Acaba la primera jornada del Camino de Santiago, llena de buenas sensaciones y con la alegría de haber realizado la primera etapa, entre Ponferrada y Villafranca del Bierzo. Nada más salir del albergue solo una preocupación, encontrar la primera flecha que nos adentrara en el mundo del Camino de Santiago. No ha sido difícil porque ya nos habían explicado lo que teníamos que hacer en el albergue para coger la ruta, pero la incertidumbre de salir de la ciudad y no ver las flechas con tanta premura, han dado paso a los primeros pasos de inseguridad, por si íbamos o no en la dirección correcta.
Y Siempre he dicho que el Camino de Santiago es como la vida misma, y cierto que lo es. Cuántas veces a la hora de tomar decisiones nuestro interior se llena de incertidumbres, y rápidamente buscamos estímulos, sensaciones, pruebas…, que nos ayuden a constatar que vamos por el buen camino y que no estamos equivocados. Estas flechas que necesitamos son las que nos ayudan a seguir adelante, a no perder el norte en ningún momento, caminando con determinación y contemplando todo lo que hay a nuestro alrededor. Son tantos los detalles en los que nos podemos fijar que podríamos decir que no nos da tiempo a saborearlos con la dedicación que debiéramos porque paso tras paso vamos haciendo el camino con la finalidad de llegar a la meta cuanto antes. A cada uno nos llaman cosas distintas la atención, que nos sorprenden y hacen que nos paremos a contemplar. Lo importante es saber compartirlo y tener el corazón abierto para dejarse llevar por donde el Espíritu quiere. Esta es la aventura y sobre todo lo que el Señor nos hace en contadas ocasiones, rompernos los esquemas y llevarnos por lugares insospechados, llenos de experiencias maravillosas. El factor sorpresa es importante porque es reflejo de una actitud interior: no tener prejuicios ni programaciones hechas con anterioridad, sino más bien todo lo contrario, estar a la espera de lo que puede venir, viviendo cada acontecimiento como una novedad y como un regalo que Dios pone en tu camino para que llenes tu espíritu y tu interior del gozo del encuentro con Dios y los hermanos.
Por eso seguir la flecha es necesario, porque marca las evidencias, las certezas de que vas por el buen camino y no estás equivocado. Es bueno pensar en este momento cuáles son las evidencias y certezas de tu vida de fe que te hacen reconocer la presencia de Cristo en tu vida y que te hace caminar con paso firme y comprometido en tu vida espiritual. Porque al borde del camino siempre te encuentras con paradas que te ofrecen distintas alternativas que te presentan otras formas de vida que no tienen nada que ver con ser católico. Basta con ir cansado, necesitado de un sofá para descansar, alimento y bebida, para detenerte al borde del camino y participar de un estilo de vida distinto al que Jesús te propone en el Evangelio. La tentación aparece de la manera más inesperada, y se presenta como un lugar de descanso, apetecible, y que, por el momento que estás atravesando, te viene como anillo al dedo. No lo has buscado tú, simplemente ha aparecido cuando menos lo esperabas. Parece que estaba ahí, esperándote y mostrándose con todo su esplendor.
Seguir la flecha es dejarse llevar por quien te ha precedido, por quien quiere mostrarte un camino, un estilo de vida maravilloso que llene de felicidad y plenitud cada día de tu vida; por quien ha entregado su vida por ti, sus fuerzas y energías, esperando que tú encuentres el sentido a tu vida y puedas formar parte de la historia del Camino de la Vida, del Camino de la Fe. Jesús te ha llamado por tu nombre y te ha invitado a seguirle, proponiéndote horizontes desconocidos que te asombrarán y dándote cuenta de lo que eres capaz de hacer cuando te pones en sus manos y te dejas llevar. Sigue la flecha de la fe, y verás cuantas vivencias te tiene preparadas el Espíritu Santo. Te aseguro que no te defraudará, porque todo lo que hace siempre lo hace bien. Fíate y camina. Aunque el cansancio físico sea duro, el cuerpo se recupera pronto y te sorprende, mucho más cuando tu interior y tu espíritu está bien dispuesto y decidido a adentrarse en el maravilloso mundo de la fe. La alegría, gozo y realización personal que recibes, compensa y con creces todo lo material. Tu alma está decidida a dejarse llevar y a llenarse del mayor de los regalos que Dios nos hace: Él mismo. Ya solo por esto, merece la pena y mucho seguir las flechas que Dios pone cada día en mi/nuestro camino.