Necesitamos una melodía serena en nuestras vidas que nos ayude a degustar cada una de las notas que la componen. Para que la melodía sea bella necesita de la armonía que da la perfecta compenetración entre sus compases y silencios. Así se hace hermosa a los oídos y la podemos disfrutar y saborear. En muchas ocasiones los compases de nuestras vidas no tienen tiempo para los silencios, van tan rápido, por la velocidad con la que vivimos, que ya nuestra música particular no suena igual.
Cada uno tenemos nuestra propia partitura, que es nuestra propia vida. Debemos saber compaginar el ritmo y la melodía para que la partitura tenga una armonía perfecta y no sólo para nosotros, sino para que todos los demás puedan disfrutarla también.
Seguro que en muchas ocasiones se nos han pegado alguna canción y la hemos tarareado durante un tiempo. La tonalidad con la que vivimos cada día es el reflejo de la armonía.
Quiero Señor que mi música suene perfecta y que todos los momentos de mi vida sean una melodía armoniosa donde no solo me recree yo sino los demás.
Quiero contagiar esta melodía a todo el mundo. Tú melodía, porque Tú eres mi inspiración.
Que cada gesto sea una nota tuya que haga vibrar a los que me rodean.
Que pueda tener el mejor compás con tu ayuda para así empezar a tocar mis notas y todo lo que haga comience a tener un sentido cristiano, donde empiece a hablar de ti y a transmitirte a cada paso, los que necesito ir dando poco a poco para seguirte y no quedarme parado en el camino.
Que nunca me falte la inspiración para saber cuales son las direcciones que tengo que tomar en mi camino, que harán que la melodía vaya subiendo de tono y así pueda ir haciendo más rica en experiencias y encuentros con los demás mi partitura. Porque en la sinfonía de la vida no soy solo yo quien toca, sino que me tengo que compenetrar con otros instrumentos, que me rodean y que también te tienen a Ti como único director.
Quiero seguir al ritmo de tu batuta para así poder disfrutar de lo hago y recrearme en la belleza de tu orquesta, sabiendo que viviendo en la armonía de la fraternidad y del amor, podremos hacer que otros que no te siguen porque no eres su director, puedan mirarte a los ojos y sentirse atraídos por ti y así formar parte de nuestra misma melodía.
Sé de sobra, Señor, que esto es difícil en los tiempos que vivimos, pues hay muchos ruidos que nos distraen y nos impiden escuchar con claridad. A veces por mis circunstancias personales me desafino y no soy capaz de seguir el ritmo, porque no ensayo lo suficiente. Ten paciencia conmigo. Ayúdame a encontrar el tiempo necesario para ensayar y luego poder dejarme llevar por ti hacia donde tú decidas. Pues eres tú quien marca el ritmo, los silencios, la fuerza y el tiempo.
Tuyo soy, Señor, en tus manos me pongo.