Como discípulo de Jesús estamos llamados a seguirle, a tener confianza con Él. Para desarrollarla tenemos que aprender y educarla dentro de la comunidad, compartiéndola con los demás, que forman, a su vez, parte de la propia familia. Como discípulo estás invitado a confiar, a ser amigo de Jesús, a correr su misma suerte, compartiendo su mismo cáliz: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15). Discípulo es quien aprende a vivir en la confianza de amistad con Jesús. Por esto, la carta de presentación de un cristiano es el Evangelio, que nos habla de discipulado, de identidad. Así es como Jesús nos llama, y como a los discípulos, nos envía a dar testimonio y razón de nuestra fe, con unas instrucciones claras y precisas, que nos invitan a no improvisar y a no hacer las cosas como buenamente podamos. Más bien al contrario, Jesús quiere que hagamos las cosas auténticamente desde el primer momento.
«Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto» (Mc 6, 8-9). Esto les desconcertó, porque Jesús les pide que no lleven prácticamente nada para el camino, solo lo puesto. Y además les sigue diciendo: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio» (Mc 6, 10), porque Jesús quiere que los discípulos vivan y sientan la hospitalidad, para que así puedan aprender lo que es la acogida; la atención que se ha de prestar a los invitados cuando están en tu casa; experimentar la generosidad de la comunidad que es capaz de multiplicar los regalos y de tratar con generosidad a los nuevos miembros que entran a formar parte de la vida comunitaria creyente. Por eso el cristiano ha de aprender a alojar y hospedar, a ser un buen anfitrión que lo da todo y hace que el invitado se sienta como en su casa, que no extrañe para nada el vivir en una casa ajena.
Jesús no envía a los discípulos como personajes importantes y destacables, si no que quiere enseñarles un camino que transforma el corazón propio, para así, luego, cambiar el corazón de los demás. Es una nueva manera de enseñar, desde la interiorización personal de la Palabra del Maestro que ha de dar fruto en el corazón propio, para después compartir ese fruto y plantar también esa semilla de Dios en el corazón de quien te escucha. El Señor Jesús quiere enseñar a los discípulos un cambio de mentalidad, que pasa de intereses personales, estrategias, dominio, poder…, a una acogida y alojamiento del hermano desde el corazón, poniendo a su disposición todo lo que tienes. Por eso la Iglesia es la madre que siempre nos acoge y recibe, es una casa de hospitalidad. Estás llamado a hacer mucho bien ayudando a quien lo necesita junto con tu comunidad. Acogiendo y poniendo al servicio del hermano todo lo que tienes, viviendo desde la misericordia y el perdón, porque Dios nos perdona y la Iglesia siempre acoge a los pecadores, con el deseo de acercarlos al Padre Bueno.
No vivas tu fe en solitario, vívela en comunidad, porque hay veces que preferimos aislarnos, desentendernos de nuestros hermanos y vivir a nuestro aire, sin darnos cuenta de que así estamos destruyendo nuestra propia vida y haciéndonos un gran daño. Por eso es importante vivir la fraternidad, experimentar y sentir qué es la comunión verdadera, impulsados por el Señor Jesús que nos invita a poner todos nuestros dones materiales y espirituales en común, sin reservarnos nada. No dejes que el mundo ni las tentaciones te quiten las ganas de vivir la comunión perfecta. Siempre tendrás pensamientos y miradas que te hagan compararte con los que se aprovechan, con los que no quieren hacer nada y se dejan llevar… Cada uno hemos de vivir nuestra fe desde el compromiso personal con Cristo, acogiéndole de verdad en nuestro corazón, sin ponerle ninguna traba ni ningún “pero”. En tus manos está el acoger con autenticidad a Cristo en tu interior para que tu amor hacia los demás y la acogida que has de tener hacia ellos en tu vida, no sea una carga, sino que la vivas como un regalo.