Hay veces que vivimos en la preocupación constante. Hasta nos adelantamos a los acontecimientos y nos llenamos de ansiedad y preocupación, viviendo angustiados pensando en lo que se nos viene encima, para luego ser conscientes al poco tiempo que el Señor es quien tiene el control de la vida. No queremos que nuestra vida esté siempre llena de preocupaciones ni inquietudes, sino que la queremos vivir llena de gozo, felicidad y tranquilidad. Pero esto no depende de nosotros muchas veces, porque no elegimos los momentos ni las circunstancias. Lo que sí elegimos es cómo vivirlo y afrontarlo. Dice el salmo 127: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!» (Sal 127, 1-2). Dios siempre quiere ayudarnos en nuestras necesidades, y si confiamos en su providencia desde luego que lo hará, porque incluso antes de que lo necesitemos sentiremos fuertemente su ayuda y amor. No se trata de controlar nuestro propio futuro, sino de ponerlo en sus manos para que nos llene de su presencia y así podamos sentirnos seguros y confiados, sensaciones fundamentales que necesitamos para mantener la calma y caminar en paz.
Confía en Dios para no desvelarte por la noche, como dice el Salmo; para que tu corazón no esté atormentado y tu cabeza embotada en pensamientos que van y vienen; para que no tengas miedo en ningún momento y sobre todo para que puedas descansar en el Señor. Te sentirás amado y tu vida cambiará. Dios provee y siempre cumple, responde. El silencio de Dios se hace más fuerte y presente cuando tu vida interior está revuelta y llena de ruido. Presta atención porque no te dejará sin respuesta; nunca defrauda, porque «Dios lo da a sus amigos mientras duermen» (Sal 127, 2). Ten en cuenta que cuando menos lo esperas es cuando Dios actúa. ¿Te ha ocurrido alguna vez de pedirle algo a Dios, pensar que no te escucha y luego ver cómo te ha ido ayudando, guiando, iluminando, sosteniendo? La respuesta la tienes ahí, Dios lo da a sus amigos mientras duermen. ¡Cuántas cosas pasan en la noche! Y de cuántas no nos enteramos, solo conocemos cuando estamos despiertos y atentos a lo que ocurre, o cuando buscamos la información porque tenemos especial interés. Pues así ocurre con el Señor: Dios actúa cuando dormimos.
¿Cuándo puedes aplicar a tu vida ese estar dormido? Esta actitud puede tener muchas connotaciones y de ti depende estar o no despierto, ser o no consciente, estar o no atento. Hay veces que puedes pensar que el Señor no se entera, como les ocurrió a los discípulos en mitad de la tempestad mientras Jesús dormía, y que tienes que despertar a Dios para que sea consciente de lo que te está ocurriendo. No dejes que ni el temor ni la duda te asalten. Confía en el Señor porque actúa cuando menos lo esperas, seguramente mientras duermas. Los frutos siempre vienen cuando tu vida espiritual está cuidada y abonada. No la descuides ni te abandones para que siempre puedas sentir la acción de Dios en tu día a día. La confianza te llevará a descansar en el Señor y a que tu corazón no tiemble, porque eres consciente de que el Señor siempre está ahí presente, dando fuerza y sentido a todo lo que te acontece.
Que el Señor construya y guarde tu casa, para que puedas comprender que no eres tú, que no son tus esfuerzos, que no son tus planes. ES EL SEÑOR.