Siempre buscamos el amor, formar parte de un grupo, de una familia, de un entorno en el que nos sentimos protegidos, aceptados, felices, a gusto. De sobra sabemos que el ser humano nada más nacer tiene una dependencia total de sus semejantes, no sería capaz de sobrevivir por sí solo, y con mucho amor y cuidados crece feliz.
Tenemos que cuidar el amor y cuidar desde el amor. Las dificultades y los problemas nunca nos van a faltar, y no podemos dejarnos llevar por el impulso o por el enfado del momento vivido. Hay que sopesar las situaciones y las consecuencias a las que nos lleva el desamor. Lo que destruye el amor es la rutina, porque empieza a dar las cosas por hecho y por sentadas. Aparece en nuestro diario el “no hace falta que se lo diga, ya lo sabe”, “seguro que no le importa nada porque ya sabe que lo quiero mucho”, “los sentimientos no cambian con el tiempo, da igual”.
En el amor no se puede dar por hecho nada, necesita ser cuidado, mimado y cultivado día a día. Cada día hay que esmerarse en los gestos, detalles, palabras… que hacen que la reciprocidad se estimule y haga el amor más fuerte y auténtico. El amor hay que saber adaptarlo a cada momento y circunstancia de la vida, pues vamos cambiando con las experiencias vividas y con el acontecer de cada día. No amamos siempre igual al otro, y con el paso del tiempo el amor se va curtiendo, robusteciendo y tomando cuerpo para así hacerse fuerte, sólido, más difícil de romper. Al igual que nuestro pensamiento y nuestra forma de ver la vida, el amor también se transforma.
El amor no es sólo pasión, la pasión termina apagándose con el tiempo. El amor es ternura y también complicidad en el día a día. Cuidado con acomodarte, estancarte o anhelar lo que pudo ser y no fue. Estas actitudes son dañinas y perjudiciales que solo hunden más y agrandan de una manera sobrevenida los defectos y fallos del otro. Los problemas no se solucionan desde la negatividad, sino desde el deseo de construir y remontar.
Demuestra cada día a las personas que amas lo especiales que son para ti; trátalas como si fuera el último día que las tuvieras a tu lado; ámalas con todo lo que eres sin pararte a pensar el tiempo que les dedicas ni los esfuerzos que haces por ellas. El amor es gratuito y no entiende de recompensa ni de pago. El amor es servicial y siempre está dispuesto a todo: perdonar, dar una nueva oportunidad, seguir caminando juntos, comprender, justificar… El amor lo es todo, nos hace mejores y más grandes, pues el amor engrandece y si encima lo acompañamos de respeto se hace más auténtico. Esto nos hace comprender que la vida no es un problema para ser resuelto, sino un misterio para ser vivido, pues todos estamos llamados a vivir y dar lo mejor de nosotros mismos. ¿A quién se lo damos? ¿Qué métodos utilizamos? Sólo podemos confiar y abandonarnos en las manos del que nos creó. Dios ha venido al mundo para darnos vida y vida en abundancia.