Me decía el otro día un alumno en clase que estaba agobiado porque tenía muchos exámenes y que no le apetecía trabajar, dejándome entrever que estaba cansado y con poca motivación. Muchas personan se bloquean ante la presión, el agobio y la auto-exigencia cuando tienen mucho que hacer y sobre todo cuando dejamos todo para el final.
Cuando nos encontramos en situaciones así o parecidas nos proponemos con frecuencia que no nos va a volver a pasar, incluso nos enfadamos con nosotros mismos porque una vez más hemos vuelto a tropezar en la misma piedra. Y nos solemos decir con energía que es la última vez que nos ocurre, que ya está bien.
Es el momento de cambiar y de superarte. No te conformes con lo mínimo. Ten altas aspiraciones pues ya la vida misma se encarga de colocarnos en el lugar que nos merecemos y de bajarnos nuestras expectativas. Ilusiónate por lo que te parece inalcanzable para que tus metas sean altas y así puedas avanzar y crecer.
El momento es hoy, no mañana. Aquí y ahora. No esperes a que te entren ganas. Las ganas entran cuando uno arranca y da los primeros pasos. Siempre pasa así. Y luego te alegras por haber empezado y ver que puedes. ¡Y lo bien que te sientes!
Esto ya lo dijo Jesús: «Mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto» (Jn 15, 1-2). La poda siempre es dolorosa y cuesta trabajo, pero hace más fuerte a la rama y puede así dar mejor fruto. El esfuerzo y el sacrificio siempre cuesta, es doloroso y nos hace mucho bien. Necesitamos de la fuerza interior para vencer los obstáculos y no rendirnos. Si Dios nos dejase pasar por la vida sin ningún esfuerzo, sin ningún obstáculo, no aprenderíamos ni maduraríamos. Sé fuerte. Dios hace que todo lo que vivimos nos ayude a aprender y nos haga más fuertes y auténticos.
No dejes pasar este momento. Es tu oportunidad de cambiar, Jesús lo llama conversión, así comenzó su aventura, nos lo dice San Marcos en su evangelio: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). Jesús tuvo que salir de Nazaret, se puso en camino. Y se lanzó a la misión que Dios le había encomendado. ¿Seguridades? Él mismo lo dijo: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Fiarse de Dios y confiar en Él es lanzarse a la aventura. Una aventura que no defrauda, como Dios. Lánzate.
Es tu oportunidad para dar el salto, para iniciar ya de una vez por todas y dejar atrás esas excusas personales, que al principio te dejan conforme, pero al final te hacen sentir mal y con remordimientos. Es tu oportunidad para cambiar y para creer. Cree en Jesús y en el Evangelio, porque te ayudarán a darlo todo y al final verás que el paso ha merecido la pena. Es tu oportunidad, no la desaproveches.