En estos primeros días de Cuaresma queremos concienciarnos de lo importante que es celebrar la Pascua y lo que esto conlleva, porque es una preparación especial la que hemos de realizar, ya que estamos llamados a descubrir en nuestra vida creyente cuáles son las exigencias que tiene, porque no queremos quedarnos en el recuerdo de que Jesucristo resucitó, sino que queremos celebrar y hacer vida la Resurrección con todo lo que implica, porque Jesús «ha venido a llamar a los pecadores a que se conviertan» (Lc 5, 32) y no ha venido a condenarnos ni a pasarnos factura por nuestras faltas y pecados. Más bien todo lo contrario, quiere mostrarnos la misericordia infinita de Dios, que siempre nos quiere acoger para abrazarnos porque somos sus hijos.
Vivir la Cuaresma significa estar dispuesto a ser luz y apartar de ella todo lo que nos impide brillar. Por mucha necesidad que tengamos de conversión, la luz de nuestro interior no debe dejar de brillar allá donde estemos. Hay veces que no brillamos con fuerza ni damos el testimonio que debiéramos, pero los dones que tenemos siguen estando ahí dentro, esperando a que les demos todo su uso y los entreguemos a los demás, para que podamos vivir con más autenticidad nuestra vida de fe. No podemos tapar nuestra luz para que todo sea oscuridad. Cada una de las actitudes que tenemos y que hacemos por el Señor y por amor a los demás siguiendo los consejos del Evangelio, van poco a poco quitando toda esa opacidad y comenzamos a dar luz, cada vez más. Así es como nos quiere Jesús: «No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa» (Mt 5, 15).
Jesús quiere que nosotros estemos también en el candelero con nuestra luz, para alumbrar a todos los que nos rodean y se acercan a nosotros. Estar en el candelero significa estar en primera línea, dando ese paso al frente que nos pone ante los demás, venciendo nuestros miedos, nuestro respeto humano… para que demos testimonio y razón de nuestra fe. No es el momento de dar un paso atrás o al lado para que pasen los demás. Es tu momento, así te lo digo, para que seas tú quien hable muestre el camino a los otros. Es tiempo de Cuaresma y ha llegado el momento de que tu relación con Dios siga enriqueciéndose, madurando, fortaleciéndose; para que con tu experiencia de fe seas capaz de señalar también el camino que conduce al Señor.
Lo fácil es pensar que no eres digno, que tú no estás preparado. Estar en gracia de Dios significa estar preparado para dejar que el Señor siga actuando y que la eficacia de tu fe se muestre en tu forma de vida y en tu testimonio. «Al que no permanece en mi lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego y arden» (Jn 15, 6). El tiempo de Cuaresma no es momento para secarse o dejarse llevar, es momento para renacer, renovarse y reemprender la marcha al lado de Jesús, que nos lleva a Jerusalén, al Monte Calvario para dar la vida por el Evangelio, por el Señor. Y lo más hermoso es que el Señor te ha elegido a ti para ponerte en el candelero y des luz. Es ineludible e irrenunciable porque habiendo experimentado el amor de Dios y su misericordia has descubierto que no hay nada más grande que Él, que todo es nada si le tienes a Él y que tu vida está vacía y sin sentido si Él no está. ¡Y qué bien te has sentido después de una buena confesión! ¡Qué descanso más grande! Por eso Jesús te quiere en el candelero, porque quiere que seas luz y le acerques a los que están a tu lado.
Gracias Jesús por este tiempo donde me doy cuenta que contigo la vida es distinta, más plena.