Alegría renovada en la Resurrección

K¿Cuantas veces te has sentido sin ánimo, sin ganas de caminar y de abandonarlo todo? Hay veces que la oscuridad se hace fuerte ante la luz de nuestra vida, y nos cuesta trabajo avanzar, seguir hacia delante. Jesús con su resurrección quiere ayudarnos a superar estas situaciones que nos llevan al desánimo, a la muerte en la fe. Cristo nos ayuda a poder madurar, dejando atrás todo aquello que nos sumerge en el sepulcro bien sellado. La Resurrección de Cristo supone una ruptura con todo aquello que nos habla de debilidad y fragilidad. Dios nos da la posibilidad de sumergirnos en el misterio más hermoso de nuestra fe, y poder descubrir desde su presencia todo aquello que nos habla de triunfo, de vida, de nuevos caminos y oportunidades que se nos brindan para vivir más plenamente el Evangelio y compartirlo especialmente con los hermanos. No es una vivencia personal, ni mucho menos una celebración individual, sino que es en la comunidad donde nos encontramos con los hermanos que creen y se alegran por lo mismo que nosotros. Jesús fue lo primero que hizo, rodearse de discípulos, de amigos con los que compartir la vida y a los que enseñar. No hacía nada sin ellos, todo lo compartían. Esta es la invitación que en esta Pascua el Señor Jesús nos hace a cada uno: compartir nuestra fe y lo que somos, abriendo el corazón sin temor, porque Dios actúa en él y nos permite reconocerlo.

Tras la Resurrección, nuevamente, al igual que al comienzo de su vida pública, Jesús toma la iniciativa de encontrarse con los discípulos y presentarse delante de ellos, para transformar su tristeza y sus miedos en alegría y valentía para dar razón de su fe y compartirla con todo el mundo. A los discípulos también les sirvió para darse cuenta, una vez más, que Dios siempre cumple, que su Palabra es verdadera y que todo lo que dice se hace realidad. La sorpresa que se llevaron al ser elegidos discípulos y dejar las redes, nuevamente se repite en el Cenáculo cuando estando con las puertas cerradas por miedo a los judíos, Cristo se presenta y les dice: “¡Paz a vosotros!” (cf Jn 20, 19-23). Sus vidas volvieron a cambiar; el Señor Jesús pudo reconfortarlos ante la frustración tan grande que sentían; sus pulmones volvían a respirar hondo y aliviados al contemplar con sus ojos la presencia de Cristo Resucitado.¡Qué necesidad tan grande tenemos de encontrarnos con Él! En Dios lo encontramos todo y sólo en Él podemos descansar con la certeza de que no nos va a fallar porque su Palabra y su Amor son incondicionales.

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Cultiva y cuida tu relación con el Señor, para que avances en tu caminar, descubriendo que con la ayuda del Señor estás llamado a hacer cosas grandes, algunas impensables para ti, porque los planes del Señor siempre son distintos a los nuestros. Dios siempre nos supera y con creces. La vida nueva que nos ofrece está llena de horizontes nuevos por descubrir. No pienses que todo está vivido y realizado ya. De Dios siempre hay facetas nuevas que descubrir y en las que profundizar. Con Él nunca se llega a la meta, solo cuando nos encontremos con Él cara a cara. Deja que el Señor Jesús entre en todas aquellas puertas bien cerradas que puedas tener en tu interior, y que vigilas con mucho recelo que nadie entre. No le escondas nada, Él lo conoce todo y sabe de nuestras intenciones; no le podemos engañar ni ocultar nada. Lánzate a esta aventura apasionante de dejarte llevar por Él, porque así verás cómo tu fe sigue construyéndose y aumentando cada día más, porque es Jesús Resucitado quien habita en ti. Desde luego, no hay mayor regalo ni mayor vivencia que sentir tu vida llena del Amor de Dios y ser consciente de lo privilegiado que eres porque Dios ha puesto su mirada en ti, te ha encomendado la misión de anunciar a los que te rodean que Cristo está vivo y te llena de su amor, porque para Él eres único e irrepetible. No hay mayor regalo que este. ¿Estás de acuerdo?