Los días de viento son incómodos, porque todo se revuelve y uno no está tranquilo. Cualquier cosa puede pasar y el día se transforma en desapacible e incómodo. Si estás a la intemperie es desagradable vivir el momento, pero si estás en tu casa o en un buen refugio esperando a que pase la ventisca, todo es más agradable porque estás protegido. En la vida de las personas también ocurre lo mismo cuando llegan los vientos y las tormentas. La paz huye del corazón y llegan los agobios, preocupaciones y desasosiego. Además, que la fe también se ve afectada porque da la sensación que estás solo, porque sientes que Dios está lejos de tu vida y que eres tú quien tiene que resolver tus problemas buscando soluciones.
Pero no todo es así, ten al Señor presente y acude a Él porque nunca abandona ni se desentiende. Dios quiere consolarte y ayudarte: «Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará. Porque yo, el Señor, soy tu Dios» (Is 43, 2-3). Así de claro lo dice Dios: “Yo soy el Señor”, y cuando lo dice es para decirte que no temas y que confíes. Que está presente para indicarte los pasos que tienes que dar. No creas que eres tú quien se tiene que resolver los problemas solo; Él llega a tu corazón para reconfortarlo y darle lo que necesita. Lo que destruye y arrasa con la vida, el agua y el fuego, Dios no va a permitir que todo se pierda. El agua y el fuego se pueden convertir en enemigos del hombre y de la vida porque acaban con ella. Piensa cuáles son las aguas y fuegos de tu vida interior que pueden mermar tu fe y perjudicarte.
Dios siempre cumple su promesa y permanece fiel. Confía porque siempre después de la tempestad viene la calma. No dejes que las tentaciones te invadan y enfríen tu trato con el Señor, empobreciendo así tu vida espiritual. Él te dice: «Eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo. No temas, porque yo estoy contigo» (Is 43, 5-6). ¿Qué más razones necesitas? No hay peor ciego que el que no quiere ver, y es bueno que mires con los ojos del corazón y de la fe para superar el tiempo que dure la tempestad. Para Dios tenemos mucho valor, es incalculable; nos trata como hijos y siempre está dispuesto a ayudar y a tender la mano. Afronta con determinación la tormenta y no dejes que “la loca de la casa” (tu cabeza) empiece a desorganizarse y a darte más dolores y quebraderos. Es inevitable que nos sucedan cosas en la vida que nos agobien y provoquen sufrimiento, y ninguno estamos exentos. Lo que sí podemos elegir es la actitud con la que afrontarlo.
No abandones tu vida espiritual y deja que el amor de Dios todo lo envuelva. Los imposibles son posibles para el Señor. Siempre cuida y guía. Convierte en fortaleza la debilidad; deja que su presencia te inunde y purifique para que seas un buen cristiano. ¿Quieres que esté presente en tu vida? Si como decíamos el agua y el fuego tienen la capacidad de destruir la Naturaleza, para la vida interior tienen la capacidad de transformar. El camino de conversión lo tienes limpio, lo que hace falta ahora es hacerlo realidad.
Gracias Señor por ayudarme y hacerte presente.
Gracias por venir a mi encuentro y llenarme de tu amor.
Gracias por decirme claramente que estás conmigo y que te importo.
Gracias Dios mío, por ser haberte fijado en mí y llamarme por mi nombre.
Gracias por darme tranquilidad.