En muchas ocasiones hemos sentido miedo en nuestra vida. Miedo a que nos ocurra algo, a equivocarnos en las decisiones que hemos de tomar, al futuro, a la muerte, … y a tantas situaciones presentes que nos coartan y merman sobremanera nuestras capacidades. Según la experiencia que vamos acumulando, y según la madurez que vamos adquiriendo, vamos afrontando nuevos retos de maneras muy distintas. Para vencer este miedo necesitamos avivar cada día nuestra esperanza, que nos permite superarnos, llenarnos de buenos deseos y de ilusiones para afrontar las situaciones que se nos presentan y que nos ayudan a crecer y a sentirnos realizados y felices en todo lo que hacemos. Esto es lo que precisamente nos humaniza, lo que nos hace más profundos y auténticos, al vivir cada día con ese deseo de ser felices y disfrutar y saborear todo lo que hacemos.
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Déjate mirar por el Señor
¡Déjate mirar por el Señor! No te empeñes en mirar hacia otro lado, para seguir haciendo lo que más te gusta y mejor te hace sentir sin necesidad de tener que comprometerte por los demás. Es la continua lucha que tiene el hombre de hoy en día. ¿Qué hacer? ¿Comprometerse y no tener vida o pasar y disfrutar de lo que más te apetece hacer? Parece como si tuviésemos un ángel y un diablo a cada lado de la conciencia, intentándonos convencer de lo que tenemos que realizar. Es necesario que nos centremos en qué es lo que queremos, para que lo que hagamos sea de verdad.
Una gota de fe (mi experiencia en Medjugorje)
Bien sabemos que la vida es un camino lleno de buenos y malos momentos. Solemos decir que la vida es un peregrinaje, donde vamos avanzando hacia la meta, hacia nuestro encuentro con Dios. Queremos que nuestra vida esté llena de momentos de felicidad y de alegría, aunque también tenemos que contar con las dificultades que nos vienen, algunas nos las buscamos nosotros, otras nos vienen solas, sin pedirnos permiso por si nos vienen bien o no. Cada uno iniciamos nuestros caminos y nos vamos rodeando de las personas con las que queremos compartir nuestro camino. Buscamos ante todo la felicidad, la suya y la nuestra; constatamos que hay personas que con menos esfuerzo son más felices que otras; otras en cambio tienen que emplear más energías en conseguir tan ansiado regalo; también constatamos con inmensa tristeza la infelicidad que muchas personas, algunas cercanas a nosotros, viven porque en su camino las cosas les resultan más difíciles y no les salen como les gustaría.
La voz de Dios
Estamos llenos de voces que nos interpelan, juzgan, entretienen…, y van llenando nuestra vida. Piensa por un momento cuántas voces escuchas todos los días y de dónde te llegan cada una de ellas; piensa en el tiempo que inviertes en escucharlas, las energías que utilizas y el beneficio que te aportan en tu vida.
Por experiencia sabemos que hay personas que nos enriquecen y personas que son tóxicas en nuestra vida, y no aportan nada, salvo negatividad, siempre quejándose, juzgando, criticando y destruyendo lo que hay. Con estas personas hay que ser pacientes y amarlas, aunque no podemos dejar que nos quiten la paz y el deseo de mejorar, caminar, avanzar. Reza por ellas, para que con la ayuda del Señor puedan cada día aprender a mirar la vida con la mirada del Señor del amor, que siempre construye y edifica la casa sobre la Roca.
Junto a los amigos del Señor
Sentimos la necesidad de compartir nuestras experiencias, sentimientos y vivencias con las personas que tenemos a nuestro lado. Para ello necesitamos cultivar la confianza a través del diálogo sincero que nos ayude a profundizar en nuestras relaciones personales, abriendo nuestro corazón sin ningún tipo de reserva y dejando que nuestras vivencias sean las que enriquezcan nuestras relaciones personales con los demás. Todos tenemos personas con las que podemos hablar sinceramente y que nos hacen sentir bien, pues somos escuchados, comprendidos y queridos. Estas personas son imprescindibles en nuestra vida pues nos ayudan a crecer, a vivir la amistad y el amor de una manera mucho más profunda. ¡Qué hermoso es tener personas que saquen lo mejor de ti en cada momento! Así nos sentimos más felices y realizados en nuestro caminar cotidiano.
Excusas para no rezar
Muchas son las justificaciones y excusas que solemos poner a los demás, a nosotros mismos y al Señor, para poder explicar nuestras actitudes. Muchas veces, por no decir siempre, quedan distantes de aquello que pensamos o hemos dicho. Hay veces que acudimos a ellas de una manera habitual y natural, procurando quedar bien para que así nuestra imagen no se vea dañada o para que los demás no se enfaden, aunque eso suponga tener que faltar a la verdad o no ser nosotros mismos. Otras somos esclavos de nuestras propias palabras, especialmente cuando no las medimos bien, o las decimos de una manera superficial para no quedar mal ante nadie, quedamos comprometidos y también en evidencia en multitud de ocasiones.
Tiempo para tu plan de vida
El tiempo perdido no vuelve. Cuántas veces dejamos que pase el tiempo, perdiendo muchas oportunidades de hacer grandes cosas; por comodidad o pereza solemos dejarnos llevar y desaprovechamos muchos momentos de demostrarnos a nosotros mismos que con fuerza de voluntad y tesón somos capaces de hacer grandes cosas y de superarnos enormemente, cambiando inercias y haciendo realidad proyectos e ilusiones que parecen irrealizables en nuestra vida.
La sonrisa de Dios
A todos nos encanta ver a los nuestros sonreír, siendo felices con lo que están haciendo. Disfrutamos mucho cuando los vemos así. Nos gusta encontrarnos con personas afables, que te escuchan con dulzura y delicadeza, que te sonríen al encontrarse contigo y te transmiten alegría, porque su corazón y su interior la desborda. Reír nos transmite positividad, un buen sentido del humor que nos hace mirar la vida con optimismo, dando a cada cosa lo que merece y no dramatizando, para así evitar caer en la tristeza y perder la alegría.
Si echamos una mirada a nuestro alrededor cuando vamos por la calle o en cualquier transporte público podemos ver muchos rostros serios, tristes y angustiados de muchas personas, que por sus problemas personales y estados de ánimo reflejan la dureza de su vida, sumergidos en una tristeza, angustia e impotencia, que los convierten en víctimas del dolor y del sufrimiento. Hay veces que cuesta sonreír, porque nos vemos superados por las circunstancias, pero no podemos perder la esperanza, para que con lucha y tesón superemos las dificultades. La solidaridad y el apoyo de los que caminan a nuestro lado es fundamental, para avanzar y poder recuperar esa sonrisa en nuestra vida que nos permita mirar con ilusión y nuevos ojos el futuro que nos aguarda. El optimismo y la confianza en uno mismo tiene la capacidad de hacernos cambiar y superarnos interiormente, incluso cuando nadie apuesta por nosotros.
“¡Párate y escucha mi voz!”
No le pongas prisas a tu vida. Demasiadas cosas las que llevamos hacia delante cada día, como si nos faltara tiempo, que no disfrutamos y saboreamos todo lo que realizamos. Necesitamos pararnos, saborear todo lo que hacemos, incluso me atrevería a decir que, organizarnos mucho mejor nuestro tiempo y nuestra vida. Muchas veces dejamos de lado nuestro plan de vida, que nos aporta una mayor capacidad de saborear la felicidad y sentirnos realizados en todo lo que hacemos; pues vivimos con intensidad cada momento, desde la presencia de Dios, ofreciéndole todo aquello que realizamos y dejando en sus manos nuestras acciones para que Él se encargue de que vayan saliendo, sirviendo a los demás y de que nos sintamos realizados con todo lo que hacemos.
«Comienzan los relojes a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo. Comienza un nuevo día.
Comienzan las preguntas, la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios. Qué red, qué algarabía.
Mas tú, Señor, ahora eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti como en una gavilla.
Rezamos, te alabamos, porque existes, avisas;
porque anoche en el aire tus astros se movían.
Y ahora toda la luz se posó en nuestra orilla. Amén».
(Himno de Laudes, jueves primera semana del Salterio)
Mi experiencia de Lourdes
Desde que estoy yendo de confesor al Santuario de Lourdes he podido comprobar de primera mano que es un trocito de cielo en medio de nuestro mundo. Allí se siente algo especial, indescriptible, donde te quedas sin palabras, conmovido por lo que tus ojos contemplan, la sencillez de una gruta, la belleza de la Virgen María, la devoción y la fe de tantos enfermos y peregrinos que acuden a los pies de nuestra Señora para poner sus vidas en sus manos. En la gruta de Massabielle quiso aparecerse la Virgen a una humilde pastora. Le transmitió un mensaje claro: “Penitencia, penitencia, penitencia. Yo soy la Inmaculada Concepción. Di a los sacerdotes que construyan una capilla aquí y que vengan en procesión”. Así se ha convertido en un lugar de peregrinación, donde nadie queda indiferente y sobre todo donde el Señor toca el corazón.