El Señor nunca defrauda y siempre se hace presente de la manera que menos pensamos y esperamos. Hay veces que nos cuesta trabajo verle y descubrirle, en otras, en cambio, lo vemos con claridad y no tenemos ninguna duda. Siempre está ahí, aguardando el momento oportuno para removernos y para que todo en nuestra vida comience a marchar sin saber cómo. Confía en el Señor y espera en Él; hay multitud de ocasiones donde la razón se hace fuerte y cuesta más trabajo entender y creer. Esta es nuestra lucha, abrir el corazón de par en par, para que el Señor actúe y todo lo que hagas sea desde la presencia del Señor. No tengas miedo ni reparo, deja que Jesús entre y forme parte de tu vida, sin ningún interés en la relación, nada más que sirviendo y actuando en su nombre, para que la paz que Dios da a tu corazón te ayude a descubrir el verdadero significado del servicio. Dice Jesús: «Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). Por esto Jesús te regala la vida eterna al escuchar su palabra. Una palabra que serena y revitaliza, que te acerca al Señor y te ayuda a vivir con fidelidad cada día, siendo instrumento suyo, para amar a los demás.
La muerte no viene sólo físicamente, sino también espiritualmente. La vida en Dios te permite descubrir nuevos lugares más bellos y profundos que los que hasta el momento de tu conversión no conocías. Cuida tu espiritualidad, porque te ayuda a ser fiel y no alejarte del Señor. Para escuchar con atención es necesario poner todos los sentidos en el emisor, para oír su voz con nitidez. Mantente concentrado en Él, no dejes que nada ni nadie te distraiga; son muchas las tentaciones y pensamientos banales que tendrás, que te hacen un flaco favor y sólo te alejan de la presencia salvadora de Dios. No te abandones en tu vida de fe y ten fuerza de voluntad para poder defenderte ante cada ataque del demonio. Lucha por lo que te hace más auténtico, velando siempre porque tu amistad con el Señor quede siempre intacta. «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). Los milagros existen, pero no vienen sin esfuerzo. Para que se produzca un milagro hay que abrir el corazón de par en par al Señor. No vale solo la buena voluntad y los buenos deseos. Son los gestos y las actitudes de tu vida personal las que van dando señales a Dios de tu disponibilidad para que entre y lo transforme todo. Por eso Jesús nos dice que hay que trabajar, hay que cuidar la fe e interiorizar el Evangelio, para que la tierra del corazón se vaya abonando y la semilla crezca y dé fruto.
Ante los grandes retos que la vida te plantea has de saber darle el sentido correcto desde la presencia de Dios. Haz silencio en tu mente y en tu corazón, para que puedas escuchar al Señor. Controlar y frenar los pensamientos es una tarea difícil, pero no imposible. Son muchas las cosas que te está diciendo a través de lo que acontece en tu vida y de las personas que te rodean. El Señor se revela y al escucharlo se establece una unión íntima contigo. Jesús toca tu corazón para que sientas su ternura, el amor que te tiene. Ponte en sus manos para que puedas abandonarte a la sencillez de Dios. Con tu poca fe es suficiente, ya que el amor de Dios consiste siempre en estar perdonando. Así es como se cambia y transforma la vida. Jesús está continuamente llamándote, ábrele las puertas de tu corazón para que un aire nuevo llegue a tu vida.