Necesitamos motivos para creer, para mantener vivas nuestras esperanzas, y no desfallecer ante las empresas que emprendemos. A lo largo de nuestra vida hemos podido vivir momentos en los que nos ha costado encontrar la confianza en nosotros mismos: porque no nos hemos valorado lo suficiente; porque pensábamos que nos sentíamos capaces de hacer lo que nos encomendaban; porque nos hemos sentido inseguros al compararnos con los demás; porque hemos vivido situaciones duras en las que nos han flaqueado las fuerzas, el ánimo y la esperanza, y nos hemos visto superados por el agobio del momento. En definitiva, ante estos momentos no te rindas, no bajes los brazos ni dejes que la oscuridad de la tristeza y el desánimo entre en tu corazón. Busca tu inspiración en el Señor que te ayudará a reafirmarte en tu fe y a no sucumbir ante los miedos y temores que te paralizan.
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Hacer silencio
Estamos habituados al ruido en nuestra vida. Tan acostumbrados estamos que lo pasamos a un segundo plano y somos capaces de seguir con nuestra vida y nuestras tareas tranquilamente, como si no ocurriese nada. Cuando estamos solos solemos ponernos música que nos gusta y nos hace sentir bien, o bien nos comunicamos con el móvil a través de las redes sociales, aunque a nuestro alrededor haya silencio. Solemos tener nuestra mente ocupada haciendo o viendo algo para así pasar el tiempo. Todos sabemos que es necesario comunicarse, pues tenemos dependencia de los demás y creamos lazos de amor y amistad con ellos. Hay veces que guardamos silencios, precisamente cuando no debemos, pues nos encontramos en circunstancias en las que tenemos que decir algo a los demás, concretamente cuando se equivocan o no vemos y compartimos algo que están haciendo, y por respeto humano nos callamos, nos reservamos nuestras opinión para así quedar bien y no crearnos ningún conflicto que nos pueda perjudicar.
Dicho y hecho
Seguramente que en más de una ocasión hemos hecho algo de improvisto y hemos tomado decisiones que no esperábamos y que nos han reportado una gran experiencia. Hay veces que cuando hacemos algo que no programamos y sale por sí solo, tenemos una gran experiencia y nos llegamos a sentir felices y realizados porque hemos hecho lo correcto. Si algo nos limita, muchas veces, es el exceso de programación con el que vivimos, pues queremos tener nuestra vida totalmente controlada y saber con antelación todo lo que vamos a realizar. Hay veces que esto no es bueno porque cuando se nos rompen los esquemas y nos cambian nuestros planes, solemos contrariarnos y disgustarnos bastante con quienes nos producen estos cambios indeseados, y tenemos que volver a programarnos y a buscar cómo reconducir lo que nos han desbaratado. Piensa por un momento cuánta energía gastas en situaciones como estas, donde no sueles sacar mucho fruto y mina tus ilusiones, fuerzas y proyectos.
Aprender para servir
Ninguno hemos nacido sabiendo. Desde pequeños hemos recibido una educación por parte de nuestros padres y nuestra familia, del colegio en el hemos aprendido conocimientos, de la parroquia en la que hemos ido recibiendo la doctrina de la Iglesia, que nos ha ido formando como personas y como creyentes para tener así una educación integral. Nuestros deseos y proyectos de futuro han podido cambiar con el paso de los años, pues de pequeños teníamos unos deseos sobre nuestro futuro y según crecíamos muchos de ellos han cambiado y han pasado a un segundo plano, respondiendo así a las decisiones que hemos ido tomando según pensábamos lo que era correcto y lo que más nos favorecía para nuestra vida. Lo que sí está claro es que somos fruto de nuestra educación y formación. Debemos cuidarla con exquisitez, pues de ella depende lo que el día de mañana sea nuestra sociedad.
¡Volver a vivir!
Cuando éramos pequeños teníamos una serie de metas y propósitos, por ejemplo, que llegase el fin de semana para irnos a jugar al parque, con los amigos, a ver a los abuelos, irte con los amigos al banco de la avenida para pasar allí la tarde… esas simplicidades que eran tan importantes para nosotros en las que invertíamos todas nuestras energías y donde nos lo pasábamos tan bien que decíamos que éramos muy felices. Con el paso del tiempo los deseos han ido cambiando y vamos viendo que lo que antes para nosotros era tan importante, hoy quizás lo es menos, excepto cuidar a la familia y a los verdaderos amigos.
¿Qué es lo que te hace feliz? Hay veces que te pones a pensar en ello y no te llena nada, te das cuenta que la felicidad parece mucho más complicada de lo que pensabas cuándo eras más pequeño. Esperas unas vacaciones y cuando te das cuenta ya han pasado, y no sólo eso, sino que incluso parece que estás peor que antes de irte. Todo un año esperando y pensando en ellas y en lo feliz que vas a encontrar, que al menor contratiempo parece que la felicidad se evapora. A veces da la sensación que la vida se nos escapa de las manos intentando buscar esa felicidad que no encuentras. Te acuestas, te levantas, un día y otro, pensando y pensando, convirtiendo los días en rutinas y monotonías que hacen que no saboreemos la vida como se merece.
Reza con paz, no con prisas
A todos nos gusta que Dios nos conceda aquello que necesitamos, especialmente cuando nos encontramos en un momento de dificultad y angustia. Le pedimos con mucha fe, fuerza e insistencia por las necesidades que nos apremian, esperando ver pronto el camino despejado y cada problema en el que nos podemos encontrar solucionado. Hay veces que las cosas no vienen como nos gustarían y esto provoca en nuestro interior una intranquilidad que nos agita bastante y que hace que no tengamos ni la paz ni la serenidad suficiente para tener la mente tranquila y controlada. Es sorprendente la velocidad con la que nuestra mente piensa y llega a las conclusiones más insospechadas que nos podamos imaginar. Es todo un reto llegar a controlar nuestro pensamiento, que tantas veces se nos escapa a nuestro control, y que muchas veces no nos deja vivir en paz.
Todo esfuerzo tiene su recompensa
A veces parece que todo el esfuerzo que empleamos en un proyecto que realizamos no obtiene la recompensa esperada. Es normal que nos desanimemos, que busquemos otras formas de hacer y de avanzar en nuestra vida personal, que nuestra cabeza no pare de pensar ni de dar vueltas buscando los porqués que a veces tienen difícil respuesta. Luchar en determinados momentos de la vida puede llegar a cansar, porque a pesar de no conseguir lo esperado, tendemos a compararnos con los demás que han conseguido lo que pretendían incluso algunos con menor esfuerzo que el que nosotros mismos hemos empleado. Y es verdad que esto último nos mata, porque llegamos a establecer grandes diferencias entre nosotros y los demás. No te compares con nadie, tú eres tú con tus dones y debilidades; que todo lo que hagas sea desde el corazón.
Saber decir las cosas
Alguna que otra vez nos hemos arrepentido de haber dicho algo que no estaba bien cuando discutíamos con alguna persona o cuando hemos sido imprudentes, sin medir nuestras palabras ni las consecuencias de estas. Todos sabemos que tenemos que controlarnos a la hora de hablar, ya que somos conscientes del daño que podemos hacer a otras personas con la lengua. Es más, bien sabemos que la lengua es una espada afilada capaz de llegar a matar a muchas personas cuando no la utilizamos bien. Por eso, hemos de ser cuidadosos para no dejarnos llevar por el morbo, comentarios fáciles, críticas y juicios que en ocasiones llegan a hacer mucho daño porque no somos capaces de medir sus consecuencias.
Hay palabras y frases lapidarias que nos pueden dejar marcados para siempre, ya que parece imposible sacárnoslas de la cabeza, porque constantemente resuenan en nuestra mente como un martillo destructor, haciendo un daño terrible y provocando gran sufrimiento en el corazón. Es importante saber decir las cosas y tener tacto y delicadeza a la hora de hablar, ya que no hablamos con objetos inmateriales sino con personas que sienten y padecen, y a las que dependiendo de dónde les viene lo que se le dice, se les puede hacer mayor daño. Hay personas y personas en nuestra vida, y dependiendo de los lazos que tengamos con ellas lo que dicen tendrán mayor repercusión en nosotros.
Mirar adelante
A menudo los cambios nos dan miedo y nos producen incertidumbre e inseguridad, pues lo nuevo, lo que está por venir, se nos escapa a nuestro control y parece como si estuviésemos a merced del futuro que no controlamos y que no sabemos lo que nos deparará. Hay veces que deseamos cambiar pero el cambio nos produce cierto temor ante la novedad que viene. A nuestro lado hay personas que actúan con seguridad y tienen claro qué es lo que quieren para su vida. No se quedan parados ante los cambios, sino que afrontan lo que está por venir con mucha confianza, y en ocasiones se convierten en punto de referencia y ejemplo de cómo hay que actuar y seguir avanzando en la vida. Comprenden con rapidez los cambios de ciclos y están preparados para asumir los nuevos retos y riesgos que comportan las decisiones.
Con Dios todo es posible
«Nadie que crea en Dios quedará confundido» (Rom 10, 11). Estamos llamados a confiar en el Señor que nunca nos va a fallar. Esta es la razón de nuestra fe que nos tiene que llevar a la experiencia del encuentro profundo con el Señor de la vida. Sabemos de sobra que Dios es Todopoderoso, pero hay veces que no nos lo creemos, pues no confiamos lo suficiente en lo que somos capaces de hacer con su ayuda. Hay veces que nos dejamos llevar por la ley del mínimo esfuerzo, por las comodidades que muchas veces son más apetecibles que los compromisos y la entrega, pero lo que no podemos negar es que lo segundo nos hace crecer y madurar y nos hace ser más auténtico.