Son nuestros hechos los que hablan por nosotros mismos, los que manifiestan las intenciones que tenemos cuando actuamos, los que revelan lo que hay en nuestro corazón. Nuestros hechos son la puesta en práctica de nuestra filosofía de vida, que se tiene que ver correspondida con nuestra coherencia personal, poniendo en práctica lo que creemos y decimos. Vemos a nuestro alrededor multitud de personas interesadas en sí mismas, centradas en sus objetivos personales, sin detenerse a mirar a los otros. El encuentro con Cristo debe de producir en nosotros un antes y un después. No podemos ser los mismos ni actuar de la misma manera. No podemos quedarnos estancados en nuestro comportamiento, como tampoco podemos hacerlo en nuestra vida espiritual. Nuestra coherencia cristiana depende en mayor medida de la intensidad de la vida de oración personal que vivimos. Sabemos que hay ciertas normas que no podemos trasgredir en nuestra vida moral, porque son el reflejo del estilo de vida que llevamos y del que tenemos que ser más que cautelosos, porque da a conocer la integridad que hay en el interior de cada uno, y cómo Dios incide especialmente en nuestras vidas.
Blog
Ama a la Iglesia sin juzgar ni criticar
Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras; sabemos de nuestras limitaciones, debilidades y pecados que nos hacen caer en la tentación o dejarnos llevar por multitudes de situaciones que no nos complican la vida y nos hacen vivir más placenteramente; también sabemos de nuestras luces y virtudes que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos y dar nuestra mejor versión cuando nos lo proponemos, sobretodo cuando lo hacemos desde el amor verdadero. Así somos y así es como nos presentamos ante los demás. La vida no está exenta de dificultades en la convivencia, en el caminar diario con quien tenemos a nuestro lado. Cuanta mayor facilidad tengamos para aceptar a los otros, mucho mejor caminaremos y avanzaremos construyendo comunidad y buscando el bien del hermano, a pesar de que se equivoque o no actúe como nosotros esperamos. Gracias al perdón, a la misericordia y a la comprensión somos capaces de realizarlo.
Seguir a Jesús de verdad
Ante las dificultades surge rápidamente la tentación de abandonar, de dejarlo todo, para así pasar cuanto antes el problema y la situación problemática en la que nos vemos envueltos. No nos gusta sufrir ni tener que pasarlo mal, pero sabemos que esto no lo podemos elegir en la vida. Estas situaciones nos vienen y hemos de estar preparados para afrontarlas. A veces podemos esquivarlas, otras en cambio nos vienen por sorpresa y no tenemos más remedio que vivirlas. La fe está para ayudarte a avanzar, nunca para retroceder. Pensar que Dios es el culpable de tu sufrimiento y de tu dolor es dejarte llevar por el tentador que quiere debilitarte y convertirte en su nueva víctima, porque hiela tu corazón y lo endurece para cerrarse a cualquier acción del Señor en tu vida. No le des esa alegría tan grande al demonio, que quiere alejarte de Dios e insensibilizarte por completo. Perder el espíritu y la fe es entrar en su juego, en su dinámica de odio a Dios, donde solo buscas culpables para poder superar tu dolor.
¿Cómo te preparas para encontrarte con Dios?
Son muchas las ocasiones en las que por tu carácter has reaccionado de manera incorrecta y al momento te has arrepentido de ello. Es una de las fragilidades del ser humano, en las que por mucho que quieres controlarte y no saltar, terminas haciéndolo y sintiéndote mal por ello. Llegar a dominarse es un acto heroico, y son muchos los pasos que vas dando en esa dirección, aunque llegar a erradicarlo, a veces, resulta una tarea más que difícil. No te agobies por esto, en tu camino de conversión y santidad has de pasar por estos momentos, que te ayudan a crecer y perseverar; a mantenerte alerta y atento para no volver a cometer los mismos errores a la hora de reaccionar. Cualquier paso de superación es un verdadero triunfo, y es en esto en lo que te tienes que centrar, porque así creces, avanzas y maduras. Y vas asentando las verdaderas bases para erradicar cualquier debilidad de tu vida. Con tus debilidades no te puedes perpetuar en el tiempo, es necesario, incluso para tu ánimo, ver cómo vas superándote y avanzando en tu vida personal, erradicando poco a poco tus debilidades y limitaciones, y creciendo como persona y como creyente.
¿Eliges a Dios desde tu libertad?
¡Qué hermoso es contemplar cómo Dios actúa en las personas! Compartir la misma fe, tener experiencias profundas de Dios nos acerca a los demás. Basta con hablar de tu experiencia de fe para ver cómo el Señor te une al corazón de los que creen y viven como tú, o al menos lo intentan, procurando mantenernos fieles a Dios poniendo en práctica el Evangelio en nuestra vida. Nada pasa desapercibido a los ojos del Señor, que nos conoce y escruta nuestro corazón día a día. Hablar desde la fe es hablar desde el corazón, estando dispuesto a transmitir todo el amor que Jesús te ha regalado, que es mucho. Por eso cuando uno habla desde el amor de Dios, no hace falta esforzarse para convencer, porque todo fluye por si solo, y la sintonía que se crea con los hermanos que comparten tu misma fe es especial, porque viene dada por Dios, y todo lo que viene de Él, bien sabemos que es muy bueno.
Habla de Dios
«Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre; proclamar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche» (Sal 92, 2). Dios hace maravillas en nuestra vida y somos testigos de ello. Podemos constatar cómo es capaz de cambiar la vida de las personas y tocar su corazón. Y lo puede hacer a través tuyo, porque eres instrumento de Dios, capaz de llegar al corazón del que tienes al lado.Es una experiencia hermosa de fe y así lo ha querido el Señor Jesús, mandándonos a compartir la Buena Noticia y pidiéndole a los apóstoles y a nosotros, que la llevemos allá donde nos encontremos y hagamos grandes signos en su nombre. Si quieres llevar la Buena Noticia, no has de tener miedo a hablar de Dios en tu vida y a manifestar allá donde te encuentres tu fe en Él.Dios dice siempre algo al ser humano a través de cada acontecimiento y es bueno saber interpretarlo; la gracia de Dios y el discernimiento te ayudarán a ello, para que tu respuesta sea auténtica y puedas llegar al corazón del hermano.
Descansar en el Señor
Cuántas veces has dicho alguien o te han dicho: “Necesitas un buen descanso”. La forma de vida que la sociedad nos propone cada día y que nosotros aceptamos sin reservas, sin entrar en detalles, hace que descanses poco y cuando lo haces no lo disfrutas todo lo que te gustaría, por el ritmo tan intenso que llevas y la poca calidad que tiene tu interioridad. Hay veces que son muchos los retos que tienes que superar y las dificultades que impiden que avances como te gustaría. Ves a tu lado otras personas que van más rápido que tú, como si no tuviesen problemas, y eso genera en ti sufrimiento, porque te preguntas porqué a ti te cuesta tanto y a otros no. ¿Cómo marcha tu vida? ¿Te parece justo el camino que Dios te ha puesto?
A veces es difícil avanzar, la vida no nos resulta fácil, el problema es cuando nos paramos y no avanzamos. Aunque sea poco hay que caminar, a pesar de que lo bueno tarde en llegar más. Caminar es no rendirse; no abandones nunca. Confía en el Señor y pon tu vida en sus manos. Deja que todo dependa de Él y no de ti. Dios te ama y por eso te ha creado a su imagen y semejanza, ¡créetelo! Que las dificultades no te cieguen, no te hagan olvidar lo que significas para Dios. Que la impotencia que te embarga no te haga culpar a Dios o dudar de Él. Está contigo para dar sentido a todo lo que te ocurre y para ayudarte a levantarte. Tendrás muchos momentos en los que no entiendas nada de la vida, de lo que Dios te está diciendo, en momentos así deja que resuenen estas palabras en tu interior: «Y vosotros no andéis buscando qué vais a comer o qué vais a beber, ni estéis preocupados. La gente del mundo se afana por todas esas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su reino, y lo demás se os dará por añadidura» (Lc 12, 29-31).
La fe es necesaria para entrar en esta actitud de confianza y de abandono. Que tus afanes no nublen tu visión de Dios. Jesús nos dice que el Señor sabe lo que necesitamos en cada momento. Ponte en sus manos y déjate hacer por Él; que no te cieguen tus necesidades, que tu instinto de supervivencia, no te haga en los momentos difíciles, dudar de Dios. Ponerse en las manos de Dios, en momentos así, significa entregarse a Él, a poner en práctica el Evangelio y a no preocuparte de buscar soluciones, sino dejar que sea el Señor quien las busque. La solución no es que se te resuelva el problema milagrosamente, sino que prepares tu alma para que Dios pueda inspirarte y que encuentres la mejor manera de afrontar la situación y superarla. Hay veces que no sabes cómo actuar ni qué decir, es ahí cuando la fe te debe ayudar a decir que estás en las mejores manos, en las de Cristo.
Es importante que le pidas a Dios las cosas, así lo recuerda el apóstol san Pablo:«Nada os preocupe; sin que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios» (Flp 4, 6). Dios lo sabe todo, hasta lo que nos urge, pero hay que pedírselo con fe y con paz, no con deseo ni con prisas. Por muchas prisas que le metas a Dios y mucho deseo que tengas en que las cosas se te concedan y soluciones, no van a venir cuando tú quieras, vendrán cuando el Señor te vea preparado y bien dispuesto. Descansa en el Señor, aunque tú creas que Dios está dormido, que no te escucha ni se entera, él sabe cómo calmar la tempestad. Como le pasó a Jesús en la barca cuando dormía en medio de la tempestad (cf Mt 8, 23-27). Los discípulos estaban asustados y el Señor estaba durmiendo, y cuando calma la tempestad les dijo: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” La fe ha de ser fuerte, para que te ayude a confiar en el Señor en los momentos de mayor sufrimiento y dolor en tu vida.
Que tu fe te ayude a descansar en el Señor, y a poner en Él tu confianza, siempre. No temas, Dios está contigo y te bendice cada día.
Supera tus miedos y temores con fe
Sabemos por experiencia que el miedo nos paraliza, nos deja sin poder reaccionar ni tomar decisiones. Hay veces que nos hace sufrir demasiado, porque nos genera una gran angustia vital, que hace que nuestra parálisis sea un gigante difícil de sortear. Llegar a descubrir el origen de ese miedo supone, en gran medida, tener que volver a recuerdos y experiencias pasadas, algunas demasiado duras que han dejado honda huella en nuestro interior. Son muchas las circunstancias, contextos, actitudes colaterales… que vivimos a lo largo de nuestra vida y que o bien nos hacen crecer, o bien nos hacen retroceder en nuestra experiencia vital y en nuestras seguridades personales. ¡Qué importante es saber madurar! Afrontar los retos con responsabilidad y crecerse ante las dificultades son dos actitudes importantísimas que nos permitirán avanzar con firmeza en nuestra vida. No nos podemos achantar ni acobardar ante los retos y situaciones que se nos presentan. Hay veces que resulta difícil, que nos vemos superados, paralizados, pero no debemos prolongar en el tiempo estas situaciones.
Déjate amar por Dios intensamente
Hay veces que la vida no viene como te gustaría, parece que las cosas te salen y por mucho que te esfuerzas, por mucho que piensas en cómo cambiar la inercia de tu vida y de cómo actuar, no encuentras respuestas que te ayuden a que tus esfuerzos den fruto y que te sientas más feliz y realizado con todo lo que haces. Situaciones así te llevan a desesperar, a perder la confianza en ti y a verlo todo un poco más oscuro. No te rindas, no des paso a la desazón en tu interior, porque, aunque pienses que todo está perdido, Dios quiere decirte, que siempre a lo largo de tu vida, ha sido Él quien te ha ido abriendo caminos y dando luz donde tú pensabas que ya no se podía hacer nada más. Igual que el Señor ha estado contigo en tu vida pasada, también lo seguirá haciendo en tu vida futura, porque Dios es fiel y nunca abandona a sus hijos. No dejes de confiar en Él y sigue perseverando en la oración.
Amor incondicional
Somos conocedores de nuestra imperfección, de las limitaciones que tenemos y de las equivocaciones que cometemos. Hay veces que la soberbia nos ciega e impide que veamos claramente cuales son nuestras debilidades, porque nos hace creer que estamos en posesión de la verdad. Si algo nos recuerda la Palabra de Dios es que somos pecadores, que erramos y nos alejamos del Señor de la manera que menos esperamos. La perfección humana no existe en ningún hombre, el único perfecto es Jesucristo, y si perdemos la gracia de Dios nuestro corazón se inclina al mal. Sabemos que como aprendemos es equivocándonos, y hemos de procurar sacar lo positivo y la lección de todo lo que vivimos.