Estar alegres y contentos cuando las cosas marchan bien eso es muy fácil. Mantener la alegría y la esperanza cuando las situaciones se tuercen y las cosas no marchan como queremos, esto es algo muchísimo más difícil. Siempre las personas que afrontan con fuerza, ánimo y esperanza sus sufrimientos y dificultades, se convierten, para los que las conocen, en testimonio y ejemplo de fortaleza; son ellas las que animan a quienes las rodean y las que sonríen; parece que no se sabe de dónde sacan las fuerzas y cómo transmiten esas ganas de vivir y de luchar. En muchas de ellas, al menos las que yo conozco, la fe juega un papel muy importante. Poner a Dios en la vida es el mayor de los regalos que pueden tener y ofrecer también a los demás.
Siempre he admirado la historia del santo Job, que la Biblia nos cuenta, y creo que él nos enseña claramente a confiar en Dios por encima de todo, por muy mal que nos pinten las cosas. Esta historia me parece un reflejo de cómo tiene que ser nuestra actitud para con Dios en medio de las dificultades:
«Un día los hijos de Dios se presentaron al Señor; entre ellos apareció también Satán. El Señor preguntó a Satán: “¿De dónde vienes?”. Satán respondió al Señor: “De dar vueltas por la tierra; de andar por ella”. El Señor añadió: “¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y vive apartado del mal. Tú me has incitado contra él, para que lo aniquilara sin más ni más, pero todavía persiste en su honradez”.
Satán contestó al Señor: “Piel por piel; por salvar la vida el hombre lo da todo. Extiende tu mano y hiérelo en su carne y en sus huesos. ¡Verás cómo te maldice cara a cara!”. El Señor respondió a Satán: “Haz lo que quieras con él, pero respétale la vida”.
Satán abandonó la presencia del Señor. Entonces hirió a Job con llagas malignas, desde la planta del pie a la coronilla. Job cogió una tejuela para rasparse con ella y se sentó en el polvo. Su mujer le dijo: “¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete”. Él le contestó: “Hablas como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?. A pesar de todo, Job no pecó con sus labios» (Job 2, 1-10).
En primer lugar Dios sabe bien lo que cada uno somos capaces de llegar a dar. Nos conoce por nuestro nombre y conoce lo más profundo de nuestro ser. Por eso le dice a Satán si se había fijado en Job. Cuando Satán le prueba con las llagas y Job se tiene que rascar con una tejuela, cómo no le vería sufrir su mujer, que conociéndole le pide que maldiga a Dios y muera para dejar de sufrir. A lo que Job contesta sobre el saber aceptar los males iguales que se aceptan los bienes. Y no maldijo a Dios ni cayó en la tentación de Satán.
Para mantenerse firme en la fe en los momentos de dificultad hace falta un camino previo que hay que recorrer.No podemos olvidarnos de Dios cuando atravesamos los mejores momentos de nuestra vida. Hemos de saborearlos y disfrutarlos desde su presencia, pues así construimos bien nuestra casa para cuando lleguen los momentos de dificultad y la vida arrecie fuerte en forma de dificultades, sufrimientos, enfermedades… no se derrumbe ni se venga abajo. Job cuidó su relación con Dios durante toda su vida, por eso dice Dios de él que es el hombre más justo que existe en la tierra. Cuando le llegó el momento de la prueba, no culpó a Dios, tuvo la fortaleza espiritual de afrontar la desgracia desde la entereza y la sabiduría que da la vida de oración y de contemplar el rostro de Dios.
Cuesta trabajo aceptar que de repente te cambien los planes, la vida se te trastoque… Nadie nos ha dado clases ni ha hecho masters a priori para vivir estos momentos. Es a base de experiencia propia como vamos superando estos momentos en nuestro interior; y aceptamos y sacamos el ánimo para sobreponernos y aprender a vivir con nuestras nuevas circunstancias. El mejor apoyo que tenemos es Dios. Él nunca nos falla ni nos abandona. Pagar con Él nuestras impotencias y frustraciones es lo peor que podemos hacer, pues estamos prescindiendo del principal apoyo que puede ayudarnos a dar un nuevo sentido y giro a nuestra vida. La fe hay que cuidarla, hay que tenerla puesta a punto cada día, porque cuando menos lo esperamos (las sorpresas de la vida) la necesitaremos para apoyarnos y no caernos, sin matar nuestro espíritu.
Deja que Dios te cuide y te reconforte cada día. No esperes que la vida te zarandee para darte cuenta que necesitas a Dios. Vive cada día unido a Él para que seas cada día más justo y bueno con quienes están a tu lado. La sabiduría de la fe, te ayudará a saber dar sentido y encajar lo bueno y lo malo.