En toda relación es condición indispensable la confianza para que funcione, avance por el buen camino y nos haga sentir seguros, de que la relación funciona y merece la pena. Somos conscientes de que una relación no tiene futuro si existe la desconfianza, porque hay situaciones que se dan dentro de la relación que requieren fe. Con el Señor nos ocurre lo mismo, tenemos que fomentar nuestra confianza en Él, para que cuando nos vengan los momentos de dificultad o cuando la vida no nos marche como a nosotros nos gustaría, no entremos en conflicto con Dios y nuestra fe no se debilite. La confianza está relacionada con lo que esperamos que suceda en el futuro, y las pruebas que vamos teniendo nos ayudan a reflexionar si lo que viene es bueno o no, si nos provoca incertidumbre o nos genera dudas sobre la influencia de Dios en nuestra vida. En momentos así es cuando más debemos confiar y esperar en el Señor.
Claramente las pruebas miden nuestra la fortaleza de nuestra fe. Es el termómetro que nos indica dónde nos encontramos en nuestra relación espiritual con Dios. Si algo activa nuestra fe es la confianza en Jesús; si algo la alimenta es la esperanza; y ambas, confianza y esperanza, nos permiten traer a nuestra memoria las promesas que el Señor hace y constatamos cómo el Señor siempre cumple lo que promete. Así nuestra certeza se hace más evidente y somos capaces de reconocer la grandeza de Dios en nuestra vida. Si tomamos el libro de Job, vemos que el día que le comunican que ha perdido su familia, sus bienes y su salud, es capaz de aguantar y sobrellevar el giro radical que la vida le da, confiando en el Señor. Lo perdió todo menos la confianza en Él: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor» (Job 1, 21). Satanás quería probar la fidelidad de Job hacia Dios y si se mantenía firme en su fe. Y, Job, nos da el ejemplo de confianza en Dios.
Las dificultades son parte de la vida y los cristianos tenemos la gran suerte de tener al Señor de nuestra parte, que no nos defrauda ni abandona, sino que siempre está a nuestro lado. Sabemos que los planes de Dios nunca nos van a perjudicar; por eso ante los sufrimientos que nos vienen hemos de perseverar y no dar pasos atrás en medio de los problemas. Dios está con nosotros. No dejes que en ningún momento las dificultades te ganen la batalla. Procura no presionarte ni deprimirte y busca al Señor que quiere ayudarte a seguir hacia adelante. Jesús nunca abandona, Él siempre está ayudándonos a llevar la cruz; por eso, cuando surja en tu interior la desconfianza agárrate fuertemente a tu cruz y sigue avanzando porque, aunque no lo veas ni sientas, Él está detrás de ti llevando contigo la cruz para que te pese menos.
Del Señor no viene la maldad, por eso no peques contra Él cuando te encuentres mal o desbordado por las situaciones. Ten en cuenta que el demonio está deseando hundir tu fe, y si te sientes derrotado y alejado de Dios, él va a estar feliz porque se ha salido con la suya. Y si encima pierdes la fe mucho más contento va a estar. Por eso deja que tu fe te ayude a arraigarte más en el Señor, para que tengas más vida y puedas buscar en Él la fuente que te alimenta y da sentido a todo lo que vives. Sé como el árbol plantado en la orilla del río; lleno de vida y de frutos, e incluso cuando hay sequía no se agota porque las raíces siguen alimentándose porque el alimento nunca se agota. Confía en Dios plenamente, hasta las últimas de tus fuerzas y Él actuará en tu vida. Al igual que el que escala una montaña confía en sus cuerdas y arneses; al igual que el paracaidista cuando salta del avión confía en su paracaídas; confía en Jesús que es la garantía absoluta de amor, fortaleza, paz, seguridad, misericordia… y tantos sentimientos y vivencias que tienes y tendrás. La confianza en Jesús es un gozo, incluso cuando no podemos ver cumplidas sus promesas.
¿Cómo está tu termómetro de la confianza en Dios? Confía.