Seguro que en algún momento de tu vida te has sentido con las fuerzas y el coraje suficiente para afrontar con entereza y firmeza las dificultades que se te presentan. La valentía nos permite dar ese paso al frente y ser punta de lanza en multitud de ocasiones, enfrentándonos a situaciones difíciles que llegan a nuestra vida por sorpresa. No es necesario pelearse, ni provocar tensiones, Dios nos da la valentía para mantenernos fieles, estando siempre con Él y perseverando en nuestra vida de fe, siendo conscientes de que hemos de cuidarla por encima de todo. Caminar contra corriente precisa de valentía y de coraje, para no dejarte llevar por tantas personas que no tienen a Dios en su vida; su palabra no es significativa y no la interiorizan, sin llegar a descubrir la fortaleza que es capaz de llegar a dar al alma de cada uno. Hay gente que actúa con maldad, haciendo daño a los demás, dejándose llevar por el rencor, el odio…, y despreciando todo lo que el otro es capaz de realizar. Es muy fácil hacer lo malo, dejarte seducir por los placeres de la carne. Te haces un flaco favor viviendo así, porque te estás privando de saborear la grandeza del Señor en tu propia vida.
Si quieres obedecer a Dios, has de ser fuerte y valiente; «Ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas. Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en cualquier cosa que emprendes» (Jos 1, 7.9). Solo los que están dispuestos a ponerse delante del Señor con el corazón abierto están mostrando su disponibilidad para obedecer y poner en práctica lo que a través de su Palabra nos manifiesta. Desde la presencia de Dios estamos llamados a serle fieles. Es así como tendremos éxito en todo lo que nos propongamos, porque dejamos que el Señor esté en nuestro corazón y al ponernos en sus manos nos sentiremos seguros, confiados, llenos de coraje y valentía. Esto es lo que el Señor nos manda, que tengamos valor y seamos valientes porque Él está con nosotros. Dios nunca nos abandona, siempre nos fortalece ante la adversidad, nos consuela en la desesperación y nos llena de paz y serenidad ante las situaciones dolorosas e injustas que nos rodean y atacan.
Por eso nos dice el apóstol san Pablo: «Vigilad, manteneos firmes en la fe, sed valientes y valerosos. Que todo se haga con amor» (1 Cor 16, 13-14). Bien sabía él que todos los días se nos pueden presentar tentaciones que quieren apartarnos del Señor, que harán que le fallemos y caigamos estrepitosamente. Por eso nos alerta para que vigilemos y nos mantengamos firmes, y sobre todo para que no nos dejemos llevar por los primeros impulsos que hacen que reaccionemos sin amor, sin misericordia. La valentía y la valía de cada uno se muestra en estas situaciones límites donde no te dejas dominar por los impulsos humanos que vienen sin reflexión previa; sino que todo lo que te ocurre lo pasas por el filtro del Señor y eres capaz de actuar siempre desde el amor y el perdón. Si te tienes que rendir, que no sea por las situaciones injustas que te hacen perder el control, sino por el amor de Dios que aplaca toda tentación y mal sentimiento hacia los hermanos y te ayuda a reconocer que necesitas a Dios en tu vida y que sin Él tu vida no tiene sentido.
El Señor nunca falla, siempre estará a tu lado para sostenerte y llevarte. Reconoce tus propias limitaciones y abandónate cada día en sus manos, para que sientas cada día que tu corazón se llena del amor de Dios y vives con ardor cada momento de tu vida. Así llenarás de amor y ternura cada gesto y palabra que salga de tu interior, y te sentirás pleno y realizado, porque todo lo harás en su nombre. No hay mayor valentía que esto.