Sonríele a Dios. «Sus planes no son nuestros planes, y nuestros caminos no son sus caminos» (Is 55, 8). Cuando de repente, ante nuestros ojos y pasos, se presenta un giro inesperado o una “sorpresa” no deseada, sabemos de sobra que esto nos descoloca. Parece como que todo se desmorona, como que la vida se para de repente y te ves cayendo al vacío, con tu vida totalmente descontrolada y saltando por los aires, siendo consciente de que todo se ha perdido y se ha derrumbado. Entonces le preguntas a Dios qué es lo que quiere de ti y qué te tiene preparado; y, además, te das cuenta de que todas las seguridades que te habías construido para sentirte bien y vivir aparentemente feliz han desaparecido repentinamente. Te falta el aire, tu cabeza no deja de dar vueltas y se te pasan por tu mente miles de pensamientos e ideas que cada vez se descontrolan más. Y surgen las preguntas sin respuesta y esa sensación en tu interior de que todo se ha perdido.
Quizás esta fue la sensación que los discípulos tuvieron cuando, desolados volvían tristes y decepcionados a Emaús. Y no fueron capaces de reconocer al Maestro que caminaba a su lado, consolándoles y explicándoles las Escrituras y el sentido de toda su vida. Jesús por sorpresa, en medio de su decepción, de su tristeza y vacío se hace el encontradizo en el camino y sus sensaciones empiezan a cambiar, aunque en su momento no fueron conscientes: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32). Es cierto, Dios te tiene preparado algo mejor: Para los discípulos de Emaús la alegría del encuentro con el Señor Resucitado al caer la tarde y al partir el pan, ¿y para ti?
Si eres capaz de responder a esa cuestión darás sentido a lo que estás viviendo en este preciso instante. No arrojes la toalla ni te evadas. Busca a Dios en ti y a tu alrededor y lo encontrarás, porque ha salido a tu encuentro; está caminando a tu lado como fiel compañero que nunca abandona, tendiéndote la mano para ayudarte a superar las dificultades. Está ahí, aunque en este momento no lo estés viendo. Es bueno aprender de los errores de los demás, y mucho más cuando nos lo cuentan para enseñarnos. Aprende de los de Emaús y párate en este preciso instante de tu camino y reconoce al mismo Jesús caminando a tu lado sonriendo, disfrutando de tu compañía: ¿disfrutas tú de la suya? Porque Jesús es fiel, no te abandona ni se aleja de ti nunca. Déjate guiar por Él, por sus caminos. Esos que no entran ni en tu razón ni en tus esquemas, a los que no les ves sentido ni son agradables ni apetecibles para ti. Porque lo desconocido para ti es conocido para Dios y si Él te lo presenta es para que te fíes y te dejes llevar sin poner ninguna traba. ¡Es tu momento! Da ese paso al frente, dile “Sí” desde lo más profundo de tu ser y adéntrate en la aventura de Dios para que te dejes sorprender y se puedan abrir otros horizontes en tu vida, esos que no esperabas y que te van a permitir crecer y madurar como creyente y como persona. Dios te ama y lo sabes.
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo» (Is 55, 10-11). Deja que el Señor te transforme con su Palabra y cambie tu corazón, para que tu confianza en Dios crezca cada día más y tu fe se vea fortalecida y renovada. La Palabra de Dios da vida porque es vida, por eso es importante no cerrarle el corazón, para que no muera. Hay veces que sin darnos cuenta nos ponemos un paraguas espiritual sobre nuestra cabeza y la Palabra no nos empapa, no nos transforma. Por eso ha llegado el momento de arriesgarse y quitarnos ese paragua que impide que el Señor entre de lleno en nuestro corazón y ponga nuestra vida “patas arriba”, para que desechemos todas nuestra debilidades y faltas y podamos escuchar con toda claridad y nitidez lo que Jesús nos quiere decir, sin rodeos, sin excusas. Siempre con un corazón bien dispuesto para llenar de frutos espirituales nuestras vidas y la de todos los que nos rodean.
Es Jesús, no temas, nunca falla. Sonríele a Dios.