Nueva etapa y nuevo reto por delante. Solo depende de ti el querer conseguirlo o no. Acabamos de empezar la Cuaresma y es un buen momento para plantearnos retos espirituales y personales que queremos conseguir durante estos cuarenta días de preparación a la Pascua del Señor. Si quieres vivir con alegría la Resurrección de Jesucristo tu alma tiene que seguir progresando en el camino de la fe y dar los pasos necesarios de conversión en tu vida. Seguro que tienes claro que siempre quieres elegir el bien antes que el mal. Sabes cuáles son las actitudes que te van a enriquecer más y te van a ayudar a estar más cerca del Señor. Es muy importante que Dios esté en el centro de tu corazón, porque así escucharás con claridad su voz y entenderás perfectamente lo que te pide en cada momento. «Si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar ante otros dioses y les sirves, yo os declaro que hoy moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar» (Dt 30, 17-18).
En el día a día constatamos lo fácil que es apartarse del camino del Señor y no escucharle, porque son muchos los ruidos que nos rodean y también los caminos seductores que se nos presentan para llevarnos por otros derroteros en la vida. En cuanto nos sumergimos en nuestro ritmo de vida y descuidamos nuestra vida espiritual nos vemos arrastrados, como dice el libro del Deuteronomio, por otros derroteros convirtiendo nuestros intereses en esos dioses a los que adoramos porque les dedicamos todo nuestro tiempo y nuestras energías, cegados por las prisas y los quehaceres que nos hacen olvidarnos de cuidar nuestra relación con Jesús y cimentar nuestra relación con Él sobre la verdadera roca que nunca se tambalea.
Eres consciente de lo importante que es Dios en tu vida, por eso hay que cuidar la relación; no la puedes empobrecer sumergiéndote en tu ritmo diario y descuidándola; seguro que no es por falta de voluntad ni de claridad, sino por mala organización o simplemente por el dejarse llevar por el cansancio y la pereza que en ocasiones se hace fuerte cuando a lo largo del día no se para; y en la vida espiritual sí que es necesario pararse, pues la perseverancia es fundamental para cultivar y enriquecer el alma. Si no, poco a poco, el alma se empieza a enfriar y como dijo Moisés al pueblo de Israel: “se muere sin remedio y no se dura mucho en la tierra adonde tú vas a entrar”, es la tierra prometida del encuentro con Dios, de la santidad por estar cerca de Él, de la Gracia de Dios que renuevas al confesar y que fortalece la unidad e intimidad con Él y que rápidamente se puede desvanecer y perder cuando te sumerges en ti y te olvidas de Él.
Por eso es importante la abnegación y el estar dispuesto a perder la vida (cf Lc 9, 22-25). Así se lo transmite Jesús a los discípulos: “El hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser ejecutado”. En medio del orgullo de seguir a Jesús y estar en primera línea con Él predicando el Evangelio y aprendiendo, no todo es camino de rosas y placeres; hay que sacrificarse, renunciar, privarse, ceder…, para vivir el auténtico espíritu cristiano que Jesús nos propone porque el esfuerzo y ser constante son necesarios para no desfallecer y sobre todo para cuidar la vida de fe y espiritual. Por eso dice Jesús que hay que perder la vida para ganarla; porque todo esfuerzo que se haga para cuidar la vida espiritual tiene su fruto y recompensa, la mayoría de las veces mucho más de lo que esperamos y merecemos. Porque Dios nunca defrauda y es generoso con todo y con todos.
Que esta Cuaresma sea muy fructífera para ti.