Siempre nos gusta sentir cercanas a las personas que son importantes para nosotros, especialmente cuando el camino se nos hace más cuesta arriba. ¡Cuánto lo agradecemos! Nuestra condición humana constantemente necesita del alimento que supone para nuestra persona el cariño, la cercanía, la ayuda, la solidaridad, el respeto y la opinión de quienes nos son más cercanos. Por eso es importante cuidar mucho la reciprocidad en nuestras relaciones personales. Cada día las iremos enriqueciendo y consolidando con más fuerza desde la sinceridad y el amor verdadero. Podremos tener nuestros altos y bajos en nuestra entrega y apertura a los demás, todos tenemos nuestras rachas, pero, no puede ser la misma persona la que siempre está tirando del carro, porque puede llegar a desgastarse. Cuidar al otro es fundamental, y que sienta y vea que ponemos de nuestra parte y nos entregamos aunque sea en menor media por las dificultades en las que nos encontremos, también. Todos necesitamos nuestros tiempos y momentos, pero no podemos ser egoístas ni comodones; también es necesario que mostremos nuestras vivencias por muy mal que nos encontremos. Cuidar y dejarse cuidar han de ir de la mano siempre.
Jesús así se lo hizo saber a los discípulos en la Última Cena: «Amaos unos a otros como yo os he amado, amaos también unos a otros» (jn 13, 34). Entregarse y no esperar nada a cambio. Quien se entrega no piensa en sí, siempre mira al otro. A veces nos resulta difícil sentir el amor por el otro, porque no compartimos los mismos ideales, valores y obligaciones, creencias…pero no es bueno dejarse arrastrar por las diferencias, porque los creyentes, como dice el Señor Jesús tenemos que ser como la levadura en medio de nuestros ambientes cotidianos; basta con una poquita para que toda la masa fermente. Basta con un cristiano para que nuestros ambientes cotidianos se transformen con nuestra manera de hacer. La actitud es fundamental, viene marcada por la disponibilidad y la determinación de vivir con fidelidad la vocación cristiana: «Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua, no con la levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad» (1 Cor, 6-8). La novedad y la fuerza del Evangelio la podemos hacer realidad con nuestras actitudes y de lo que llenamos nuestra alma en el encuentro con Cristo. Seguir al Señor conlleva ser fieles a sus enseñanzas y al estilo de vida que nos propone.
El encuentro con Cristo siempre ha de provocar cambios en nuestra vida y en nuestra mentalidad. Asumir la Cruz como modelo de vida implica también el estar dispuesto a entregar la vida sin esperar nada a cambio; a vivir el amor en toda su plenitud y fuerza sin compararnos con nadie y seguir las huellas de Jesús hasta el final. Es tu camino, que quieres compartir con los demás, procurando contagiar la alegría y plenitud con la que Dios llena tu alma y todo tu ser. El cambio comienza en tu interior y se hace efectivo cuando de manera natural, sin pensártelo, sale en tus acciones y pensamientos el estilo de vida de Jesús que nos transmite con su Palabra. Por eso amar de verdad significa cuidar y mucho al otro.