Son muchas las ocasiones en las que afloran nuestras propias limitaciones y debilidades e incurrimos en errores a lo largo de nuestra vida. Estos provocan que tengamos que enfrentarnos con situaciones dolorosas, caídas que nos frustran y sufrimientos que en ocasiones nos condenan a no intentarlo más, bajar los brazos, perder el espíritu y dejar de luchar. Se debe a que el dolor que nos generan algunas caídas es tan profundo que nuestra mente rechaza súbitamente el reintentar superar la prueba que tanto fracaso nos induce. Quizás en este momento te puedes sentir desanimado, sin fuerzas para seguir, pensando en tirarlo todo por la borda; incluso puede que estas situaciones tan repetitivas te cansen tanto que estés harto de pasar por lo mismo tantas veces que estás decidido a cortar de una vez por todas, porque te encuentras sin fuerzas y piensan, creyéndote en toda la razón, de que no lo vas a volver a intentar y que ya no vas a pasar de nuevo por estas situaciones que te dañan y hacen que caigas y vuelvas otra vez a sufrir.
Acude a Jesús, que te comprende perfectamente y deja que te sane y te socorra. No necesita grandes palabras ni discursos por tu parte; Dios no se fija en la formación que tengas ni en los títulos que hayas conseguido a lo largo de tu vida. El Señor se fija en el corazón que pones en todo aquello que haces. Aceptar tus propias debilidades no te hace más vulnerable, más bien todo lo contrario, te fortalece y engrandece, porque Dios es especialista en sacar virtudes de las propias debilidades. No te endioses ni te creas más y mejor que los demás. No te compares con nadie. Últimamente escucho a muchísimas personas que se comparan con los demás y encuentran dificultad en disfrutar de todos los dones y regalos que el Señor les ha hecho, porque parece que las virtudes de los otros deslumbran las suyas propias. ¡NO! Es un error pensar que tu fe y tu vida es menos que la de los demás. Si lo vives como actitud de servicio y de entrega a los demás, siguiendo los pasos del mismo Cristo, te aplaudo y te animo a seguir en este camino; si lo vives como una situación que te paraliza y bloquea, viendo que tu vida no está a la altura de la de los otros, te invito a que te pongas delante de Jesús y dejes que sea Él quien te ayude a transformar tus “complejos”, aceptándote tal y como eres y ponerte en actitud de abandono en las manos de Dios para que te ayude a caminar con la cabeza alta y el corazón lleno de alegría porque es Jesucristo quien da verdadero sentido a tu vida.
Cuando experimentas que las cosas, e incluso tu propia vida, se escapa de tu control no te detengas, avanza y camina hacia delante porque Dios va contigo, ayudándote a aclarar tus planes y a concretarlos de una forma eficaz para que puedas dar verdadero testimonio de todo lo que Él está haciendo por ti. Porque Dios tiene grandes proyectos preparados para ti. Estos llegarán cuando tu corazón y tu alma estén preparados para el encuentro. Haz este trabajo previo y «ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esta ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todo lo que se prescribe en él; así tendrás suerte y éxito en todas tus empresas. Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios en cualquier cosa que emprendas»(Jos 1, 7-9). Estas son las primeras palabras que Dios dirige a Josué cuando se convierte en sucesor de Moisés y tiene que guiar y asentar al pueblo de Israel en la Tierra Prometida.
No abandones tu vida de oración, tu contacto diario con el Señor, porque así estará siempre en tus labios el Evangelio y se irán todos los miedos y dudas que tu corazón pueda albergar. Ten la determinación de ser fiel al Señor porque así no mirarás atrás sino adelante; no bajarás los brazos sino que los tendrás totalmente abiertos y levantados para acoger y vivir todo lo que Dios te da. Dios es quien te d a las mejores oportunidades y te acompaña en cada paso. ¡Confía en Él! Que tus circunstancias no te nublen la visión de Dios, sino que te ayuden a confiar más y a abandonarte en Sus manos.