Qué fácil es relajarse y dejarse llevar por la euforia de conseguir y superar retos. El Camino rápidamente te devuelve a la realidad y a su dureza. Como ocurre en la vida. El mundo en el que vivimos también nos devuelve rápidamente a la realidad, especialmente cuando nos dejamos llevar por la satisfacción y la alegría de pensar que las cosas marchan viento en popa. Es necesario estar alerta, porque la marcha es exigente y tienes que seguir dando lo mejor de ti. No te descuides ni te abandones, porque si no lo andado hasta este momento no sirve de mucho. Es cierto que te ayuda a coger más experiencia, pero también es quedarte a medias en el objetivo. No seas duro contigo mismo, ten compasión de ti y trátate con misericordia también. Se fiel a la teoría, igual que debes ser fiel a la Palabra de Dios, que va marcando y dando sentido a tu vida, a tu día a día. Que sea tu fuente de inspiración, la fuerza que te impulse a seguir caminando y a seguir siendo especial y único.
No tengas la mirada siempre fija, mirando donde pisas y el paso siguiente que tienes que dar. Levanta tu cabeza y contempla todo lo que hay a tu alrededor, porque todo ha sido creado para que te admires y fijes tu mirada en el cielo, dando gracias y elevando tu corazón al Señor. La vida es un desafío constante, por eso el Camino es tan especial, porque te ayuda a sacar lo mejor de ti y a ponerlo justo delante de tus ojos, exprimiéndote al máximo. Son situaciones límite donde has de tener una respuesta generosa contigo mismo. No sirve reservarse, porque va en tu perjuicio. Te verás damnificado por la falta de compromiso y de entrega pues pasarán cosas delante de ti y no te enterarás. Estar alerta significa estar pendiente de todo. Que no se te escape ningún detalle, ninguna oportunidad para poder dar gracias ante tanta belleza que tienes delante de tus ojos. Todo te lo ha entregado Dios para que seas feliz. Tu propia vida: para que te realices en todo lo que haces; tu fe: para que en ella puedas encontrar la plenitud en todo lo que vives, especialmente en el encuentro personal que has de tener con Cristo; el mundo en el que vives: para que con lo que te rodea y los que tienes al lado, puedas ser instrumento del Señor para descubrirle en lo que acontece y hablar de Él a los que te rodean.
Son muchas las distracciones que tenemos y que hacen que no veamos a Dios, pero siempre hay una llamada, un instrumento que te acerca a Él. Cuando menos lo esperas, en el gesto más insignificante, es cuando descubres la puerta que te sumerge en la presencia del Señor. Y tu alma se alegra y se goza, porque Él lo llena todo y te hace tomar conciencia una vez más de que le necesitas, pues sin Él no eres nada. Y una vez más te das cuenta de la gran suerte que tienes y el privilegio que tienes de ser su compañero de camino, elegido para hacerle presente allá donde estés. No hacen falta grandes cosas, simplemente ponerte delante y sentirte enviado y elegido. Y a partir de ahí déjate llevar, porque no eres tú, es el Espíritu Santo quien actúa en ti y te guía, te ilumina, te dirige para que vayas donde te diga. Por eso es bueno que estés alerta, para que no pases nada por alto. Para que todo en tu vida sea una oportunidad de mostrar tu felicidad a los demás; de mirarles a los ojos y poder sonreírles auténticamente porque eres un claro reflejo del Señor.
«Entonces pasó el Señor en el susurro de una brisa suave» (1 Re 19, 12). No esperes grandes acontecimientos, estate alerta porque Dios pasa discretamente, para que tú le busques. Te deja libre para que elijas y tomes decisiones de fe que te hagan como Elias, taparte el rostro ante su paso y poder decir como Él: «Ardo de celo por el Señor» (1 Re 19, 14). Cuando vas al encuentro es cuando Dios viene en tu búsqueda, y por esto el Camino De Santiago es una búsqueda de fe, porque te propicia poder encontrarte contigo mismo, para tener tu propio equilibrio y desde ahí iniciar el proceso de Fe desde el encuentro con Cristo, que te quiere a su lado. No te duermas, mantente bien despierto, alerta, porque Dios está pasando a tu lado y quiere hablar contigo, como hizo con los de Emaús (cf Lc 24, 13-35) y preguntarte qué te ocurre, cómo estás.
Aprovecha tu Camino, que es tu propia vida. Presta atención y escucha todo lo que el Señor te está diciendo. Porque no cesa de decirte todo lo que puedes hacer para ser feliz. Evadirse es lo fácil, pasar por la puerta estrecha y sacrificarse es lo que te permitirá saborear más aún tu llegada al final de cada etapa, del Camino, en Santiago, que es tu propia vida. Estate alerta. Deja que sea Dios quien te hable.