Si hay algo que no nos gusta a nadie es sentirnos utilizados por otro para su propio beneficio. Hay muchas personas en nuestra sociedad, y quizás también en nuestros entornos, que suelen aprovecharse de los demás para su propio beneficio. A estas personas las solemos catalogar como gente sin escrúpulos, pues no tienen ningún problema en escalar y conseguir sus metas a costa de los demás.
Precisamente todos queremos alcanzar nuestras propias metas para conseguir nuestra realización personal y alcanzar la propia felicidad, que es la máxima aspiración de toda persona. No podemos dejar de luchar por ellas, aunque nos sintamos muy decepcionados por la vida y los desencantos que nos hemos podido llevar. Hay situaciones que se nos escapan de las manos y que muchas veces no vemos venir. Esto no debe desanimarnos ni hacer que dejemos de ser nosotros mismos. Debemos utilizar todos los medios a nuestro alcance para conseguir nuestros logros, pero siempre desde la recta intención, con honestidad y justicia, dando lo mejor de nosotros mismos. Siempre habrá personas que se peguen a nosotros para aprovecharse de nuestro esfuerzo; que esto no merme tus ganas de lucha y de seguir avanzando hacia tus objetivos. Lo importante es que para los demás eres también medio y Dios se sirve también de ti para que otros puedan también acercarse a Él y conocerle mucho mejor.
Ser instrumento es un regalo que Dios te ha hecho para que sigas creciendo y madurando en tu experiencia de fe. A tu lado siempre van a estar las tentaciones poniéndote comparaciones con otras personas, experiencias anteriormente vividas y pensamientos que tienes y que te gustarían que fuesen realidad. No hagas caso de ellas. Vive el presente, el hoy, como si fuese el único instante de tu vida, para que descubras que ninguno de tus esfuerzos son en vano y no pasan desapercibidos a los ojos de Dios. Ya sabes que para Dios eres importante y necesario, y Él quiere que seas el mejor de sus instrumentos. No te niegues ni te cierres a lo que te tiene preparado, porque es el regalo que Dios te está haciendo en este preciso momento de tu vida. Dios no se esconde y abiertamente te dice que eres instrumento suyo, y sino te lo hace saber a través de los que te rodean, basta con echar una mirada a tu alrededor y lo comprenderás. Así le pasó al apóstol San Pablo en el momento de su conversión: «El Señor le dijo a Ananías: “Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre» (Hch 9, 15-16). Dios se sirve de quien menos lo esperamos, incluso de los que creemos nuestros enemigos. Le pasó a Pablo, Ananías sabía que él era perseguidor de los cristianos y era una amenaza. Dios le tranquiliza diciéndole que es un instrumento elegido para llevar el Evangelio por todo el mundo. Este camino no es fácil, es difícil porque hay que pasar por la puerta estrecha (cf Mt 7, 13) para llegar a la vida, y no siempre gusta.
Si quieres ser instrumento de Dios tienes que estar preparado para las dificultades, los sufrimientos, las incomprensiones y los temores porque el control se escapa de tu vida. Pero también es uno de los mayores gozos, pues los regalos que Dios te hace, lo que te permite vivir y ver con tus propios ojos, merece mucho la pena y compensa con creces los esfuerzos hechos y las dificultades superadas. Eres consciente de que eres decisión de Dios y él se sirve de ti para llegar a los corazones de los demás. Y ver que los demás se encuentran con Cristo y que su vida cobra sentido por tu mediación, a pesar de tus pecados, faltas e incongruencias, es uno de los mayores gozos, pues te ves indigno e inmerecedor de tanta gracia y te das cuenta de que Dios te da el ciento por uno a lo poco que tú haces. Confía en Dios, siéntete instrumento y déjate llevar que Él bien sabe el camino de tu felicidad.