Vivir en la presencia de Dios a veces nos cuesta demasiado, porque la exigencia de vivir nuestra vida de fe con autenticidad nos supone un gran esfuerzo, que, en ocasiones no estamos dispuestos a realizar en la práctica, aunque sí en la teoría. A veces es mayor el deseo que tenemos que la práctica que vivimos. Dejarse trascender es importante, porque nos permite entrar en la presencia de Dios en todo aquello que hacemos, y, nos da, además, la oportunidad de alcanzar la plenitud en todo aquello que realizamos. Por naturaleza estamos llamados a ir más allá de lo que vivimos y realizamos; la trascendencia nos ayuda a mirar a un Ser Superior, a Dios mismo, que quiere llenar nuestra vida de sentido. Como creyentes estamos llamados a distinguirnos de los demás por nuestra capacidad de trascendencia, de dejarnos tocar por el Señor, que como buen Padre siempre está dispuesto a abrazarnos y consolarnos con todo su amor.
Lo que nos diferencia a los seguidores de Cristo, y, separa del resto de personas, es el impulso que nos provoca para llenar nuestra vida de sentido y de amor por el Evangelio. Entonces descubres que tu vida es un regalo que el Señor te ha hecho, que no puedes desaprovechar, porque te sientes llamado a vivir auténticamente, superando todos los límites con la ayuda del Espíritu del Señor que quiere llenarte de plenitud. Para entrar en esta dimensión de trascendencia hace falta muy poco, tener esa mirada de amor que el mismo Cristo tenía hacia los demás, y ser capaz de ayudar al hermano porque ahí reconoces al mismo Jesús encarnado. Cada acto de bondad realizado con amor, en la presencia del Señor, es un salto grande de fe, pues estamos poniendo a Dios en todo lo que hacemos y se lo ofrecemos a Él como signo de comunión y de servicio, actualizando lo que nos dice el Evangelio: «No he venido a ser servido sino a servir» (Mt 20, 28).
Dejarse trascender es abandonarse y ponerse en las manos de Dios, abrirle las puertas de nuestra alma para que entre y nos transforme, y habite en nuestro interior, de tal manera que nuestra vida y todo lo que realizamos pasa por Él, antes que nada. Es una experiencia espiritual hermosa, si eres capaz de fiarte del Señor y dejar que toque tu corazón. La disponibilidad es importante, porque así no le estás poniendo ninguna barrera y estarás dispuesto a vivir según te vaya sugiriendo en todo momento. El Señor se revela y manifiesta en todo momento y para poder escucharle necesitamos estar en sintonía espiritual. No pretendas que todo lo haga Él y tú simplemente dejarte hacer. Es una relación activa y no pasiva, porque tus decisiones, tus actos y palabras, y toda tu vida de fe la debes vivir con responsabilidad, esforzándote en ser distinto. Has de ir más allá, con la ayuda de Dios debes superar tus propios límites espirituales, para así avanzar y profundizar en el bello Misterio de Dios.
Dice el apóstol Santiago que «así es también la fe: sin o tiene obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tu tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré mi fe» (Sant 2, 17-18). Dios nos está hablando para que superemos los límites de nuestra vida desarrollando las obras de la fe que tenemos en nuestro interior y que el Espíritu nos sugiere a cada uno. El Señor quiere que hagas historia, que dejes huella en los que te rodean al construir y vivir el Reino de Dios. Supera tus propios deseos para comprender mejor lo que el Señor te está transmitiendo, porque lo que te revela es para que se cumpla y lo hagas realidad en tu vida. Recuerda que el Señor lo que promete lo cumple, no vive de promesas, sino de realidades. No rechaces al Espíritu, aunque lo que te sugiera te cause vértigo, viene de Dios. Lo que te frena es tentación y te aleja del Señor; déjate llevar para que puedas seguir haciendo realidad el Evangelio, cada día. Todo lo que hagas por Jesús, trasciende. Por esto Dios te invita a seguirlo y a poner su Palabra en práctica, porque necesita de tus obras para que se haga realidad, a través tuya, su deseo de llenar de Vida el mundo, tu vida, la de los demás.