Somos los protagonistas de nuestra historia y el guion lo vamos haciendo con lo que cada uno vivimos. Sí, Dios nos quiere protagonistas principales y únicos del guion de nuestras vidas. Nos quiere activos, sin medias tintas, «¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca» (Ap 3, 15-16). Nos pueden parecer duras estas palabras, aunque bien es cierto que muchas veces somos tibios con el Señor y con los compromisos de nuestras vidas. Para esto ha venido Jesús, para comprometernos y hacernos protagonistas del Evangelio. Estamos en el tiempo del Espíritu Santo y daremos testimonio cuando vivamos unidos y en comunión con los demás.
Si estamos dispuestos a aceptar los retos de Dios, a fiarnos de él y a lanzarnos a seguir sus pasos y hacer todo el bien posible a las personas que nos rodean no nos vamos a ver defraudados. Así lo vivieron los discípulos. Les costó dar el paso y vencer sus miedos. Necesitaron la fortaleza y la valentía del Espíritu Santo, para salir a las plazas y contar a todos que Cristo había resucitado. Y todos hablaban una misma lengua, porque el lenguaje del amor lo entiende todo el mundo. El Espíritu Santo es quien nos ayuda a amar sin medida, no desde el sentimiento humano sino desde la fuerza del corazón. Esto no es un cuento, Jesús nos ha dado un proyecto de futuro para que podamos descubrir el verdadero sentido de nuestra vida, y sobre todo, dónde encontrar nuestra felicidad. Hoy estamos llamados a dar ese paso al frente que nos sitúa en medio de la plaza, a la intemperie, aparentemente solos, pero no, Dios está con nosotros (se llama Emmanuel, eso quiere decir su nombre) y es quien nos protege y nos cuida.
No leas el Evangelio, siéntete parte de él, parte de esta historia. Cristo te mete de lleno en este proyecto, hacer Iglesia, para que cambies en primer lugar tu interior, tu vida y después puedas dar el salto a tu familia y a tu entorno. Tú has sido elegido para ser protagonista también, porque tienes que hablar en primera persona. El Espíritu Santo te ayudará a comprenderlo perfectamente, como no lo tengas todo esto te sonará raro, no entenderás nada.
Cristo no quiso que sus discípulos se quedasen en sus casas, sino que los mandó al mundo. Con lo poco que nos gusta que nos manden, Cristo ha venido a mandarnos y a decirnos lo que tenemos que hacer. El precio que vamos a pagar nos revierte íntegramente en nosotros: Ser plenamente felices. Todo va a depender del grado de compromiso que estemos dispuestos a asumir y del corazón que pongamos en todo lo que realicemos. Además, nos ha prometido el ciento por uno en todo lo que hagamos así, todo cobrará sentido y sabremos el por qué tenemos que hacer las cosas: por amor a Dios. Caminar junto a los demás se hará mucho más fácil y llevadero.
Abre tu alma a Dios, al Espíritu Santo; lánzate a esta bella aventura de vivir el Evangelio; déjate llevar por el soplo de Dios en tu vida, que pasa en la brisa suave, en el silencio de tu oración, en los gestos y detalles que pasan desapercibidos y que sólo Dios ve en lo escondido. No te preocupes por nada porque cuando dejamos que Dios provea, todo sale, nada falla. Tenemos al Espíritu Santo con nosotros y tú eres el protagonista del Evangelio en tu vida. Ánimo y a seguir compartiendo.