Esperar con paciencia es todo un reto, un gran logro el que cada uno conseguimos cada vez que lo realizamos. Porque es muy fácil desesperar en los momentos de dificultad o cuando nos vemos acorralados por situaciones y vivencias difíciles. Nuestras actitudes son las que van marcando nuestro estado de espera o de desesperación, y sobre todo lo que fluye en nuestro interior, donde nosotros decidimos lo que queremos compartir o reservarnos para nuestra intimidad personal. Para lograr esperar que acontezca lo que necesitamos y así recuperar nuestra paz y calma interior, es fundamental la paciencia. Sin ella estamos perdidos, porque además es un fiel reflejo de nuestra confianza en el Señor. Están íntimamente unidas y relacionadas porque la una depende de la otra y viceversa; caminan de la mano, porque quien confía es capaz de ser paciente y dar su tiempo, y quien desconfía rápidamente va a buscar a otro lugar lo que necesita esperando encontrarlo con prontitud.
No podemos controlar ciertos ámbitos de nuestra vida; son muchas las cosas que se nos escapan y que no dependen de nosotros; seguro que en este momento estás esperando que acontezca algo en tu vida y que llevas tiempo esperando que ocurra. No desesperes, y sobre todo, no dejes de mirar al cielo con confianza para que Dios te conceda la paciencia suficiente para afrontar tu presente. Dice el apóstol Santiago: «Por tanto, hermanos, esperad con paciencia hasta la venida del Señor. Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca» (Sant 5, 7-8). Toda una hoja de ruta la que nos propone el apóstol para que seamos capaces de vivir con paciencia y paz los momentos de incertidumbre en nuestra vida.
Es fundamental no desesperar y no perder los nervios ni la calma. A veces las situaciones apremian y nos llenan de angustia, pero tenemos que apoyarnos en la fe que siempre está ahí para sostenernos. Porque deseemos que los acontecimientos lleguen pronto, no van a venir nada más que a su tiempo, pues todo lleva su proceso y su ritmo. Por mucho esfuerzo que nos cueste, hemos de saber adaptarnos cuanto antes a las nuevas situaciones para que el sufrimiento no sea demasiado y pase cuanto antes. ¡Cuánto más nos revelemos peor será el sufrimiento! Por eso detente, frena en seco si te encuentras mal y respira profundo para abandonarte en el Señor. Déjalo todo en sus manos y que Él sea quien se encargue de tu situación. No dejes que la situación que estás viviendo te martirice y desgaste tanto para que nada tenga sentido y te rindas. No bajes los brazos porque en el Señor vas a encontrar el consuelo, la paciencia, la fortaleza y el ánimo para seguir adelante, caminando y avanzando en tu vida con esperanza.
Ten por seguro que el Señor siempre escucha tus oraciones, para Él eres importante y tus necesidades no le son ajenas. No te resignes y espera en el Señor con paciencia porque solo así conseguirás la paz para seguir con tu vida y poder contarla con la seguridad de que el Señor vendrá en tu ayuda, en tu rescate; y sentirás que ha sido una buena decisión el ponerlo todo en sus manos. Intenta comprender que la manera de ejercitar la paciencia es esperando y si quieres aprender a esperar has de tener paciencia, porque el día a día te va a ir enseñando los caminos que has de recorrer para que tu espera sea fructífera. Ten presente que Dios nunca abandona, Dios es fiel y siempre está ahí con las manos extendidas para abrazarte y llenarte de su amor.
Señor Jesús, enséñame a esperar con paciencia,
a no desesperar ante las dificultades que se me presenten.
Ayúdame a confiar en Ti,
para que pueda afrontar cada momento con paz y serenidad.
Gracias por estar siempre ahí, dispuesto a escucharme y ayudarme.
Gracias por ser mi Dios
y por darme lo que más necesito en cada momento.