Son muchas las veces en las que solemos decir: “No estoy inspirado”, porque nos ponemos a pensar, a preparar algo y no nos salen las ideas. Parece como si estuviésemos bloqueado o de repente nuestra imaginación se hubiese secado. Los grandes artistas necesitan de la inspiración para hacer realidad todo lo que guardan en su interior y expresarlo con la mayor de las bellezas en su obra de arte. Así es como queremos hacer realidad nuestra vida, sentimientos, ideas… con inspiración.
Nuestro caminar diario necesita de la inspiración para dar sentido a todo lo que hacemos: desde los encuentros con las personas a la acción más insignificante que tenemos que realizar. Si quieres romper con la rutina de cada día has de vivir cada momento como una novedad que te ayude a dejarte sorprender por lo que acontece y te permite saborear cada instante como si fuese el único momento de tu vida. Necesitamos dinamismo en nuestra vida. No te acomodes en lo que te hace sentir bien, en lo que dominas y te da tranquilidad, seguridad. Ten en tu vida nuevos horizontes, nuevos retos… que te permitan vivir en esa emoción necesaria, para que cada momento tenga ese toque especial que te permite descubrir lo esencial de tu vida: Ver cómo Dios te cuida, te ama y te inspira.
Hoy es el momento de paparte y hacer algo distinto de tu rutina diaria. Contempla a Dios a tu alrededor, obsérvalo en tu ambiente, mira cómo se hace presente en lo cotidiano, en quienes te rodean. Ámalo y déjate amar. Para ello sólo hay que hacer un pequeño gesto: Pararse. El pararte te hará romper con las prisas, con el ajetreo diario, con ese estrés que no te permite ni disfrutar de lo que haces, porque el sentido de porqué parece como si se hubiese esfumado. Y al dejar que Dios cale tu vida, tu interior, descubrirás poco a poco la belleza de lo que te rodea. Porque tus ojos mirarán de una forma totalmente diferente.
Hay veces que en nuestra vida necesitamos mirar nuestra realidad de una forma distinta, para romper con esa inercia que nos hemos creado y de la que a veces nos cuesta tanto trabajo salir. Quizás el cambio no está en el entorno sino más bien dentro de nosotros mismos. Por eso la fe nos ayuda a estar atentos y despiertos. Porque dormirse significa aplacar la frescura que la fe nos permite vivir. En cambio, estar despierto nos permite darnos cuenta de lo que acontece en nosotros y a nuestro alrededor y dejar que el Espíritu Santo habite en nuestro interior y no le dejemos ir.
Esto le pasó al apóstol san Pablo cuando estaba predicando en uno de sus viajes: «Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta: “Levántate, ponte derecho sobre tus pies”. El hombre dio un salto y echó a andar» (Hch 14, 8-10). Lo que el cojo tenía no era deseo de obtener salud, sino que tenía fe, creía en lo más profundo de su corazón que Pablo, en nombre de Cristo, le podía curar, porque se creía las palabras que san Pablo. La Palabra de Dios nos tiene que sorprender cada día, debe de ser para nosotros esa fuente de inspiración que nos abra los oídos, nos cambie nuestra manera de ver la vida y haga que salgamos de esas “cojeras” que nos impiden dar el salto definitivo para seguir a Cristo de una manera mucho más radical.
Deja que el Señor Jesús te inspire cada día. No te preocupes cómo, porque tiene multitud de mediadores que de una forma u otra tocarán tu corazón y te permitirá vivir tu vida de una manera totalmente distinta: saboreando lo que haces, lo que dices y disfrutando de los hermanos como nunca. ¿Es posible? Déjate inspirar por Dios.