El nombre es signo de identidad. Todos tenemos nombre y por norma solemos sentirnos muy orgullosos de cómo nos llamamos. Incluso muchas personas lo cambian y le ponen un diminutivo para ser llamados como más les gusta, porque se identifican mejor con él. Cada nombre tiene su origen y su significado y por norma suele estar relacionado con la impronta y el carácter de cada uno. Cuando escuchamos nuestro nombre, aunque no se dirijan personalmente a nosotros y lo hagan a otra persona que se llama igual, solemos mirar hacia el lugar donde lo hemos escuchado.
Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre. A cada uno nos encomienda una misión para que la realicemos; cuando comenzamos nos damos cuenta que en ocasiones la empresa es demasiado exigente y difícil. Aún así ponemos nuestro empeño en realizar lo que se nos ha encomendado. En la Biblia cuando Dios cambia el nombre a las personas es porque van a realizar una tarea especial, difícil de abordar. El cambio de nombre es signo de misión, de ser elegido por Dios para hacer algo grande en su nombre.
En el Antiguo Testamento, cambió el nombre a nuestro padre en la fe: Abraham, que se llamaba Abrán y a su mujer Sara, que se llamaba Saray. Les dijo que saliesen de su tierra y se fueran a la tierra que él les iba a mostrar y obedientes cumplieron la Palabra de Dios. A Jacob le cambió el nombre por el de Israel, que da origen al pueblo del mismo nombre y del que salen las doce tribus; a Simón le llamo Pedro, pues sobre él se iba a edificar la Iglesia; a Saulo le puso el nombre de Pablo para que llevase la fe a todos los pueblos gentiles.
Por eso la belleza de nuestros nombres van asociados a la misión que Dios nos ha encomendado. No hay cosa más bella para los cristianos que sentirnos parte del proyecto que Dios quiere realizar para todos los hombres; cada uno somos parte de ese proyecto y el Señor que nos conoce perfectamente a cada uno sabe lo que somos capaces de dar en todo momento. Dios no nos va a pedir nunca imposibles porque es más que consciente de nuestras limitaciones. Aunque nuestra misión nos parezca muy difícil de realizar Dios sabe, que si nos dejamos ayudar por Él lograremos hacer realidad los aparentes imposibles. El ejemplo lo tenemos en el joven rico que quería seguir a Jesús sin desprenderse de todas sus riquezas. Y el Señor Jesús dice: «”Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de los cielos”. Al oírlo los discípulos dijeron espantados: “Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo» (Mt 19, 24-26).
Hay veces que escuchar lo que Dios nos dice nos puede llegara espantar. La salvación no la vamos a conseguir por nosotros solos, por nuestros propios méritos. La salvación la alcanzaremos con la ayuda del Señor y para ello hemos de hacer un camino de purificación donde nos vayamos desprendiendo de todos aquellos lastres que el mundo nos regala y que vamos cogiendo, seducidos por su belleza aparente.
No dejes de confiar en el Señor. Ponte en sus manos cada día de tu vida para que puedas escuchar cómo en el silencio Dios te llama por tu nombre y te dice lo mucho que te ama. ¡Qué hermoso es escuchar tu nombre en la boca de Dios!No hay sonido más dulce que puedan escuchar tus oídos. Dios te llama y te llama de verdad a que des la vida; a que sigas las huellas de su Hijo; a que llenes tu corazón de su Amor y te sientas plenamente realizado. Abandónate en sus manos y sentirás que el Señor no te falla, que confiar en Él es el gesto más heroico que puedes realizar, pues quien sigue los pasos de Cristo está llamado a ser héroe del Evangelio, si te dejas guiar por el Espíritu Santo. Y no es que tú quieras ser un héroe y que te echen flores continuamente. Al contrario, te sentirás siervo de Dios y los demás te verán como parte de esa luz que sigue iluminando todo tu entorno, allá donde estés. Tú puedes. Saborea a Dios y disfruta en el silencio escuchando cómo Cristo te llama por tu nombre.