Crecer en la ilusión, crecer en la fe y poder compartirla. Es todo un camino que merece la pena a pesar de las dificultades con las que te puedes encontrar. No te rindas, no te dejes llevar por la pereza o por la comodidad que tanto daño hacen a nuestro crecimiento personal. La vida está llena de muchos momentos y casi siempre somos conscientes de ellos cuando los estamos viviendo, especialmente cuando las etapas son duraderas. Hay etapas en las que no nos encontramos en nuestro mejor momento y otras en las que tenemos un deseo enorme de hacer grandes cosas. Lo importante es que de todo saques una enseñanza para tu vida que te ayude a dar lo mejor de ti a los demás.
Cuando te sientes identificado con un proyecto tu vida se llena de ilusión, de expectativas que te ayudan a colmar tus deseos. Es este el momento que tienes que aprovechar para dar los mejor de ti y entregarte al máximo. Que la ilusión te lleve a volar alto y a dejarte llevar por caminos insospechados, esos que el Espíritu Santo quiere realizar en ti para que te sientas totalmente realizado y disfrutes de la felicidad, que muchas veces es pasajera y que en otras ocasiones te deja un muy buen sabor de boca. Hacer lo correcto y sentirte realizado van muy unidos de la mano.
Siempre es muy gratificante ver los frutos de la siembra, aunque algunas veces cueste trabajo reconocerlos. Es una ocasión propicia para dar lo mejor de ti y no guardarte nada, aunque muchas veces tengamos vergüenza a la hora de hablar y de presentarnos ante los demás. Dios quiere que camines sin pausa y a tu ritmo. Comparte tu fe y vívela con todas sus consecuencias, sin miedos ni vergüenzas, sabiendo que eres instrumento del Señor y que quiere que des lo mejor de ti en todo momento. Compartir tus vivencias y tus experiencias es importante pues siempre pueden ayudar a alguien. Hay veces que nos infravaloramos tanto que pensamos que lo que nosotros tenemos que aportar a los demás no es importante ni necesario. No te equivoques, todo lo que vives, sientes y crees puede ayudar a alguien, por norma general a quien menos te lo esperas; porque siempre hay sedientos que necesitan escuchar esas palabras que expresan sentimientos y creencias y a las que muchas ocasiones no se saben poner palabras. Siempre, en algún momento de la vida, necesitamos ordenar nuestras ideas y verbalizar todo lo que tenemos guardado en nuestro corazón.
Por eso la Palabra de Dios nos invita a poner todo en común. La primera comunidad cristiana «tenía un solo corazón y una sola alma; nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común» (Hch 4, 32). Los primeros cristianos no compartían solamente lo material, «nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía», sino que los bienes espirituales, los dones que cada una habían recibido los ponían en común y por eso «tenían un solo corazón y una sola alma», que les permitía vivir unidos compartiendo los mismos proyectos unidos desde el corazón. Cuando te sientes identificado e ilusionado con un proyecto de vida que te enamora y saca lo mejor de ti, pones el corazón en lo que haces y hablas del corazón cuando compartes. No tengas miedo a expresarte, a compartir vivencias, a abrir tu corazón a los demás; es lo que te pide Jesús, que todo lo que nazca de tu interior sea desde el amor más profundo. Sé feliz amando, sirviendo y construyendo para «que nadie te quite la alegría» (Jn 16, 22) de compartir todo lo que tienes dentro, pues si Dios te bendice con tus vivencias que tanto te ayudan, tienes que cantar al mundo las maravillas que Él hace contigo.