Cercanos y vigilantes, es a lo que nos invita este tiempo de Adviento. Dios está muy presente en nuestra vida y en nuestro corazón y por eso Jesús quiere estar en nuestro corazón. Ten muy presentes estas palabras que también pueden ser oración para ti: ¡Acércate más, Señor! Dios se ofrece, pero no se impone. Somos nosotros los que tenemos que buscarle y pedirle constantemente que venga a nuestra vida. Por eso en el Adviento le decimos: “¡Ven!”, porque le necesitamos cerca, queremos sentir su aliento, su presencia. Constantemente nos lo recuerda este tiempo, Jesús vino y volverá una segunda vez, al final de los tiempos. Pero no queremos quedarnos en esto, porque hoy es cuando el Señor Jesús se está haciendo presente, está aquí; invítalo y haz tuya la invocación: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Porque queremos que Jesús esté presente en cada momento de nuestra vida. Al despertarnos, en el trabajo, en medio de nuestra familia, en nuestra oración. Así, invocándole para que esté presente y cercano, podremos ejercitar nuestra vigilancia y mantenernos despiertos.
El Adviento es vigilancia, es estar atentos para no perdernos en nuestras rutinas y quehaceres cotidianos y no ver a Dios. Tenemos que percibir su presencia, percatarnos de que el Señor está presente, y cultivar cada día esa sensibilidad que nos permite descubrir en todo momento dónde se encuentra el Señor. Así lo decía San Agustín: “Tengo miedo de que el Señor pase, y no me de cuenta”, pues con nuestras vanidades corremos el riesgo de alejarnos del Señor y perder lo esencial. Estar vigilantes significa tener los ojos bien abiertos, porque es fácil, que incluso siendo de día, vivamos en la noche, en la oscuridad que se crea en nuestro interior cuando no tenemos a Dios a nuestro lado. Hemos de ser cuidadosos y no sucumbir ante las dificultades, por muy grandes que sean y te superen.
Es verdad que hay veces que te sientes superado por los problemas, y más cuando no los buscas tú. Hay veces que te sientes agraviado injustamente por las decisiones que toman los demás sobre tu persona y quieres revelarte, quieres que se haga justicia pronto, porque te sientes mal y te cuesta trabajo aceptar esta situación. Ten calma, no te dejes llevar por el desánimo que te llevará a perder la esperanza. No pagues el precio tan alto de abandonarte espiritualmente y quedarte “relamiéndote tus heridas”, llorando por la injusticia que te han cometido. Piensa por un momento para qué agobiarse, porqué vivir con pretensiones terrenales, porqué perder el tiempo quejándote mientras te está esperando la luz del nuevo día que trae Jesús. Todo pasa, lo decía Santa Teresa de Jesús, solo Dios queda. Estate vigilante, dice Jesús. No dejes que te venza el sueño (tus problemas) y te duermas (se apague tu fe, no veas la presencia de Jesús).
Estate vigilante, para que no se apague tu primer amor por Cristo y así no caigas en el sueño de la mediocridad.Que tu vida no se deje llevar por la inercia y por la necesidad de una vida tranquila. Jesús no ha venido para que estemos de brazos cruzados, sino para que actuemos y transmitamos su amor. Si tienes ese deseo de Dios tendrás valor para amar y ponerte en camino; sentirás el fuego que arde en tu corazón y te llevará a salir de ti mismo para caminar hacia delante, viviendo así una historia apasionante de amor que te hará sentir que merece la pena, y mucho, dejarse tocar por el Señor. Deja que la oración sea tu arma para estar vigilante. Que sea tu luz en la noche y así dejes a un lado la tibieza que te lleva a tener una vida plana, horizontal, sin alteraciones. Que la oración sea tu oxígeno para vivir y para adorar al Señor.Nuestro mundo necesita adoradores, capaces de contemplar al Señor en el silencio de la noche, vigilando. Qué bueno es estar en silencio ante el Señor. Deja que te envuelva en su silencio y en su presencia, para que tu corazón se transforme y todo lo veas distinto. No con los ojos de la impotencia sino con la claridad de su amor y paz. Adora y contempla.