Decía el Papa Emérito Benedicto XVI en la Eucaristía de Cuatro Vientos en la JMJ de Madrid 2011 que la fe no hay que vivirla por libre sino en comunidad. Que no podemos ser individualistas y construirnos una religión a nuestra medida, sino vivir en grupo, con una referencia clara y concreta dentro de la Iglesia. Si queremos ser discípulos de Jesús hemos de seguir sus pasos y estar dentro de una comunidad, como los apóstoles, a los que fue llamando uno por uno; con mucho amor y paciencia los fue enseñando y acompañando; tuvieron momentos de intimidad donde les explicaba la Palabra de Dios y pudieron contemplar con sus propios ojos los milagros que el Señor hacía ayudando a los más necesitados. Todo se dio dentro de la comunidad, lugar de vida, compromiso y entrega diaria.
A vosotros, queridos miembros de mi grupo de jóvenes de Emaús os dedico con mucho cariño estas líneas, para agradeceros y animaros a seguir adelante, descubriendo cada día al Señor Jesús que es quien tiene que dar sentido a nuestra vida y a nuestra comunidad. De Él tenemos que seguir aprendiendo, poniéndonos en sus manos, sabiendo que el camino que tenemos por delante es de largo recorrido y que los momentos de encuentro son oportunidades de crecer y compartir. Hemos vivido momentos increíbles como grupo, somos testigos de ello. Necesitamos seguir poniendo en práctica aquello que aprendemos. Cada trabajo con los niños y jóvenes que tenemos semana tras semana es una oportunidad única de sentiros misioneros. Enamorémonos de Jesucristo y renovemos ese amor cada día, pues Él es nuestro compañero de camino que nos explica las Escrituras, el por qué de la vida y da sentido a nuestros compromisos. Hemos de seguir cuidando mucho la intimidad con Cristo, porque en la intimidad del Cenáculo se aparece resucitado; nos parte y reparte el pan de la Eucaristía, que nos renueva y hace que nunca perdamos la ilusión de servir. Podremos cansarnos por el ritmo de actividades, la intensidad de un campamento, el estar pendiente de todo; pero el mejor regalo que Cristo nos concede es la satisfacción de haber dado la vida por Él vaciándonos por los demás y sirviéndolos en todo momento sin esperar nada a cambio.
Este curso ha sido muy intenso y echando la mirada atrás demos gracias a Dios por habernos elegido para servir y compartir la fe; para unirnos desde el corazón a los otros y saber que lo que hacemos es por Cristo, en medio de los hombres, con sus pobrezas e imperfecciones, pero con la oportunidad de sacar lo mejor que llevamos dentro para entregarlo y tapar así las flaquezas y miserias humanas. Con las responsabilidades vamos aprendiendo, madurando, creciendo, haciéndoos más auténticos; tenemos que animarnos mutuamente para seguir así: formándonos como creyentes con mayor profundidad, para saber acercar a los demás al encuentro con Jesús resucitado. Y como los discípulos de Emaús provoquemos en los demás ese deseo de decirle al Señor Resucitado: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída» (Lc 24, 29).
Hay dos tipos de lazos que tenemos que tener muy presentes:
– Los lazos humanos son necesarios e importantes, esos los tenemos que seguir cuidando para que nada los rompa y haga que sigamos caminando en buena armonía;
– Y los lazos espirituales son vitales para que los corazones estén unidos en un mismo proyecto de vida, unidos por Cristo, que siempre los hace más fuertes. Compartir los ideales del Evangelio, la espiritualidad y el proyecto de Iglesia que creemos y sentimos hará que seamos verdaderos testigos de la Resurrección, y entonces anunciaremos con la alegría del que siente a Cristo vivo.
Seguimos caminando porque Cristo está entre nosotros a pesar de nuestras debilidades; Dios todo lo hace bien, y nos sigue permitiendo compartir este proyecto juntos desde la fe. Y es que desde la fe todo es distinto, hermoso y grande. Merece la pena seguir adelante. Muchas vivencias nos quedan por compartir con Cristo en medio de nosotros. Si Dios ha permitido que nuestros caminos se crucen y caminemos juntos construyendo Iglesia, ilusionando a personas, compartiendo vivencias hermosas como en estos años, es para seguir poniendo en práctica el Evangelio que merece y mucho la pena. Desde el corazón sigamos rezando los unos por los otros, abiertos a lo que el Señor nos sugiera siempre. Con mucho cariño.