. Elije bien, no te quedes dudando y pensando qué es lo que más te va a aportar, lo mundano o espiritual. Pon todo tu corazón en el Señor, Él lo transformará y verás como tu vida empieza a cambiar, cómo te sentirás mucho mejor, más en paz y sereno, porque como dice el Señor: «Buscad y encontrareis» (Mt 7, 7). Como a los discípulos de Emaús, el Señor Jesús se hace el encontradizo. Nos queda la sensación de que somos nosotros los que encontramos al Señor, aunque la verdad es que es el Señor quien se pone en nuestro camino para que le veamos con claridad y estemos con Él. ¿No es este un motivo de alegría, ver cómo todo un Dios te está buscando, quiere llenarte de su amor, para que seas feliz? Estamos en Pascua, es tiempo de Resurrección, tiempo de vida, tiempo de gozar en el Señor. ¡Aprovéchalo!