Seguro que te has encontrado en más de una ocasión desconcertado en más de una ocasión, con todos tus planes hechos, todo preparado y bien pensado y de repente te has visto sorprendido por el momento y has tenido que empezar a improvisar lo mejor que has podido. Por un momento parecía que se venía a tu interior toda la angustia existente en el mundo, viendo el “marrón” que se te venía encima y a ver de qué manera podrías salvar los muebles y salir lo más airoso posible. Hay veces que el resultado ha sido espectacular, y en cambio, otras no tanto. ¿Suerte? Puede que sí o puede que no, sólo Dios lo sabe. Lo que si está claro es que Dios no improvisa en nuestra vida. Quizás nosotros no nos podemos trabajar nuestra vida espiritual, nuestras responsabilidades, las metas que queremos conseguir… y más bien preferimos vivir el momento presente que muchas veces es más cómodo y seductor que lo que Jesús nos pide que pongamos en práctica en el evangelio cada día.
Detente aquí para saber elegir bien y plantearte una vida espiritual seria, sin conformarnos con tener que ir tirando del carro de nuestra vida como buenamente podamos. No podemos ser tan “cutres” y conformarnos con tan poco, con aspiraciones tan pobres. Jesús nos habla de una manera clara, para que hagamos la elección correcta y podamos vivir el Evangelio con fidelidad, tal cual nos dice el Señor. No te conformes con ir tirando, con vivir tu fe de una manera tibia, con saber que las cosas marchan pero que podrían ir mejor todavía. Aspira a lo máximo para que todo lo que hagas sea «con todo tu corazón, con todo tu alma y con toda tu mente» (Mt 22, 37), como el amor a Dios que tiene que ser así. Sólo los mediocres improvisan en su vida y no saben lo que quieren. Cristo nos enseña a no improvisar, a vivir según el espíritu de las Bienaventuranzas (cf Mt 5, 1-12), que nos invita a una vida contracorriente, que rompe nuestros propios esquemas, para poder así romper los esquemas del mundo.
El primer paso que has de dar es el de tu persona. Acércate a Dios, deja que sea Él quien te ayude a marcar tu propio camino de autenticidad, de santidad, pues Dios espera algo grande de ti, pues conoce tus talentos y lo que eres capaz de llegar a conseguir con su ayuda. Por eso eres especial para Dios, porque «antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones» (Jr 1, 5). Para Dios no eres una casualidad, un accidente fruto del hacer. Dios quiere tener un tiempo especial dedicado a ti, para que seas una persona única, especial, tocada por su amor y su mano. Dios sabe cómo eres y lo que puedes hacer. Espera muchas cosas buenas de ti, porque para eso te creó, para que lleves a cabo su misión: hacer realidad el Reino de Dios allá donde te encuentres. No quiere que estés a verlas venir, perdiendo el tiempo en que alguien venga a buscarte, a decirte lo que tienes que hacer… ¡No! Dios quiere que tu experiencia de vida sirva para enriquecer a todo el mundo, para que el Evangelio sea verdad en este mundo tan necesitado de escuchar la Voz de Dios, que nos habla con mucha claridad y que nos pide que vayamos a lo auténtico de los valores, de esa entrega en la realización del plan de Dios.
Por todo esto, Dios no improvisa, porque es el Señor, el Dios de la Vida y del Amor. Porque Dios se toma tu vid muy en serio y quiere cuidarte, mimarte y que te sientas así también. Es por esto por lo que tienes que prestar mucha atención a tu relación con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Si eres capaz de vivir auténticamente, siendo fiel al Evangelio, te darás cuenta que en nuestra vida todo es posible, a pesar de nuestras imperfecciones. Porque Dios nos ha creado para su propia gloria: «Así pues, ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo par a gloria de Dios» (1 Cor 10, 31). Que este sea el motor de nuestra propia vida y que cada día lo puedas arrancar, para vivir siempre tu vida desde la certeza de saber que estás en la casa del Padre, llamado a realizar obras grandes.