El reto del perdón, la llamada constante que Jesús hace en el Evangelio, para tratar con misericordia a todos los que nos rodean y confiar en la bondad del corazón de los demás. Hay veces que lo que sale de nuestro corazón no son ni buenos sentimientos ni acciones, porque dejamos que aflore lo peor que hay dentro de nosotros. La maldad del hombre nos lleva a nuestra propia destrucción, lo estamos viviendo cada día con las guerras que hay en el mundo, las que son primera noticia y las que también son silenciadas. La guerra es un drama para toda la humanidad, lo mismo que cada injusticia que un hombre comete con un semejante, por muy pequeña que sea. Estamos viendo multitudes de acciones humanitarias gracias a los medios de comunicación y redes sociales, donde la bondad del corazón se hace más fuerte que el odio y la venganza; y donde los seres humanos somos capaces de mostrar nuestro lado más sensible y humano incluso a los enemigos. Verdaderas acciones y testimonios de vida que hablan por si solos. Perdonar siempre nos lleva a seguir creyendo en el hombre y en la bondad que atesora en su corazón.
Desde la creación del mundo, Dios siempre lo ha visto claro. Por eso las infinitas veces que nos perdona nuestros pecados, porque siempre ve lo bueno que tenemos en nuestro interior y lo que podemos llegar a realizar cuando lo hacemos por amor y desde el corazón. «No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados» (Lc 6, 37). Para estar en comunión con Dios hay que practicar la misericordia, siempre; porque en el combate del mundo contra el demonio solo puede triunfar el amor y la misericordia. Son los únicos vencedores, y poner a otros significa llevarnos al conflicto, a la desunión, a la propia autodestrucción del ser humano, porque solo importa tu vida y tus propios intereses. Que no te pesen los defectos de los demás, solo los tuyos, para tener un corazón misericordioso. No te compares con los demás, ni compares a nadie con otros, que siempre mires con los ojos de Jesús para quedarte con los dones y virtudes, nunca con los pecados y miserias del otro.
El reto del perdón. «Dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con la que midiereis se os medirá a vosotros» (Lc 6, 38). Regalar el perdón, tener un corazón generoso al que no le cueste perdonar y olvidar; entonces experimentarás el bienestar y la liberación del corazón, el peso tan grande que te has quitado de encima al perdonar de corazón al que te ha ofendido, y sentirás que la paz te inundará por completo y que ha merecido la pena practicar la misericordia con el otro. Regalar el perdón hará mucho más fuerte la presencia del Señor en ti, porque ya no habrá nada que le impida actuar en tu corazón, le habrás dado vía libre para transformar por completo tu corazón, aquello a lo que tanto te resistías y que por fin ha salido de tu vida.
El reto del perdón. Al igual que Dios te acepta tal y como eres sin juzgarte, acepta también a los demás sin juzgarlos. No pienses en la mota que tiene el otro en su ojo y mira tu viga, y si esto no es suficiente para ti mira tus faltas, debilidades y pecados con un corazón honesto ante el Señor y te darás cuenta de que no eres perfecto y que tampoco eres quien para juzgar o mirar mal a nadie, porque son también como tú: imperfectos y frágiles. Pídele a Dios que te ayude a amar, pero sobre todo que ames lo imperfecto, para que así con mirada de misericordia te aceptes a ti mismo, para aprender a aceptar a los demás. Quien mira los defectos de los demás y no los suyos propios es porque no termina de aceptarse a sí mismo.
Señor ayúdame a aceptar el reto del perdón, para que mi vida esté siempre llena de alegría.