Actuar por amor. Es uno de los principales retos que tenemos cada día. Son muchas las situaciones en las que nos encontramos tentados de cumplir, no comprometernos, pasar de largo, abandonarnos… y que apagan ese ardor de nuestra alma por ser fiel al mandamiento del amor que nos dio Jesús. Actuar por amor es exigente, mucho más cuando tenemos algún desencuentro con las personas que nos rodean y no somos capaces de perdonar ni de practicar la misericordia en su plenitud. Los corazones comienzan a distanciarse y, por tanto, la actitud de servicio y de amor no sale con la misma frescura que cuando estamos totalmente unidos al hermano. La falta de diálogo hace que muchas veces nos dejemos influenciar por actitudes y medias palabras que a veces mal interpretamos y que hacen que nos lleguemos a imaginar lo que no es o a pensar más de la cuenta, dejando que pase el tiempo y cerrándonos al diálogo fluido que anteriormente hemos podido tener con el otro.
Actuar por amor es reflejo de la influencia de Cristo en nuestra vida, que tiene que ser el centro. Si quieres aportar algo a los demás debes de estar lleno de ello. Si quieres hablar del amor de Cristo has de estar lleno de Él; si quieres hacer algo por los otros ha de ser desde el “Sí” de amor que le has dado al Señor Jesús y que te hace amar desinteresadamente sin esperar nada a cambio de los demás. Por eso es importante vivir en armonía, porque es signo del equilibrio personal en el que vivimos y cómo a nuestra dimensión espiritual le damos la importancia que se merece en nuestra vida. Nos podemos servir de todo y tenemos que ser servidores de todos. El servicio nace del amor y de la identificación plena con Cristo en la Cruz, que entrega su vida sin esperar nada a cambio. El que sirve lo hace por amor; y así es como queremos vivir siempre: Dando la vida por los demás.
Sabemos que en la vida hay situaciones que nos superan, que se nos escapan y hacen que todo lo que somos se pueda llegar a balancear. Nuestra vida no puede depender del éxito del momento o de cómo nos sintamos cuando se nos cuestiona; hemos de tener las cosas claras y ser conscientes de que en Dios está nuestra fuerza, porque las debilidades con su ayuda se viven de una manera distinta, porque dejan de importar con la misma naturaleza con la que Dios se hace presente. La vida la podemos vivir de dos maneras: desde el amor o lejos de él. Si hay algo que influye en nuestra vida es cómo nos sentimos en cada momento. Muchas veces nos complicamos la existencia de la manera más insignificante, porque empezamos a dar valor a situaciones que no tienen tanta importancia y nos olvidamos de hacerlo cuando realmente la ocasión lo requiere.
La actitud es importante, porque nos permite cambiar nuestras prioridades, saliendo de nosotros mismos y abriéndonos a los demás, a pesar de que un día en el desierto se hace difícil y eterno. Actuar por amor nos permite hacer cosas que aparentemente nos resultan imposibles, porque nos abandonamos y dejamos de preocuparnos por lo que realmente nos hace disfrutar y vivir. No puedes estar pensando en lo que vas a recibir y no proyectar tu amor. Si quieres pensar en positivo has de estar abierto a lo que tu corazón siente y vivir coherentemente, porque así te irás exigiendo a ti mismo cada vez más, y dejarás de exigir a quien está a tu lado. Por eso nos dice el apóstol san Pablo: «Nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos» (2 Cor 5, 14-15).Nuestra actitud tiene que ser esta: actuar por amor y que toda nuestra vida nos lleve al mismo Jesucristo.