Siempre que nos dan una mala noticia ante una enfermedad, un accidente o cualquier cosa que ocurre gravemente nos ponemos en el peor de los casos y de las situaciones que pueden llegar a ocurrir. Sabemos de nuestra condición mortal y de la debilidad y fragilidad del cuerpo humano, tan frágil y vulnerable. Nuestra mente es capaz de llegar a pensar a velocidad terminal, en pocos segundos, tantas situaciones que se nos puedan venir ante las posibles consecuencias de la mala noticia que nos acaban de dar. Mantener la calma, la paz, la serenidad y la tranquilidad en una situación así es muy complicado, porque necesitamos asimilar, aceptar y hacernos a la idea. Es un proceso mental que se da en cada persona y por el que todos, queramos o no, hemos de pasar. Sabemos que hay ciertos acontecimientos que no se digieren con facilidad y por desgracia no tenemos ni patrones ni recetas que nos den rápidas soluciones y respuestas a las nuevas vivencias que se nos plantean.
En estos casos la fe juega un papel importante porque siempre nos ayuda a afrontar y saber dar los primeros pasos al recibir las malas noticias que nos bloquean y hunden en el desconsuelo, desánimo y desilusión. Afrontar estas situaciones duras de la vida desde la fe, siempre es un aliento para el creyente, porque todo se encaja de una manera totalmente distinta. Dios da fuerza aunque no seamos capaces de explicarlo, pero está ahí sosteniendo y manteniéndonos en la fe, velando por nosotros para que no nos hundamos, dando fuerza y consuelo para que podamos seguir caminando y sobreponernos cuanto antes de las dificultades. Cuando hablamos con los afectados y les escuchamos cómo confían en Dios y siguen esperando en Él, se convierten para nosotros en modelos de fe y en ejemplos más que convincentes de cómo tenemos que afrontar las dificultades confiando en el Señor.
Seguro que en tu entorno tienes personas que son un ejemplo a seguir de cómo están afrontando las dificultades que la vida les ha puesto por delante y cómo creen en Dios y alimentan su fe día tras día, intentando seguir dando vida a su entorno a pesar del gran peso que soportan sus hombros. No se desalientan aunque su corazón, que es humano, no puede dejar de sentir ni de padecer, pero con una salvedad, porque la fe les ayuda a seguir dando sentido a su vida, a seguir caminando cada día con paso firme y alimentándose de Dios en todo momento, porque se han agarrado fuertemente a Él, siendo conscientes, por su fe, que es el único que les puede ayudar a superar los grandes baches que tienen de repente frente a ellos.
Dice el libro de los Salmos: «El justo no temerá las malas noticias, porque su corazón está firme en el Señor» (Sal 112, 7). Lo importante es desear encontrarnos con Dios, para que así la relación sea mucho más fluida y fructífera. Quien confía en Dios nunca pondrá su Palabra en cuestión y vivirá lleno del santo Temor de Dios, procurando no ofender a Dios ni apartarse de Él, ni siquiera con la duda. Abramos el corazón para que en Dios seamos capaces de seguir esperando y no desfallecer por muy difíciles e imposibles que veamos las cosas. Las malas noticias son también una oportunidad para ser tentados y rebelarnos contra Dios, porque tenemos muchas preguntas sin respuesta, muchas dudas que nos asaltan y muchos sentimientos encontrados que nos llevan siempre a ponernos en la peor de las situaciones.
Un ejemplo claro lo tenemos en María la pie de la Cruz, cómo ante la injusticia y contemplar a su hijo muriendo injustamente en la Cruz, supo ponerse en los manos del Padre y convertirse así en un signo de fe y de confianza absoluta en el Señor. María ante las malas noticias no renegó de Dios, sino que se abrazó más fuertemente a la cruz. Reina de la Paz, ilumínanos, enséñanos el camino a seguir ante las malas noticias.