Queremos vivir tranquilos y sin demasiadas complicaciones que nos saquen de nuestra zona de confort. Preferimos que nuestras seguridades no las toque nadie, para así nuestra vida pueda andar bien segura, tranquila y en una paz controlada por nosotros, que no nos altere demasiado y que nos permita tener controlados nuestros tiempos y momentos. Al ser personas de fe, sabemos que Dios nos puede sorprender en cualquier momento, y puede mandarnos algo imponderable, lo cual nos desconcierta y no nos gusta, porque no sabemos lo que nos puede llegar a pasar ni a ocurrir. Así es Dios, cuando nosotros nos preocupamos por recoger muchos frutos de nuestra siembra, Dios se encarga de repartirlos; cuando queremos juntar todo lo que nos pertenece para tenerlo a buen recaudo, Dios se encarga de separarlo, de desparramarlo. Porque Dios no es como nosotros, rompe totalmente nuestros esquemas y hace que nuestra vida se tambalee para que así aprendamos a fiarnos totalmente de Él.
¿Qué es lo que te impide fiarte plenamente de Dios? Pon en práctica la Palabra de Dios, incluso aunque no veas los frutos; lo que a nosotros puede parecernos una pérdida de tiempo, porque pensamos que no vamos a sacar ningún rédito, nada claro, Dios es capaz de sacer la oportunidad más importante de tu vida para que ames y te fíes de Él plenamente. Por eso dice Jesús: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible» (Mt 17, 20). Y parece que físicamente, no vamos a poder mover el monte ni un centímetro, por mucho que nos empeñemos, por mucho que nos concentremos, ¿tendrá la mente la capacidad de mover la materia y someterla a su propia voluntad? Por mucho que nos planteemos esta pregunta, está claro que humanamente es imposible, por nuestra propia razón y voluntad, es inviable.
Desde la perspectiva de la fe, todo cambia; en primer lugar porque somos obedientes a Dios, y nos empeñamos en tareas que a nuestros propios ojos pueden parecernos ineficaces, una pérdida de tiempo, improductivas, inservibles…, pues la tentación de sucumbir ante lo que no da fruto inmediato, siempre estará muy presente, pero ante los ojos de Dios no, y esto es lo que cuenta, que Dios tiene pensado cosas muy buenas para nosotros, aunque no las veamos ni las entendamos. Y en segundo lugar porque ninguno de los esfuerzos hechos en el nombre del Señor serán en vano, pues nos ayudarán a acrecentar nuestra esperanza en que Dios nos hará ver lo que ahora no vemos; nos hará mas perseverantes en nuestros empeños, pues aprenderemos a entregarnos a los demás en el nombre del Señor, aunque no obtengamos ninguna recompensa, pero como lo hacemos por el Señor y en su nombre, con esto es más que suficiente; nuestra confianza en Dios será más grande y sincera, porque nos pondremos en sus manos y llegaremos a la certeza de que como Dios no falla y sabe lo que se hace con nuestras vidas, no puede defraudarnos… y nos dejamos llevar hacia donde Él quiera, porque siempre llegaremos a buen puerto.
“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.» (Mt 7, 24-25). Y es que al cimentar nuestra casa sobre la Roca que es Cristo, y empeñándonos en hacer que una montaña se cambie de lugar, somos conscientes de que hay capacidades, actitudes interiores, que empezamos a desarrollar y fortalecer, aunque en un primer momento no seamos conscientes. Por eso “espera” en el Señor, no confíes en tus fuerzas ni capacidades, sino en la Fuerza y Capacidad de Dios para mover la montaña, pues Él todo lo puede y nada se escapa ni de su mano ni de su control. Siéntete instrumento en las manos de Dios que quiere que sigas haciendo cosas maravillosas en su nombre, dando siempre tu vida por Cristo y por el Evangelio. Que Dios sea tu Roca, para que tu vida esté segura y firme para que no dudes, ni te rindas en las dificultades. Da siempre la cara por el Señor y déjate amar cada día por Él.