Buscar lo extraordinario en lo ordinario. ¡Qué difícil resulta no dejarse embaucar por la rutina y no perder el sentido de lo que estás viviendo! Poner amor en lo que haces para que todo lo hagas de corazón. Pensar en “la clave del tú”, antes que en mis propias necesidades y entregarte a los demás sin medida. No creerte con derechos adquiridos por mucho tiempo que lleves comprometido en un mismo lugar, más bien lo contrario, mostrar siempre esa actitud de servicio que te llena de humildad y te permite vivir cada día como si fuera una novedad o un novato en tu profesión. Ese miedo e incertidumbre que te invaden porque no sabes bien si estarás o no a la altura de lo que se te exige. No buscar el reconocimiento o la palmada en la espalda por los frutos de tu esfuerzo. Cuidar los espacios de tu entorno como si fuera lo más valioso que vas a tener en tu vida. No perder la sonrisa ni el entusiasmo por muy cuesta arriba que se pongan tu vida…, son situaciones extraordinarias que dan un toque muy especial a lo que tenemos que vivir.
El contacto con los demás es vital, y es a ellos a los que tenemos que entregarnos como Jesús nos enseña desde la Cruz. Agradar a los demás, sonreírles, servirles, dar la vida por ellos…, te costará menos trabajo si eres capaz de llegar a comprender que te sientes satisfecho y realizado cuando sirves de corazón y te entregas al cien por cien en todo lo que haces. Que nuestro mundo marche por otros caminos más independientes sin contar con los demás nada más que aprovecharse de ellos, no ha de ser motivo para que te dejes arrastrar por ese estilo de vida. Tu vida vale mucho más y el trato que te des a ti mismo con lo que vives y cada actitud que sale de tu corazón te permitirán convertir en algo extraordinario y maravilloso lo más insignificante de tu vida. El tiempo que pierdas o que no aproveches para ser feliz no volverá más, y habrás perdido oportunidades de sentirte más feliz y realizado en tu vida.
Vive con pasión para que cada momento lo conviertas en un saborear la vida, sin perder ningún detalle. Da siempre lo mejor de ti, no esperes a momentos especiales (que siempre son puntuales) para entregarte por completo. Transforma cada oportunidad en una entrega total al Señor y a los demás, movido por el gran amor que el Señor te tiene. Tu trabajo ha de ser extraordinario desde el momento en que pasa por tu mente que lo tienes que realizar. ¿Cómo quieres que sea? ¿Ordinario o extraordinario? ¿Especial o rutinario? ¿Con sentido o sin sentido? Depende de ti y cómo lo quieras afrontar, la elección es tuya y no hace falta que te prepares especialmente, porque eres capaz de convertir tu vida en un momento especial. Piensa si eres feliz y te sientes realizado en tu manera de vivir. No dejes que pasen más días, haz que tu vida sea especial convirtiendo lo ordinario en extraordinario.
Agradécele a Dios cada día de tu vida, cada encuentro con el otro, cada instante en el que tienes la oportunidad de mostrarte tal y como eres. No le pongas condiciones, barreras o máscaras a tu corazón, porque así te perjudicas; no te conviertas en tu principal enemigo, pues no es una lucha contra ti. Que todas tus energías vayan siempre hacia lo positivo para que lo malo o pobre vayan desapareciendo de tu vida. No te conformes con lo mínimo, es lo más habitual; deja que el Señor te ilumine para sacar siempre lo mejor de ti y no intuirlo. Dios te ama; busca lo extraordinario en lo ordinario.