Hay veces que nos llegan regalos del cielo que no esperamos y que al principio nos desconciertan, pero luego nos encanta haberlos recibido. Estos regalos son los besos que Dios nos da porque simplemente somos sus hijos. No todo en la vida van a ser problemas, dificultades, sufrimientos y agobios. Dejémonos querer por Dios que nos va mandando regalos preciosos para seguir alimentando nuestra fe y ayudarnos a madurar y crecer. Todos queremos y deseamos los buenos momentos y las buenas rachas, a veces tardan en llegar y nos cuesta demasiado mantener la paz, la serenidad y la calma en el Señor. Dios bien sabe lo que se hace con nuestra vida, lo que pasa es que por norma general no nos gusta sentirnos controlados por nadie. Queremos sentirnos libres, aunque muchas veces somos víctimas del control que nuestra sociedad, los ambientes y el qué dirán hacen sobre nuestros comportamientos y actitudes. Procuremos ser siempre coherentes para vivir como pensamos y así no acabar pensando cómo vivimos, pues sería demasiado triste que nos sumergiéramos en el ritmo de vida de nuestra sociedad y acabáramos debilitando nuestra fe y perdiendo nuestra relación con el Señor, que quiere darnos los mejor cada día de nuestra vida.
Todos sabemos que “Dios es amor” (1 Jn 4, 8), pues nos lo ha dado todo, así nos lo transmite Jesús constantemente en el Evangelio. Dios se preocupa por cada uno de nosotros, pues quiere que siempre estemos bien; quiere ayudarnos a entender lo que nos ocurre en la vida; quiere que llevemos a fin cada uno de los proyectos que emprendemos; quiere que siempre estemos con Él… y esto lo hace por amor, no para agobiarnos ni para que nos sintamos frustrados, sino para que veamos los frutos de nuestra entrega y de nuestra opción por Él. Querer tener controlado a Dios es imposible, nos supera. Comprender los razonamientos de Dios es una tarea muy difícil, ya que tenemos un razonamiento tan limitado que por cualquier lado nos vemos desbordados. No quieras entender a Dios, confórmate con amarlo y entregarle tu corazón.
Dice Jesús: «Si alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!» (Mt 7, 9-11). Así quiere Jesús que actuemos, dando lo mejor que cada uno tenemos a los demás a pesar de nuestras limitaciones y de que somos unos pobres pecadores. Por la Gracia de Dios podemos hacer el bien a los demás y reconocer esa presencia del Señor en los hermanos. Precisamente Dios se sirve de nosotros para que podamos mostrar su amor a los demás; nos ha dado unos talentos para que con nuestra entrega y compromiso podamos hacerlos fructificar mientras transformamos el mundo, pues Dios cuenta con cada uno para que hagamos realidad su Reino allá donde estemos. Y como somos capaces de hacer el bien y el mal, Dios nos ha dado libertad para que la utilicemos para realizar lo que creamos más oportuno. De todo se sirve el Señor y sabe que a quienes amamos no les vamos a perjudicar, y sí vamos a esforzarnos por darles lo mejor, por eso rechazaremos las piedras y las serpientes y trataremos de purificar el camino para los nuestros.
Dios quiere darnos muchas cosas buenas, quiere bendecirnos cada día para que seamos felices y estemos llenos de su amor. Dios quiere que todo lo que te propongas te salga bien, siempre que cuentes con Él. No te hagas planes lejos de Dios, porque así no podrá bendecirte, si en tu corazón no está el deseo de querer estar con Él. Para que Dios te bendiga necesitas arder de amor por Cristo y que tu fe sea de verdad, interesada en servir y no en ser servida. Dios quiere bendecirte si buscas siempre la gratuidad y no te mueves por interés. Te lo digo: “Deja que Dios te bendiga”.