Es un regalo tener a tu lado personas pacientes, capaces de no perturbarse ante las dificultades ni dejar que los nervios hagan mella en su manera de actuar. La ansiedad no puede con ellos y demuestran una capacidad importante de no dejarse dominar por las circunstancias sin perder la calma ni alterarse. Estas personas, en sus compromisos adquiridos, son trabajadoras como hormiguitas; parecen incombustibles y además muestran una capacidad de entrega importante, sobre todo cuando actúan movidos por el amor a Dios y a los hermanos.
Hay que saber esperar sin desfallecer; tener confianza en que tanto las oportunidades como los momentos van a llegar tarde o temprano. Hay que saber contemplar la vida y procurar aprender de ella, adaptándonos al ritmo que nos van marcando los procesos naturales. Por eso es importante hacer nuestra esa “actividad paciente” que nos permite esperar, adaptándonos a ese ritmo que nos permite acompañar, caminar y progresar en la buena dirección.
Busca lo sencillo, aunque a veces el ritmo de vida de las personas que nos rodean pueda ser complicado. No te dejes llevar por los ruidos exteriores, porque lo más importante es escuchar la voz del Señor dentro de ti, que te pide que vayas a lo esencial, al grano, sin engañarte y siendo honesto contigo mismo. Las justificaciones no son buenas, al revés, te complican cada vez más, por eso la impaciencia y el nerviosismo afloran con rapidez, porque la confianza en ti o en los que te rodean o en las circunstancias del momento es poca. Ten claro que no puedes controlar todo lo que te sucede. Lo dice el sabio Salomón: «No gana la carrera el más ágil, ni la guerra el más fuerte, ni el pan quien es sabio; no consigue riqueza quien es avisado, ni éxito quien es inteligente, pues siempre se tercian ocasión y suerte. Además, el hombre desconoce su hora: como peces capturados en la red funesta, como pájaros apresados en la trampa, los hombres son cazados cuando un mal momento cae sobre ellos de improviso» (Ecl 9, 11-12).
Que ante las circunstancias que no puedes controlar no te flaquee la paciencia. Mira lo que sí puedes controlar, que es lo que depende de ti y cómo afrontarlo y vivirlo; sé realista contigo mismo, para que así tu vida interior te llene de serenidad y sepas ponerte en las manos de Dios. No tengas prisas, porque todo al final termina volviendo a su cauce, aunque la espera se te haga dura y eterna; deja que los acontecimientos vayan fluyendo, dejando que sea la naturaleza de las cosas las que vayan poniendo todo en orden, sin buscar ajustar o corregir la realidad a tu criterio o ritmo.
Nuestra condición humana está basada en superar obstáculos y dificultades que nos vamos encontrando a lo largo del camino. Confía en Jesucristo. Cuando un enfermo acude a Él, no lo invita a ser paciente, sino que lo cura porque el Reino de Dios ha llegado ya, es una realidad. Por eso desde Cristo estamos llamados a afrontar las dificultades que se nos presentan como un camino de redención y de salvación que nos llena de gozo espiritual preparándonos para el encuentro con Cristo. Jesús nos enseña el verdadero significado de llevar la cruz y es en la Eucaristía donde encontramos el verdadero sentido de la entrega y del abandono.
Que el Dios de las sorpresas te siga ayudando a esperar y a confiar. Nunca falla ni te perjudica. Dios sabe lo que se hace en la historia y en tu historia.