Dios siempre tiene palabras adecuadas para ti, en cada momento. Esas palabras que en ocasiones cuesta trabajo oír porque no las percibimos con suficiente claridad. Hay veces que queremos que todo nos lo den masticado y hecho para no tener que molestarnos ni complicarnos demasiado. Dejarnos llevar por esa comodidad nos empobrece personalmente, especialmente en el ámbito de la fe, pues Dios pone en nuestras manos los instrumentos necesarios para que utilizándolos adecuadamente seamos capaces de dar mucho fruto. Cuando las preocupaciones se hacen más fuertes y llegan a agobiarnos más de lo esperado, porque la vida no marcha como nos gustaría; cuando la impotencia nubla la visión y todo parece que está perdido y que no sirve para nada; cuando las lágrimas nos asaltan y nos llenan de pena y desesperación… es cuando más necesitamos ese brazo por encima de quien más queremos y amamos, del Señor, que nos dice: “Tranquilo, no temas que estoy contigo”.
«Vosotros, queridos hermanos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo» (Jds 1, 20-21). Experimentar el consuelo del Señor borra de repente todos los agobios y preocupaciones, y nos pone en disposición de seguir afrontando los problemas y dificultades para dejarlos atrás, ya que es el Señor quien actúa en nuestra vida y nos invita a mantenernos atentos. Dejarse llevar por la acción del Espíritu Santo a veces resulta difícil y hasta nos puede parecer imposible, sobre todo si estamos en una dinámica de abandono y dejadez. Cuida y alimenta tu fe, para que al orar sea el Espíritu Santo quien te guíe e ilumine. Que la oración sea el alimento de tu alma para que escuches con claridad al Señor que te pone el brazo sobre tu hombre y te susurra: “Tranquilo, no temas que estoy contigo”. Y el Señor derramará su gracia sobre ti. Dice el apóstol San Judas que hay que mantenerse en el amor de Dios, estando bien atentos a cómo el Señor Jesús se manifiesta y se nos da a conocer.
Las palabras que Dios te dirige quieren seguir llegando directamente a tu corazón; quieren dar sentido a tu vida. Escuchar a creyentes convencidos que Dios actúa en sus vidas es de los mejores testimonios que podemos tener en nuestros días. Personas anónimas que se convertirán en santos anónimos, porque irán al cielo, que te hablan de su amor por el Señor y de cómo es lo más grande que hay. La necesidad que tienen de sentir la paz y ponerse en paz con el Señor para decir que están preparados para ir a su encuentro, aunque sienten la tristeza de abandonar este mundo; y a la vez te dicen con una mirada confiada, llena de paz y seguridad, que están preparados, que su vida ha merecido la pena y que aman al Señor. Dios se sirve de estos testimonios para seguir dándose a conocer y mostrar la certeza absoluta de su existencia. Porque es Dios quien habla desde el corazón del hombre. En cada gesto que hacemos por amor y con total disponibilidad para servir.
Gracias Señor por hacerme testigo de tu amor.
Gracias por escuchar tus palabras con claridad en aquellos que te aman.
Gracias por descubrirte en la mirada de quien habla de ti con amor.
Gracias Señor por los pequeños gestos cargados de amor que se hacen en lo secreto, en lo escondido.