«El que se ama a sí mismo, se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). La vida es un regalo de Dios que tenemos que cuidar y conservar. Hemos de amarla y defenderla constantemente, porque es el primer don que Dios nos hace a cada uno. Estamos llamados a amar la Vida y no centrarnos en lo propio nuestro, porque entonces comenzamos a perder fuerza y a ser derrotados por todas las amenazas del mundo que atentan contra la vida física y la vida espiritual. Quien vive para lo propio se convierte en un egoísta, aunque pueda prosperar en los éxitos materiales y mundanos. El mundo se está encargando de meternos muy bien esta idea, porque necesita personas vulnerables interiormente, centradas en sí mismas, para seguir alimentándose y sintiéndose fuerte y dominador de las voluntades de cada ser humano. Jesús nos invita a lo contrario. Él siempre desecha la búsqueda del éxito personal a costa del olvido de los hermanos. Por eso critica con dureza a todos los que se buscan a sí mismos antes que a los hermanos. El verdadero sentido de la vida está en entregarse a los otros, para que así podamos amar y donarnos a los demás gratuitamente sin esperar nada a cambio, siguiendo los mismos pasos de Jesús, que pasaba por todos los lugares haciendo el bien y entregó su vida en la cruz por amor.
Todos los días tenemos que tomar muchas decisiones, y como siempre, hoy tenemos que elegir nuevamente entre el amor o el egoísmo; entre cuidar nuestra propia vida apegados a nuestras cosas, comodidades, placeres, dinero, hábitos…, porque el diablo entra por cualquier lugar de nuestra vida que esté anestesiado, adormecido. Y en este sentido la voluntad tiene mucho que ver, porque en ocasiones la relajamos demasiado. Si tomas este camino estás abocado a quedarte solo, vacío interiormente, con un desencanto en tu vida que te lleva a bajar los brazos en multitud de situaciones en las que tienes que luchar, creando una sensación de amargura y de frustración importante en tu vida interior, siendo consciente de que las cosas no marchan del todo bien y que el círculo vicioso en el que te has sumergido parece que no tiene fin y que no es tan fácil salir de él. No dejes que nada te impida dar lo mejor de ti mismo; no pienses que tus esfuerzos son baldíos, que tú no puedes cambiar lo que te rodea, que el mundo es demasiado grande para ti y tú demasiado pequeño e insignificante para transformarlo. Ponte en las manos de Dios y deja que Él haga las cosas por ti. Tú entrégate y da siempre lo mejor de ti mismo cada día de tu vida. El Señor sacará todo tu potencial a la luz, porque «no hay nada oculto, sino para que salga a la luz» (Mc 4, 22), y tú tienes muchas cosas buenas guardadas dentro de ti que han de salir a la luz, para que con la ayuda del Señor puedas entregarte cada día y sentirte realizado en todo lo que haces, con la ayuda de Cristo que quiere que des la vida gratuitamente, sin esperar nada a cambio.
Dios nunca ha elegido el poder ni la fuerza para erradicar todos los males que los hombres y el mundo podamos tener. Dios ha elegido el camino del amor sencillo y humilde, porque es lo que de verdad liberta y llena de alegría el corazón del hombre. Por eso nos dice Jesús que «quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos» (Mc 9, 35), pues el servicio es el verdadero poder que nos hace más fuerte ante los demás. Porque al actuar llenamos de amor lo que hacemos y se llega más fácilmente al corazón de los demás cuando eres capaz de amar y actuar con todo tu corazón. Si quieres tener éxito en todas tus empresas sirve con todo el amor del que seas capaz brindar y entregar y da testimonio con tu vida de todo lo que Jesús te dice en tu día a día. No menosprecies la oración ni la relegues a lo último que has de hacer en cada jornada. La oración es el verdadero alimento que te ayudará a entregarte a los demás y dar verdadero testimonio de Cristo allá donde te encuentres. Dar la vida significa renunciar a ti mismo poniéndote en las manos de Dios para que Él siga haciendo cosas grandes a través tuyo. La recompensa será inesperada para ti y verás la multitud de personas, vivencias y lugares que Él te tiene preparados y la felicidad que experimentarás estando cerca suya.